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Huellas N.06, Junio 2022

RUTAS

Centenario don Giussani. «Giussani y Leopardi, faros en la niebla»

Juan Carlos Hernández

Es uno de los grandes estudiosos de nuestra sociedad, un hogar en construcción con preguntas siempre abiertas. Y ese «impulso para llegar a lo sublime», como el que reconoce en don Giussani. Hablamos con el sociólogo Víctor Pérez-Díaz

Víctor Pérez-Díaz, quizás el sociólogo más reputado de España, en su última publicación, «Faros en la niebla», asegura que la secularización puede ser una ocasión para la experiencia religiosa. Añade que, en estos momentos, «la sensación de drama aumenta y las preguntas quedan en el aire. El desorden actual promueve la insatisfacción con las respuestas de los dirigentes políticos, de las elites de turno, de los aparatos mediáticos, y sus lugares comunes». En este contexto, considera que Leopardi y Giussani pueden ser dos claros referentes.

¿Por qué la secularización es una oportunidad?
Un reto es siempre una oportunidad. Las cosas no están decididas a priori. El momento actual es el momento de una modernidad dudosa y, al mismo tiempo, orgullosa de sí misma. Su tarea es cómo combinar sus propias dudas con su orgullo. En los siglos anteriores, la gente pensaba que estaba muy claro que había que estar de un lado o de otro. Pero las cosas no son blanco o negro. En realidad, son más complicadas. Con el tiempo se vio que las guerras religiosas eran guerras en gran parte estatales, civiles e inciviles, de las que había que arrepentirse. Esta experiencia de arrepentimiento por los excesos y las violencias es recurrente. Hay o puede haber un proceso de aprendizaje continuo. Llegas al año 2022 y vuelves a tener, en cierto modo, los mismos problemas de siempre. La historia no evoluciona inexorablemente en una dirección, va dando tumbos. Hay avances, negarse a verlos es absurdo. Pero ahora tenemos capacidades en unas cosas y en otras no. Por ejemplo, en la cuestión de la muerte. Es un tema que la modernidad tiende a hacer opaco. Pero la pregunta sobre la eternidad sigue estando presente. El drama de durar y no durar, no solo tú sino las gentes que amas, sigue ahí. La sensación del impulso para llegar a lo sublime también está ahí. ¿Es un romanticismo exagerado? No, es algo recurrente en la vida humana, es recurrente en la vida de las personas.

A pesar de esos avances, dice que en el mundo de hoy el hombre no se siente en su hogar.
Siempre tienes una pregunta en mente: vivo en un hogar, pero incluso si esto es así, ¿cuánto tiempo va a durar? En el planteamiento moderno nos da la impresión de que estamos creando cosas, construyendo, incluido construir un hogar. En eso hay un componente positivo porque eres responsable de lo que haces. Pero tiene un componente negativo: oculta las limitaciones de tu capacidad de hacer, lo mucho que encuentras ya hecho. Las religiones son ofertas para dar sentido a preguntas, dramas, experiencias de límites y nostalgias. Son también un hogar, sí, pero también hay que tener en cuenta que hay que salir del hogar. Quizá mejor hacerlo sin demasiadas rupturas. Pensemos en los romanos: tenían su hogar, su casa, sus dioses locales y familiares. Pero en un momento dado tenían que ir a la guerra, tenían que salir al ágora, tenían que debatir en público, tenían que enfrentarse a retos y peligros, tenían que irse con las legiones, lejos. Las épocas modernas y contemporáneas son épocas de buscar un hogar y de salir del hogar, de situaciones al aire y al desaire.

En esta situación, usted afirma que Leopardi y Giussani son faros en la niebla, ¿por qué?
Giussani está obsesionado con qué hacer con los jóvenes que están en una especie de aventura dramática, tragicómica, melodramática. Acompaña esa experiencia y en los años 50 está dispuesto a hacer algo significativo al respecto. Es una persona muy normal del norte de Italia. Con su catolicismo complejo, sabedor de los muchos compromisos que hay que hacer para seguir funcionando, que sale de una experiencia llena de ambigüedades y rarezas, donde estaba el fascismo y la Democracia Cristiana y otros movimientos. Pero Giussani tiene un impulso vital, un impulso romántico. Ve y entiende la experiencia que va a proponer como una experiencia de religiosidad. Es una experiencia combativa, no en el sentido de combatir contra algo o alguien, sino de estar llena de impulso, de encuentros, de amores, de identificaciones, de ayudas, de dones. Es un impulso que da una satisfacción inmensa. Y resulta que tiene una querencia singular por Leopardi, que es llamativa.

Leopardi, que es un poeta ateo.
Sí, por supuesto. Leopardi está desesperado pero canta con una vivacidad inmensa su desesperación. Hay una contradicción entre esa desesperación y cómo Leopardi vive el presente, hasta el final y más allá del final. Hace un canto a la vida que Giussani entiende como algo afín a su propio sentimiento. Es intensidad en la soledad a veces, estar y no estar en el sitio. En un espacio difícil de definir con palabras precisas porque tiene una contradicción interna, pero con un mensaje claro: la intensidad del compromiso con la vida y con el momento presente. En medio de la desesperación que produce ir hacia la nada, Leopardi grita intensamente como si su grito fuera a persistir indefinidamente. Es una situación límite que me resulta difícil precisar con palabras. Hay una afinidad entre Giussani y Leopardi en la afirmación de la vida, aunque sea en forma de protesta por una vida corta, o por una vida insuficiente. ¿Hasta dónde llega esa afirmación y de qué modo podemos digerir esa experiencia? Es algo abierto. Yo no creo haberlo hecho del todo. Intento acercarme a y lo entiendo así. El sentimiento de lo sublime de Leopardi es algo que a Giussani se le queda en la cabeza y en el corazón. Habla de la sublimidad del sentir como un referente. Es un impulso de ir hasta el límite pero nombrándolo lo más posible. Se trata de un momento curioso de la experiencia occidental moderna, que se suele expresar de manera irreligiosa o arreligiosa. El espíritu religioso puede sentir una afinidad profunda con esa experiencia, es una especie de fraternidad de talento, de talante. No puedes atravesar esa experiencia, no tienes derecho a modificar los términos en los cuales la gente ha expresado sus sentires. Expresar el sentir es muy complicado. No es obvio saber hacerlo. Es un problema de reflexión, de psiquiatra, de confesor, de amante que te comprende, de amistades íntimas. Es lo que le pasa al matrimonio Curie. En su manera de plantear las cosas, donde no aparece Dios alguno y no hay experiencia religiosa, hay una especie de apasionamiento por encontrar algo que es explícitamente existencial, moral. Se trata de encontrar afinidades selectivas entre lo criptorreligioso o lo religioso que no se expresa como religioso, y la religiosidad. Creo que Giussani hace un intento meritorio, que no tiene por qué ser logrado, las cosas no se logran necesariamente. Me parece llamativo. No interpreto lo que hace CL como organización, si está haciendo en el mundo esto o aquello, ahí no entro. Miro el testimonio de Giussani que tiene un ansia de cuidar las almas, y que plantea ese ansia en unos términos lo más próximos posible al Leopardi que tiene enfrente.

Es llamativo que Leopardi sea una compañía para Giussani y no un enemigo.
No es un enemigo, es casi una especie de alma gemela. Es un personaje que va a su aire, que tiene su propia vida. Hay que respetar rigurosamente su experiencia en sus propios términos, de lo contrario Giussani no sería fiel a la amistad con él. Si hay amistad, reconoces las experiencias de los otros. Se reconoce, torpemente, como suelen ser los reconocimientos recíprocos, que nunca son nítidos ni claros y tienen siempre su componente de percepción confusa. Esa era, por lo demás, la visión que tenía la gente del Barroco, centrada no tanto en la idea clara y distinta cartesiana cuanto en percepciones confusas que se van mejorando en lo posible. Esto es importante para entender la modernidad no en clave de la Ilustración dieciochesca, sino en claves más complejas. Hay una conversación compleja entre unos tiempos históricos y otros que, con la necedad narcisista del momento presente, se olvida. Una conversación que está en contra de un ir deprisa, deprisa, buscando un futuro vacío. Y así no se tiene la menor idea de que, por poner un ejemplo, de repente va a haber una guerra en Ucrania.

¿La ciencia y el arte pueden ayudar a esa conversación?
Los científicos puros están obsesionados con su ciencia, y ese mismo apasionamiento les da raíces. Hay pistas interesantes en el humanismo laico, secular, y, por supuesto, en los artistas. La ciencia juega a traspasar continuamente su propio umbral, dominada con frecuencia por delirios de grandeza. Por una parte es un error pero por otra parte, visto con perspectiva, es un error que puede incorporar aportaciones interesantes al proceso del conocimiento de la humanidad. Si los comprendes, has adelantado algo. Hay que tener un juicio graduado, esa es la clave de la educación. La educación no es información. Muchos parecen tan obsesionados con la información que no saben qué hacer con las complejidades y las nubosidades del pasado, porque piensan que tienen que (creen ellos) superarlo, o simplemente calificarlo de bueno o malo, exaltar uno, cancelar otro; esto es terrible.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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