Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982, nos ofrece en esta ocasión una novela mucho más profunda que las anteriores. ¿En qué consiste esa profundidad? Vamos a tratar de explicarlo a continuación.
Tras la mal llamada «novela realista» del siglo XIX, los autores contemporáneos han intentado profundizar, penetrar en la vida del hombre. En esta realidad que vivimos, la presencia del misterio es una evidencia. Unos han intentado reflejarlo por medio de la evasión de una manera parcial, poniendo su mirada en lo explicable, en lo visible; otros mediante la magia o recurriendo a la inverosimilitud. Entre éstos últimos se encuentra García Márquez, quien en su obra Cien años de soledad intenta demostrar, como dice Joaquín Marco, que «lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico»1.
Sin embargo, la búsqueda de este autor no se ha estacionado ahí; la obra que tratamos representa un paso más. En ella se cuenta la historia de dos amores, amores reales, mirados en su cotidianeidad, con dolores, insatisfacciones, esperanzas, dudas... Late una gran humanidad no cerrada en sí misma. En ella se vislumbra lo durable, lo no irreductible, pero no hay salida. No hay idealización: el amor es posible a pesar de los pesares. Así, la relación entre Fermina Daza y Juvenal Urbino no es perfecta (están presentes los roces y las limitaciones), pero eso no es lo que define su amor; no es una imagen o algo
sublimado, todo lo contrario, es cercano y real. Fermina expresa el dolor por la muerte de su esposo: «Una vez muerto el esposo no le dejaba a ella ni los vestigios de su identidad. Era un fantasma en una casa ajena en la cual vagaba a la deriva, preguntándose angustiada quién estaba más muerto: el que había muerto o la que se había quedado».
Especialmente hermoso es el tratamiento del amor de senectud encarnado en Florentino Ariza y Fermina. Podrían definirse como delicadeza en el cansancio. No son reliquias humanas incapacitadas para el amor, sino personas creadas para amar.
El sexo en el caso de Juvenal y Fermina está profundamente ligado al amor. En Florentino refleja una infatigable búsqueda.
El estilo es libre y suelto. Esta técnica no se queda en un mero juego formal, sino que expresa la belleza del amor.
De cualquier forma, probablemente el título sea el mejor camino para hablar de esta novela: El amor en tiempos del cólera.
1. Véase el estudio introductorio de Joaquin Marco, «Gabriel Márquez y sus "Cien años de soledad"». Cien años de soledad. Austral, Madrid, 1982
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