En Filipinas ha caído la dictadura de Marcos. Una revolución sin derramamiento de sangre da lugar a la llegada del nuevo gobierno, presidido por Cory Aquino. Es significativo el modo de afrontar el conflicto del pueblo filipino, y la postura clara de sus obispos, en un momento difícil para la vida de la nación. Con frase de Lucio Toht: «Ayer Polonia, hoy Filipinas; donde los creyentes descubren su identidad, dejan un signo que cambia la vida».
Esta no es la vía de la utopía. Esta es la vía de la razón y la razón no quiere cosas mediocres, sino el heroísmo cotidiano del amor. Este heroísmo está al alcance de cada hombre, cada cultura, cada nación. Consiste en ser fuerte en la verdad.
Después del caso de Polonia es la primera vez que un episcopado invade así el campo completo de la vida del hombre. Pero no ha superado los límites de la propia misión. Y a quien les acusa de escasa prudencia por negar la legitimidad al dictador, se le puede responder que la única prudencia es la que, salvando las razones de la verdad, impide el derramamiento de sangre.
Hoy el peligro parece menor, pero si la Iglesia hubiera aceptado la camisa de fuerza que la relega a los restringidos temas pastorales, en estos días no se hubiera dado un pueblo haciendo de colchón, dispuesto a dejarse arrollar por impedir que dos máquinas de guerra entraran en combate. El coraje, la fuerza de la verdad, se demuestran como el único mecanismo de la historia digno del hombre.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón