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Durante las últimas semanas se ha recrudecido la violencia en el Líbano, incluso entre las milicias cristianas. Continuamente estallan coches bomba en Beirut Este, actual reducto cristiano. Un dirigente falangista (cristiano), al ser preguntado por los autores de la acción, se limitó a afirmar: «son los mismos que desde enero ponen en Beirut Este una bomba cada semana». Se refería a los partidarios del acuerdo tripartito de Damasco. Ese acuerdo con Siria, ya papel mojado, fue firmado a finales del año pasado por los principales dirigentes de las milicias drusa y shií, y también por el entonces dirigente de la milicia cristiana, Elie Hobeika. Pero el presidente Gemayel y el líder miliciano Geaga desautorizaron a su compañero; entonces comenzaron a aparecer los coches bomba. El Papa recibió en Roma, interrumpiendo los ejercicios que preceden a la Semana Santa, al presidente Gemayel, el cual le explicó su postura de rechazo del acuerdo por considerar que ponía en peligro la futura soberanía del país. De hecho, un reciente congreso de líderes políticos y religiosos cristianos cristianos libaneses afirmó su voluntad de diálogo para llegar a un acuerdo, pero con la condición de que se respete la soberanía del Líbano.
UN POCO DE HISTORIA
Pero hablamos de soberanía «futura». ¿Qué quiere decir esto? El Líbano es un país donde se ha vivido el milagro de la convivencia pacífica, e incluso enriquecedora, entre diversos grupos musulmanes y cristianos. Entre los primeros están precisamente: sunnitas (el grupo más numeroso), drusos y shiítas. Entre los cristianos hay gran variedad de ritos: maronitas, armenios, caldeos, ortodoxosos, melquitas, protestantes; la Iglesia maronita es la más importante. Sin embargo, está convivencia ya apenas existe.
El tercio sur del territorio está en manos del ejército israelí y, el resto, salvo una estrecha franja que comprende Beirut, está ocupado por el ejército sirio. ¿Cómo se ha llegado a este situación?
La inestabilidad política existe en el país desde el momento de su independencia, al finalizar en 1944 el protectorado francés. Desde entonces, existe un pacto según el cuál el presidente de la República ha de ser un cristiano, el presidente el gobierno un sunnita y el presidente del parlamento un shiíta. En 1948 comenzaron a llegar a la región refugiados palestinos presionados por el conflicto israelí. Desde entonces, existen campos de refugiados y una guerrilla numerosa apoyada por las fuerzas musulmanas más extremistas del Líbano. Hubo una crisis y una guerra civil siendo presidente Chamoun en 1958.
Desde entonces se superó la crisis bélica con gobiernos de coalición.
La situación social fue deteriorándose día a día en parte por la afluencia masiva de palestinos en los campos de refugiados y, en parte, por la acción de Siria e Israel -respaldados por la URSS y EEUU, respectivamente-. En 1975, estalló una nueva guerra civil cuyo curso parecía de difícil salida al cabo de un año de combates. La solución fue que Siria invadiese el Líbano en junio de 1976 con el acuerdo de las grandes potencias implicadas. Así se evitaba la intervención directa de éstas y se aseguraba la integridad del territorio nacional, que estaba fuertemente amenazada por Israel.
Los intereses israelíes en el sur del Líbano son de carácter económico, derivado de la necesidad de agua que tiene la nueva agricultura de Israel. Las necesidades son mayores y, sin embargo, el Jordán proporciona en los últimos años un menor volumen de agua. Las aguas del Litani, valle al sur del Líbano, y la situación estratégica privilegiada de la región convierten esta zona en un objetivo imperialista de Israel. Por esto, el deterioro de la situación interna del país favorece sus pretensiones. Desde entonces, constantemente ha sido quebrada la «paz siria». La presión israelí avanza en oleadas por el sur, a pesar del continuo envío de fuerzas de pacificación de la ONU. Además, la posición de Siria es ambigua, ya que en la práctica su actuación no ha sido pacificadora, sino que ha recrudecido los combates y la intransigencia en la sociedad libanesa. Sus intereses son imperialistas. Esto se ha visto en el último intento de acuerdo, que institucionalizaba una situación de «amistad fuerte en aspectos informativos, económicos, políticos y militares» que en realidad es una dependencia que podemos calificar de anexión encubierta.
LA INDIFERENCIA OCCIDENTAL
El terrible drama de estos tres millones de personas en un territorio de 10.000 km2 suele encuadrarse por nuestros medios informativos dentro de la crisis medio-oriental y del conflicto palestino, perdiéndose en la espiral pro-contrao en la simplificación de datos estadísticos. En realidad, estamos desinformados. Este mismo año, el periódico Ya reducía, en un comentario a la información sobre el debatido acuerdo tripartito, el problema libanés a un simple cambio numérico en la proporción de la población cristiana respecto a la musulmana.
Es necesario recuperar el empeño por la verdad y por la paz. Destacar -por un momento, al menos- el espacio necesario de responsabilidad y solidaridad urgente para un pueblo abocado a la destrucción. Sobre todo si es verdad -como lo es- que la responsabilidad y la solidaridad nacen de una posición humana que, precediendo al análisis político, se orienta al derecho del hombre y de los pueblos a una existencia libre. De otro modo, entramos en un conformismo interesado que fácilmente se hace inercia e indiferencia. Conformismo que lleva a simplificar el problema y a hacer informaciones equívocas como la de que «no se puede atender a la cuestión libanesa sin primero atender las aspiraciones y derechos del pueblo palestino».
UN PUEBLO PERSEGUIDO. UN PAIS INVADIDO. UNA ESPERANZA PRESENTE.
Frente a esta mentalidad, es preciso recordar algunos puntos importantes:
1. La comunidad cristiana libanesa padece una auténtica persecución, que casi llega al genocidio. El desfile de víctimas es continuo desde hace años. Las emigraciones de sus comunidades constituyen ya un verdadero éxodo. De un total de 1.600.000, unos 300.000 han huido a Beirut y alrededores o a la montaña, y otros muchos a Canadá y otros países. De hecho, el 70% de los emigrados en los últimos diez años son cristianos. No es un hecho aislado la huida a Australia de 2.000 personas de una zona del sur que tuvieron que volver por no ser admitidos. Cerca de dos millones de personas viven en un terreno de 1.000 km2 (densidad por tanto, de cerca de 2.000 hab/km2 más de veinte veces la de nuestro país), lo cuál ha supuesto una avalancha de prófugos, pobres y superpoblación. La violencia y la venganza se han convertido en una forma de vida.
2. Las múltiples injerencias extranjeras contribuyen a la desintegración política del Líbano o bien a mantener el país en devastación humana y civil. Sus diversos componentes étnicos y religiosos pueden y deben convivir. No olvidemos que el conflicto del Líbano no es una guerra de religión. La experiencia antigua y reciente demuestra que la posibilidad de la convivencia existe. Es preciso recordarla.
3. Antes indicábamos la situación de violencia desencadenada estas semanas entre las milicias cristianas. Esto es un escándalo para los cristianos, a los que once años de sufrimientos y guerra han provocado una firme voluntad de vivir más unidos.
En otras ocasiones, ha sido excesiva la dureza de sus acciones como las masacres en campos de refugiados palestinos y en momentos de asedio desesperado. Pero no es esa toda la realidad sobre los cristianos del Líbano en el conflicto actual. Las voces más autorizadas de la Iglesia maronita no tienen inconveniente en reconocer que una victoria militar en el campo está más allá de toda previsión. Incluso no es ni siquiera el verdadero objetivo. Quien no sea musulmán puede existir como «concesión», pero no por propio derecho. La presencia cristiana en el mundo árabe se concibe como profanación; sobre todo cuando esa presencia tiene una expresión cultural fecunda que ha supuesto un diálogo y un puente natural entre Occidente y el Mundo Árabe. Y, sin embargo, el Líbano fue siempre concebido por los musulmanes como un reducto cristiano. Uno de los nombres en árabe del Líbano es bzfad al-maszhzn, esto es, «el país de los cristianos».
La llamada despectivamente «occidentalización del Líbano» es un escándalo económico y humanitario para el mundo islámico actual.
Económico, por el alto nivel de desarrollo y de bienestar que se alcanzó. Humanitario, por la importante presencia de obras asistenciales, educativas y caritativas de la Iglesia. A sus escuelas y colegios van gran cantidad de niños musulmanes; los hospitales son numerosos e importantes; proliferan librerías, editoriales y medios informativos. Las universidades pretenden ser un instrumento de recuperación y propuesta de la tradición cultural cristiana como factor de unidad y diálogo.
La responsabilidad de la Iglesia maronita no está sólo en la unidad del Líbano, sino en crear una mentalidad de tolerancia en el mundo árabe. También por vivir en solidaridad con otras minorías cristianas que ya perdieron mucha de su libertad tradicional en otros países donde crecen las sectas musulmanas extremistas. La ecuanimidad de sus juicios, el testimonio de su sufrimiento y su caridad en defensa de la condición humana son una concreta esperanza de paz y regeneración.
No obstante, es necesario todavía que su compromiso con la paz y la justicia crezca en inteligencia y capacidad de riesgo. Muchos piensan que la Iglesia por su misma autoridad no debe sustraerse al empeño de proponer un terreno, una hipótesis de progreso que sirva como base para la discusión y para el diálogo del pueblo libanés y acabe con aquella nostalgia del pasado al que es imposible volver.
SUNNITAS
Nombre que se da en el islamismo a los ortodoxos (los más numerosos) por oposición a los shiítas.
SHIÍTAS
Grupo musulmán, partidario de Alí, que considera ilegal la sucesión del califato y defienden el carácter semidivino del imán. Actualmente, sus grupos suelen ser los más extremistas y fundamentalistas. Reaccionan a la occidentalización indiscriminada del mundo árabe con una islamización también radical.
DRUSOS
Secta ismailita o fatimí extremista. Hablan dialecto árabe. Viven principalmente en Siria y el Líbano.
Hasta el s. XIX vivieron en buen entendimiento con los maronitas pero desde 1842 llevaron a cabo matanzas de maronitas por motivos religiosos. Se han sublevado en varias ocasiones.
PALESTINOS
En 1948, muchos habitantes musulmanes de Palestina huyen hacia el sur del Líbano presionados por las fuerzas armadas del nuevo estado de Israel. Desde allí, luchan por recuperar la posibilidad de vivir en su nación. Constituyen un factor de inestabilidad y de islamización en el Líbano. La entrada pacificadora de Siria se ha convertido en realidad en un apoyo bélico a la guerrilla palestina y una excusa para controlar todo el territorio libanés.
COMUNICADO DE LOS OBISPOS MARONITAS EN FAVOR DE LA SOBERANIA Y UNIDAD DEL LIBANO
En el marco de la crisis que el Líbano atraviesa actualmente, los obispos maronitas -reunidos en Bkerké el 22 de enero de 1986 bajo la presidencia del administrador apostólico del Patriarcado maronita, (mons. Ibrahim Hélou) examinaron la situación actual del país en todos sus aspectos -político, nacional, social- y publicaron el siguiente comunicado:
1. El Líbano ha sido -desde sus orígenes- un refugio para los perseguidores de cualquier género, que han encontrado en él asilo, a causa de la posición geográfica del país.
2. La Iglesia maronita se asentó en el Líbano desde su constitución, formando en torno al Patriarcado el núcleo de la patria libanesa, en la que se han reunido todos los refugiados de cualquier confesión y comunidad. Se creó así el Líbano histórico.
3. Las bases sobre las que se apoya esta patria, formada por grupos diversos, han sido la libertad y la convivencia pacífica entre sus miembros, unidos contra los invasores.
4. La Iglesia maronita está decidida a cumplir su papel histórico con firmeza y tenacidad hasta el martirio, en una patria unida desde el punto de vista social y geográfico, en la que se hagan realidad las siguientes libertades: libertas de creencias y de práctica religiosa, de expresión y de acción política, libertad de iniciativas independientes en el marco de la Carta de los Derechos del Hombre, libertad de tratar con otras naciones del mundo, desarrollando el papel civilizador e histórico propio del Líbano.
5. La Iglesia maronita considera al Líbano un país que forma parte de la Liga Árabe y, por la continuidad geográfica y las implicaciones económicas e históricas, considera que Siria es el primer país hermano y que el Líbano no debe constituir un terreno abierto a las conspiraciones, ni un terreno de luchas para resolver problemas ajenos.
6. La Iglesia maronita anuncia que el Líbano rechaza cualquier injerencia extranjera en sus asuntos y se mantiene libre en sus decisiones y en la garantía de sus libertades bajo la protección de un régimen democrático que tutele los derechos de cada comunidad y rechace cualquier hegemonía interna y externa.
7. La Iglesia maronita anuncia que el derecho a la propiedad es sagrado y que la explotación de las riquezas económicas debe estar al servicio de los intereses ciudadanos.
8. La Iglesia maronita considera ciudadano libanés a cualquiera qué tenga la nacionalidad libanesa o la haya obtenido legalmente; tanto si es residente como si es emigrado, tiene todos los derechos y todos los deberes de cualquier otro ciudadano. La Iglesia maronita hace una llamada a todos los libaneses a poner todas sus fuerzas espirituales, morales y materiales al servicio de la patria, bajo la protección de una constitución que esté articulada sobre estos principios, los cuales deberían ser ratificados por los organismos y por las instituciones responsables.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón