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Huellas N.1, Marzo 1986

CARTAS

CL fuera de Madrid

Ofrecemos a continuación, las cartas-testimonio que des­de diversos lugares de España -Valladolid, Palencia, Cór­doba y Barcelona- (así como Salva desde Mahón, donde es­tá haciendo la mili) nos han enviado nuestros amigos, ha­ciéndonos partícipes de la vi­da que comparten con noso­tros.

CARTA DE SALVA
Antes de todo quiero deciros que sigo vivo aun­que no tengáis noticias mías. Fue poco el tiempo que pudimos hablar du­rante los ejercicios, pero creo que éstos fueron lo suficientemente impor­tantes para mí como para ayudarme a ir viendo ca­da vez más cosas. De hecho, a la sema­na siguiente, me dio por proponer en la misa de la Estación Naval que mere­cía la pena vivir más a fondo el valor que nos unía al estar allí. Es así como surgió la escuela de comunidad que hacemos en un local que nos cedió el párroco de una iglesia de Mahón con el que con­tacté gracias a un amigo suyo durante los ejercicios.
He de decir que está siendo una ocasión muy importante para crecer, pues comunicando esta experiencia uno se clarifi­ca. La verdad es que nos vamos viendo cada vez más, (generalmente fines de semana) y la amistad entre nosotros va crecien­do. Llevamos tres sema­nas y Huellas (1) como texto y de la verdad que cada vez que pienso en lo que ha nacido en esta isla, o mejor dicho está na­ciendo, me doy cuenta que el designio de Dios es imprevisible. ¿Quién iba a imaginar que yo empe­zase a comunicar esta ex­periencia y empezar a compartirla y vivirla? Y lo que es más paradójico pa­ra mis compañeros milita­res, es la alegría que se manifiesta en el vivir este acontecimiento. Surge la pregunta: ¿cómo puedes estar alegre y pasártelo bien después de que te han destinado aquí, a Mahón, a un lugar en que -de partida- no cono­ces a nadie? Y la respues­ta no la pensé dos veces: porque vivo una amistad, una compañía guiada ha­cia destino de mi propia persona (incluso si estoy aquí con un carácter «for­zoso»).
Pero si tuviera que re­sumir mi vida actualmente diría que es un mo­mento grande en el que el Señor me pone delan­te el significado de la compañía que pude encontrar un día. Es por ello que puedo agradecer al Señor esta ocasión que es­tá poniendo en mi vida, y le agradezco también de un modo especial porque me está enseñando a de­cir un sí de un modo más personal.
En estos momentos de la historia que vivi­mos, pido a la Virgen Ma­ría que me conceda aprender (como hizo Ella), el amor de Cristo y la pasión para comunicar­lo cada vez más a todos los que vamos encontrando. Pido también para que pueda compartir ca­da día la responsabilidad de la presencia de Cristo en el mundo.
Sin más, me despido de vosotros con las pala­bras que repetimos estos días:«¡Ven, Señor Jesús!» Y que dentro de muy po­co tomarán respuesta en la encarnación de Dios. Un fuerte abrazo de Sal­va.
Salvador Santabárbara

(1) Cfr. Huellas de expe­riencia cristiana; Luigi Giussani. Ed. Encuentro, Madrid, 1978.

DESDE VALLADOLID Y PALENCIA
La Comunidad de Va­lladolid empieza a ser una realidad; la providencia ha facilitado el encuentro con un grupo de amigos que empiezan a vivir la presencia de Aquel que está entre nosotros. Cada uno de nosotros tenemos historias muy diferentes (en general procedemos de movimientos eclesiales en los que vivimos y cre­cimos en nuestras vidas de fe y sin cuya ayuda posi­blemente no hubiésemos encontrado a esta otra realidad eclesial que es CL), y nuestro encuentro con CL ha sido también muy distinto; algunos de nosotros ya vivíamos el movimiento en otras ciudades y debido a cuestio­nes de trabajo o estudio hemos tenido que desplazarnos a esta ciudad; otros, sin embargo, se acercaron a través del en­cuentro que Nueva Tierra (como asociación cultural) organizó en Avila el año pasado; para los demás el encuentro ha sido fortui­to y casual (aunque cada vez estoy más convencido de que el Señor ha inter­venido en ese encuentro).
Puedo contar yo mi caso concreto: un día, unos amigos me hablaron de C.L. Y me invitaron a la presentación que Gius­sani hizo en Madrid. La alegría y el estilo de vida de estos nuevos amigos me cautivó y me impulsó a construir todo aquellos que ellos intentaban vivir. Más tarde un grupo de Madrid, nos visitó; Javier Calavia nos contó la expe­riencia que estaba vivien­do y lo que C.L. significaba. Esto me supuso ve­rificar la generosidad que se vivía en el movimien­to.
El movimiento está suponiendo un gran cambio en mi vida; las cosas que hago no han variado mucho, aunque si el sen­tido con las que las hago, me encuentro gozoso y con una paz de la que an­tes carecía. En estos mo­mentos, Dios -a través de personas concretas- ­me ayuda a encontrar el sentido de toda mi activi­dad; empiezo a confiar en el, le «dejo hacer», co­mienzo a vivir mi fe en compañía. Todo es mara­villoso, pero también he dejado en el camino todo aquello que dificultaba el encuentro con el Señor y con mi hermanos, y esto también ha sido doloroso en algunos momentos, pero, a pesar de los mo­mentos difíciles, lo que vivo merece la pena.
Unos amigos me han descubierto una manera más auténtica de vivir y espero que a través de vo­sotros podamos cambiar el mundo que vivimos, hacerlo más humano.

Carlos Polanco

DESDE CORDOBA
Algo ha sucedido en­tre nosotros. Algo que oímos, que vemos con nuestros ojos y contem­plamos, algo que palpan nuestras manos. Y es que la vida humana más be­lla, se nos está dando. Ya empezamos a recibirla cuando hace unos años formamos un grupo en un parroquia de Córdoba y nos pusimos a construir Iglesia.
Creció después la fas­cinación por nuestra pro­pia vida cuando esta be­lleza se nos mostró más claramente en la vida de N.T. Y ahora, este don se nos vuelve a dar con una plenitud que va más allá de lo esperado y que nos escandaliza por ser verda­dero. Esto es lo que está ocurriendo: un derroche sobre nosotros.
No quedamos sorpren­didos de que en realidad lo que está sucediendo en Madrid y aquí sea lo mis­mo: Cristo se nos está dando con una evidencia sorprendente, y su pre­sencia entre nosotros a través de la compañía produce en primer lugar un gozo y una alegría in­mensos. Y después eso, eso mismo que vosotros vivís: la pasión por nues­tra propia vida y libera­ción del moralismo y del voluntarismo, porque una pedagogía nos está enseñando el verdadero rostro de nuestra fe, una nueva sensibilidad para los hombres que nos ro­dean...
Cuando analizamos la amistad que teníamos an­tes y lo que ha surgido ahora, vemos con gran claridad el milagro de la unidad que se está produ­ciendo y sólo pudimos responder con una acción de gracias.
No es que no haya de­bilidad. Hay momentos de oscuridad. Pero enton­ces reconstruimos nuestra fidelidad haciendo me­moria de lo que ha suce­dido entre nosotros. El otro día comentaban los bachilleres su sentimien­to de desánimo y pérdida de ilusión; pero al anali­zarlo vimos que su raíz era la falta de tensión en vivir la compañía. A ve­ces caemos en nuestras es­cuelas de comunidad en la dialéctica, en cierta es­terilidad, pero casi siem­pre la raíz está en que no afirmamos con toda la fuerza necesaria a Aquél que nos constituye.
Y esto que nos ha su­cedido, es también un acontecimiento para los que nos rodean, para nuestras familias, para nuestros amigos e incluso -aunque somos pocos- ­para la Iglesia de Córdo­ba.
Algunos no lo entien­den, otros se sienten atraídos y están los que lo rechazan. De hecho hay personas que sin sentirse vinculados a él, participan de nuestra amistad. De vez en cuando nos invade el vértigo de la fra­gilidad: un grupo pequeño, lleno de limitaciones, sin una persona que en­carne especialmente la vi­da del movimiento, sin uno... pero son precisa­mente estos hechos los que le conducen a una mayor pobreza y a reco­nocer con más claridad cuál es el fundamento de todo.
Hay un deseo inmen­so de ser más, de crecer. Y no es afán de proselitis­mo barato. Es desear que la vida que estamos vi­viendo sea compartida por mucha más gente. Pero comprendemos que esto sólo es posible en la medida en que profundi­cemos y vivamos con más radicalidad la compañía. Es muy importante que sepáis que nuestra forta­leza sois vosotros. Tenéis un gran compromiso por­que sólo será posible que nuestra realidad se ahon­de, crezca y tenga toda su fecundidad en la medida en que rompiendo las ba­rreras del espacio viváis la compañía con nosotros.
Pepe, Miguel, Fernando y Rafa

DESDE BARCELONA
La experiencia del movimiento en Barcelona es aún muy embrionaria, tanto desde el punto de vista numérico como des­de el punto de vista de la madurez de nuestra com­pañía. Es decir, somos poco conscientes de que nuestro espesor humano depende de nuestra rela­ción con la comunión que hace presente a Cristo.
Sin embargo, cual­quier inicio exige que tú seas auténtico en todos los momentos, pudiendo así experimentar cómo la ad­hesión a Cristo te trans­forma en un hombre li­bre.
Libre de proponer lo que vives sin miedos ni proyectos, simplemente porque es una exigencia tuya comunicar esta belle­za que has encontrado, y que no es una opinión, si­no una objetividad com­prensible por cualquier hombre.
Libre en la aceptación de ti mismo, aunque evidentemente no seas como quisieras ser, pero no te sientes atado por tus in­capacidades.
Libre en la aceptación del otro, para poder amar y valorar al otro tal como es. En definitiva, se trata de una mayor atención al hombre y una mayor sen­sibilidad en reconocer un acento humano que ya no te permite permanecer quieto.
Otro hecho que nos ha sorprendido es consta­tar que la pertenencia, que algunos de nosotros ya viven, da una persona­lidad y una identidad que te hace capaz de dialogar, y te permite confrontar las razones del mundo con los criterios que vives en esta compañía. Esto lleva por ejemplo, a hacer una propuesta con un jui­cio claro frente a jóvenes universitarios que, aun­que cristianos, quieren presentarse ante los de­más como agrupación «arreligiosa» poniendo a un lado, para dialogar, aquél rostro cristiano que tanto les pertenece en otros ámbitos.... Si no propones la mejor vida que tú experimentas ¿pa­ra qué gastar tus energías?
Esta circunstancia nos hizo comprender lo im­portante que es la dimen­sión cultural de la fe, que permite una comparación sin razones de una fe es­téril, poco creativa y des­tinada a morir.
Nosotros queremos ser «hombres nuevos, creadores de historia, constructores de nueva humanidad», y acepta­mos la ayuda de todos.
Diego Giordani

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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