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Huellas N.1, Marzo 1986

INVITACIÓN A LA BELLEZA

Cantar con un porqué

Cristina Gallego

« (...) La música colabora hacia un entendi­miento de los auténticos valores humanos y espi­rituales. Resulta ser un medio efectivo de unión entre los pueblos de diversos orígenes, idiomas, culturas y mentalidades.
La música posee una inmensa capacidad para expresar las riquezas de cada cultura. Su natura­leza le permite lograr que resuenen las armonías interiores, suscitar emociones internas y profun­das, ejerciendo una poderosa influencia con su en­canto. Como si fuera la voz del corazón, la músi­ca suscita ideales de belleza, anhelos de una ar­monía perfecta no perturbada por las pasiones hu­manas, el sueño de la comunión universal.
Por su trascendencia, la música es también ex­presión de libertad: incluso cuando todo parece desalentar y coartar al hombre. La música, como la utilizada en la Santa Mi­sa, está también al servicio de la fe. La fe no sólo necesita proclamarse y expresarse; necesita tam­bién ser cantada. La relación entre la Iglesia y el arte se mantiene viva y fructífera en el ámbito de la música.
La cultura es una expresión del hombre, una confirmación de humanidad. El hombre crea cul­tura y por medio de ésta se crea a sí mismo. Se crea a sí mismo con el esfuerzo interior del espí­ritu, del pensamiento, de la voluntad y el cora­zón.
Al mismo tiempo crea cultura en comunión con los demás. La cultura es una expresión de co­municación, de pensamiento compartido y de co­laboración entre seres humanos. (...)».

Este pequeño discurso de Juan Pablo II nos ayuda a la reflexionar sobre la importancia que para nosotros tiene la música. En primer lugar co­mo anuncio, como responsabilidad a la que nos debemos dedicar plenamente; esto no significa que nos mantengamos todo el día ocupados en ello, sino que exista una seriedad y una entrega en los momentos en que es expresión de nuestra vida.
Esta responsabilidad frente al anuncio nace de la conciencia que tenemos de lo que hacemos, por­que sabemos que a través de cada gesto (la ale­gría de nuestros rostros, la forma de estar, el querer cada vez hacerlo mejor... ) pasa la credibilidad del anuncio. «Un poeta católico debería ser apóstol an­tes de ser poeta; y no intentar ser poeta antes de querer ser apóstol. Porque si se presenta a la gen­te como poeta será juzgado como tal: y si no es buen poeta, su apostolado será puesto en ridícu­lo», como dice Merton.
Y es entonces cuando el esfuerzo que hacemos -a la hora de cantar o en la atención cuando escuchamos ( incluso cuando estamos cansados o no sabemos muy bien lo que quiere decir),- tiene un sentido, como dice J.P. II: «El hombre aprende a gozar de unos frutos que ninguna restricción le impedirá jamás entender, saborear y amar».
Surge por tanto una vocación, una llamada hacia el arte; vocación que bien vale el nombre de misión, ya que ésta resume los conceptos de don, responsabilidad, testimonio y anuncio.
Y es a través de esta pasión (por la música en concreto) donde se hace notar que la fe no puede ser una ideología: que Cristo no es una abstrac­ción sino una persona, una realidad que la expe­riencia nos hace encontrar. Una experiencia que se halla en la comunión con otras personas, en el compartir y comunicar una misma cultura, co­mo recuerda la primera canción que compusimos: «... puedo sentir miles de brazos, un corazón, una sola voz ... ».
Para terminar, existe una canción que define el significado de lo que es el canto mismo; se lla­ma «Povera voce» (De Maretta Campi y Adriana Mascagni). Es_uno de los modos más bellos de ex­presar que existe una voz, una voz que nunca se
acaba y da sentido a nuestra vida; una vida que canta con un porqué:
«Povera voce di un uomo che no c'é
la nostra voce, se non ma più un perché:
deve gridare, deve implorare
che il respiro della vita non abbia fine
poi deve cantare perche l'eternità;
non puo morire, no puo finire
la nostra voce che la vita chiede all'Amor
non è povera voce di un uomo che non c'é,
la nostra voce canta con un perchè».

(Pobre voz la de un hombre que no lo es; nuestra voz, si no tiene un porqué debe gritar, debe implorar que el respiro de la vida no tenga fin debe cantar porque la vida existe, toda la vida llama a la eternidad no puede morir, no puede callar
nuestra voz que la vida pide al Amor pobre voz la de un hombre que no lo es; nuestra voz canta con un porqué).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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