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Huellas N.05, Mayo 2022

PRIMER PLANO

Cesal. «Estoy aquí para ti»

Ignacio Santa María

Jessica Martín, responsable del Programa de Refugiados de la ONG CESAL, cuenta cómo están acogiendo a los refugiados que huyen de la guerra en Ucrania

De momento son 85, pero en breve alcanzarán la cifra de 250. La inmensa mayoría de las personas que vienen a Madrid huyendo de la guerra de Ucrania y que entran en el programa de acogida a refugiados de CESAL está compuesta por mujeres y niños. Cargan en sus espaldas con el sufrimiento por un conflicto bélico que ha trastocado sus vidas no desde hace dos meses, sino desde hace muchos años. «Han sufrido muchos conflictos en su entorno familiar y de relaciones a causa de la enorme división que ha surgido en la sociedad ucraniana», explica Jessica Martín, responsable del Programa de Refugiados de CESAL, quien detalla que «muchos de ellos tienen familiares rusos o personas cercanas que han perdido la vida en los combates de las regiones del este».
La llegada de refugiados ucranianos está suponiendo un gran desafío para CESAL que, aunque ya tenía experiencia en acogida de refugiados, no había tenido que afrontar hasta ahora la atención de emergencia a personas recién llegadas de la guerra. «Esto implica responder a necesidades básicas y ofrecer unos primeros auxilios psicológicos, acompañar, apoyar y escuchar; así que es todo nuevo para todos: para nosotros y para ellos», destaca Martín.
CESAL es una de las entidades de referencia en el programa de acogida auspiciado por el Ministerio del Interior y la Fundación ‘la Caixa’. A corto plazo, ofrecerán unas 250 plazas para refugiados ucranianos en distintos centros: uno abierto hace solo unos días en Alcalá de Henares, con capacidad para 120 personas, así como dos más de próxima apertura en Pozuelo de Alarcón y en Collado Villalba, con capacidad entre ambos para otras 120. En etapas posteriores, los refugiados también podrán seguir su itinerario en centros y viviendas tuteladas que la entidad ya posee en San Blas y en Ciudad Lineal.

Muchas mujeres y sus hijos vienen con la idea de que el conflicto va a durar poco y que pronto podrán volver a su país y a su casa. «Esto no es realista –comenta la responsable de refugiados de CESAL– ya que, en el mejor de los casos, si el conflicto dura poco, el país estará completamente destruido y no habrá un hogar al que volver, un trabajo que retomar ni un marido o padre al que reencontrar».
Sus emociones son contradictorias. Por una parte, sienten orgullo y admiración por sus maridos o padres que se han quedado luchando en Ucrania, pero al mismo tiempo son conscientes de que han perdido lo más importante en su vida ya que, en no pocos casos, estos familiares han fallecido o es muy probable que mueran en los combates o bombardeos. «Esto supone una angustia permanente, porque no se puede hacer una experiencia de duelo sin saber con certeza si tu marido, tu padre o tu hermano ha muerto –refleja Martín–. No saben si han muerto ya, si morirán hoy o mañana…».
La responsable del programa añade que «a esto se une que tienen dentro de sí un espíritu de lucha, de iniciativa, de querer salir adelante pero a veces no es realista y es fruto de la desinformación de la que adolecen. Nos dicen: “quiero trabajar”, “quiero llevar a mis hijos al colegio”. Y les tenemos que responder: “Todavía no es posible sin conocer el idioma”».

A los pocos días de llegar a un centro de CESAL, se dan cuenta de que están en un lugar donde pueden descansar y donde se sienten seguros para expresarse. Entonces sale a borbotones todo lo que llevan dentro: el cansancio, el miedo, la ansiedad, el insomnio… Hacen muchas preguntas para las que los técnicos de CESAL no tienen respuesta de momento, pero la honestidad es imprescindible. «En estos casos es mejor decir: no tengo esta información que me pides, pero estoy aquí para dártela en cuento la tenga y, mientras tanto, intentaré responder a todo lo que puedas necesitar, desde escucharte a darte un abrazo. Incluso estoy disponible para que me preguntes todos los días lo mismo, aunque te tenga que seguir diciendo que no lo sé», relata Jessica.
Con todo, el mayor desafío es afrontar las profundas divisiones que hay entre los desplazados ucranianos. «Hay partidarios de una Ucrania soberana y defensores de la anexión a Rusia, y esto genera desconfianza entre ellos. No todo el mundo tiene una línea de opinión idéntica ante lo que está pasando», describe Martín, que apostilla: «En una guerra, uno de pronto puede sentir una enemistad acérrima por otro que, tal vez, ha sido amigo suyo desde la infancia».
En la cabeza de Jessica todavía resuenan las palabras que le dirigió Tania, una traductora ucraniana que lleva 15 años viviendo en España: «No sé cómo vamos a hacer para ayudarles a recordar que todos los ucranianos somos hermanos, que somos iguales y compartimos las mismas necesidades, que es más lo que nos une que lo que nos separa». Al oír estas palabras, la responsable de CESAL pensó que justamente ese era el objetivo de su trabajo: ayudar a los ucranianos –pero también a los españoles– a comprender que, en el fondo, somos iguales, que es más lo que nos une que lo que nos separa.
«En última instancia, yo soy tu hermana porque tenemos el mismo padre que es Dios: este debe ser el origen del afecto hacia los otros, no puede ser fruto de un esfuerzo por ser amables y generosos», subraya Martín, y remata: «nos equivocaremos, nos enfadaremos, nos olvidaremos mil veces, pero lo importante es retomar esta conciencia una y otra vez».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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