EL Cardenal Stefan Wyszynski, primado de Polonia desde 1948 a 1981, año de su muerte, es una figura clave en la historia polaca de la postguerra. Comenzó a ejercer su ministerio en una situación completamente nueva: un país profundamente católico gobernado por personas que tenían en su programa la lucha contra la misma Iglesia católica. El cardenal, tras largos años de trabajo, logra elaborar un modelo de relaciones entre la iglesia y el estado única entre los países del este: la Iglesia no entraba en conflicto directo con el estado y, al mismo tiempo, afirmaba con fuerza su propio derecho a existir y a expresarse culturalmente.
El cardenal Wyszynski fue detenido el 25 de septiembre de 1953 y estuvo preso en diversos lugares hasta octubre de 1956. «El diario de la cárcel» son páginas, según ha dicho el propio cardenal, redactadas para uso personal y sin intención de publicarse. Páginas, por tanto, que revelan una profunda intimidad y que expresan desde sus experiencias de oración y renovación espiritual importantes juicios sobre la situación polaca, críticas al degradante sistema comunistas y reflexiones sobre el papel renovador de la Iglesia en el seno de aquella sociedad.
El cardenal acepta la prisión y las humillaciones como instrumento necesario para construir el futuro; el suyo personal y el de toda la comunidad polaca: «El sufrimiento de un sacerdote enviado a dar testimonio tiene siempre sentido divino « ...Aunque es difícil darse a sí mismo, por poco que ello sea, si es por ti y por tu iglesia, yo me daré del todo. Escribo con angustia estas palabras, pues, si aceptas mi ofrenda, ¿seré capaz de agradarte? De todos modos, no te negaré nada a ti Señor, Amor, Redentor; ni al santo Padre, ni a las benditas almas, ni a mi grey. ¿No podría ocurrir que el sentido de mi pobre vida consistiría en convertirse en argumento de la verdad?; ¿será éste el mejor de mis actos? Si ello puede ensalzarte, dispón del todo de mí. Sigamos a María sierva del Señor».
« ...Debo dominarme. Mi corazón, mis pensamientos, deben quedarse aquí, donde Dios ha dispuesto encarcelar mi cuerpo. No quiero, Padre, aunque fuera obedeciendo nobles sentimientos, oponerme a tu voluntad. Si Tú has permitido que me cerquen alambradas, si me impides servirte en la catedral, -fiat voluntas tua-... » « ... ¿Puede mi dolor implorar tu indulgencia hacia mi nación y hacia la Iglesia, esta nación cristiana, que tu has entregado en manos de los impíos y traidores? No condesciendas conmigo, Padre... ».
Wyszynski se manifiesta así como un hombre absolutamente libre, lleno de amor y de tolerancia hacia sus enemigos. No cesa de rezar por ellos, mostrando que «el amor no reconoce la esclavitud». Su fuerza, su inflexible esperanza, y de su acto de consagración a la Virgen, que realizará el Stoczec el 8 de diciembre de 1953. «Gracias, reina de Jasna Gora, por la confianza que inspiras. Desde el primer momento, mi vida sacerdotal ha discurrido bajo tu guía y tú me has concedido el que en mi escudo episcopal campee tu imagen, imagen que se ha convertido en un programa de trabajo. Gracias en especial por estos años de cárcel que me han enseñado a ser tu esclavo y tu rehén. No me devuelvas la libertad antes de que la nación esté persuadida de los deberes de fidelidad para con tu Hijo».
El ejemplo del cardenal Wyszynski ha dado a la Iglesia polaca la fuerza para combatir toda prepotencia; una capacidad de sobreponerse al miedo en virtud de una fe que aún hoy es capaz de resistir los envites del estado polaco. Como señala el propio cardenal en su testamento:
«Considero una gracia el haber podido, con apoyo del episcopado polaco y ayudado por la Novena Mayor, los Juramentos de Jasna Gora y el Acto de consagración de Polonia a la Madre de Jasna Gora, preparar a la nación a ponerse a su servicio y emprender una cruzada de amor de cara al próximo milenario. Deseo ardientemente que los polacos permanezcan fieles a sus juramentos».
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