Nuestra intención es la de dedicar periódicamente un espacio para la publicación de una serie de trabajos, artículos, relatos de experiencias, etc., sobre la situación de la Iglesia en la URSS y en particular sobre la situación de los cristianos soviéticos, que son allí perseguidos y encarcelados por motivo de su fe. Algo que sistemáticamente todo el mundo ignora o silencia...
CON el título de «Ateísmo y cultura espiritual del socialismo» apareció el 6 de julio de 1984 un artículo en Moscú, en el diario Pravda, órgano oficial del partido.
« ... El camarada Chernenko ha subrayado que para nosotros la formación de un hombre nuevo es un problema clave... Una parte importantísima y constitutiva de esta formación es el ateísmo». Y continúa el artículo: «Uno de los méritos más grandes de Marx, Engels y Lenin consiste en el hecho de que ellos, por primera vez en la historia, se propusieron la tarea de liberar la cultura de la religión. El hombre se libera de la religión sólo en la medida en que reconoce su posibilidad creativa y su capacidad de cambiar el mundo con su propia fuerza... ».
Es muy posible que en el engaño y la mentira que esta frase encierra se encuentren las causas del gran problema social ruso, su alto índice de alcoholismo, así como, por otra parte, del resurgimiento del cristianismo en los últimos años.
Andropov dijo, en cierta ocasión, que sesenta años no eran suficientes para formar al hombre comunista. Yo añado que sesenta millones de años tampoco lo son. No es un problema de tiempo. Un hombre nuevo no hace de un régimen político; nace de un corazón nuevo, y nada humano es capaz de cambiar por sí sólo el corazón del hombre. Un hombre no cambiado no puede «cambiar el mundo con su propia fuerza». Sólo por esto me he atrevido a afirmar anteriormente que el artículo publicado en Pravda se basaba en una mentira. En este ambiente, la semilla del cristianismo empieza a extenderse de tal forma que, en una Rusia que niega la existencia de Dios (es uno de los pocos países declarado oficialmente ateo), se tiene miedo a la experiencia de vida que surge de la creencia en un Dios que no existe.
Utilizo la palabra miedo porque personalmente creo que es el miedo lo que está llevando al gobierno ruso a perseguir así a los creyentes. Miedo a la libertad que tienen, incluso en prisión; miedo a la imposibilidad de manipularles; y, sobre todo, miedo al ejemplo, al seguimiento y a lo atractivo del tipo de vida que ponen para una sociedad como la rusa.
En los últimos estudios soviéticos se revela una preocupación que quiero destacar como punto clave de este artículo: se menciona la difusión de una «extraña» y «peligrosa» teoría: algunos intelectuales ven el cristianismo «no tanto como un sistema de convicciones sino como un complejo cultural». Esta conciencia quiere atribuir a la religión un papel insustituible en la tradición cultural de la nación, apareciendo, por tanto, el ateísmo como un fenómeno transitorio y disgregante.
Mientras el gobierno soviético afirma que el problema existente entre cultura y religión es simplemente objeto de una lucha ideológica, con sus hechos nos muestra que esto no es cierto. Es también una lucha viva de prisioneros, manicomios y campos de trabajo, siendo estas muestras de violencia el arma utilizada para impedir su progresiva pérdida de terreno en el campo cultural.
Podría poner cientos de ejemplos sobre condenas en las que se violan los derechos humanos, sobre gentes encerradas en manicomios indefinidamente por ser católicos; ejemplos de hombres y mujeres llevados a prisión, a campos de trabajos por hacer proselitismo o por no enjuiciar su vida bajo criterios de lucha de clases. Pero me voy a ceñir a una de las réplicas de la URSS: Lituania, lugar en donde la Iglesia católica se ha convertido en presencia, hecho extremadamente peligroso.
Dada la intensificación de la propaganda atea, la campaña de calumnias en los medios informativos contra los sacerdotes y en general, las durísimas condiciones de la Iglesia en Lituania, se creó el 13 de noviembre de 1978 el Comité Católico para la Defensa de los Derechos de los Creyentes, que fundamentalmente era llevado por cinco sacerdotes.
En unos cinco años, este comité redactó más de 50 documentos dirigidos a organismos gubernativos y organizaciones internacionales. En estos escritos se defendía a los creyentes, a los niños, a los jóvenes perseguidos y aterrorizados por el ateísmo gubernativo, se pedía la liberación de los presos arrestados ilegalmente la no intromisión de los ateos en la vida interna de la Iglesia, etc ...
Todos los esfuerzos de la comunidad de Lituania para reivindicar la libertad que les es garantizada por su propia Constitución, parecen destinados al fracaso. El gobierno, al menos oficialmente, no tiene en cuenta ningún tipo de protesta.
Pero la labor del comité no es estéril; por lo menos es lo que debemos creer que piensa el régimen tras la dura condena impuesta el 6 de mayo de 1983 a Alfonsas Svarinskas y, algo más tarde, a Sigitas Tamkevicius, dos de los sacerdotes fundadores.
Quizá, el comité no logre mejoras sensibles en la situación social de los creyentes; sin embargo, impulsa una resistencia no violenta a la injusticia. Los cristianos no se sienten solos porque tienen un punto de referencia.
Esta toma de conciencia ya empieza a dar sus frutos. Una prueba de ello son las 130.000 firmas que han recibido las autoridades pidiendo la liberación de los dos sacerdotes citados.
Entre los días 29 de noviembre a 2 de diciembre de 1983, se celebró el proceso contra el padre Tamkervicius, quien fue condenado a seis años en campos de trabajo y cuatro de prisión.
Alfonsas Svarinskas fue arrestado el 26 de enero de 1983 y condenado el 6 de mayo del mismo año a siete años de trabajos forzados y a tres años de prisión. No era esta la primera vez. 1946: condenado a diez años. 1958: seis años de trabajos. Por ahora son tan sólo veintiséis años de condena por el grave delito cometido: vivir conforme a su fe.
El juicio es distinto: ya no se lucha por un resultado sino por la Verdad, y en esta lucha se sacrifica todo. Incluso, si es necesario, la libertad.
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