Una entrevista a propósito de la experiencia del movimiento en Uganda
Entrevista realizada por Susana Torreguitard y Enrique Arroyo
Entrevista con el Padre Fidel González, misionero comboniano, doctor en historia de la Iglesia por la Universidad Pontificia de Salamanca, profesor de historia de la Iglesia en la universidad Pontificia Urbaniana de Roma.
El Padre Fidel ha estado en Uganda durante más de 15 años, y fue uno de los iniciadores de la experiencia del movimiento allá en Uganda.
¿Cómo ha surgido la experiencia del movimiento en Uganda?
La presencia del movimiento en Uganda empieza en 1969, pero hasta el 81 fue una presencia oculta porque prácticamente la propuesta de vida del movimiento no había sido hecho a ningún africano. Todo empezó con la llamada propuesta de Katigondo, en agosto de 1981 con ocasión de una semana nacional de teología de la Iglesia ugandesa. Allí fue donde C.L. empezó a tomar carne nueva dentro de nosotros -los viejos amigos- y cuando algunos africanos empezaron a vivir la propuesta del movimiento. Ellos se fueron convirtiendo cada día en signos más claros y precisos de cuanto la propuesta cristiana del movimiento significaba. Estoy plenamente convencido de que esto fue posible gracias a una obediencia clara de dos indicaciones fundamentales que se nos dieron: la primera es de Giussani: «mirad al Papa y aprended de él». Esto incluye un amor fuerte hacia él. Para algunos de nosotros esta indicación era algo dura, ya que habíamos vivido el período de la protesta y esto significa una crítica a la autoridad, y en especial, al Papa. Nos hemos dado cuenta de que en este seguimiento nada de lo que nos ha sucedido ha acontecido fuera de éste. El segundo punto fue que a partir de 1980 nos visitaba Enrico Guffanti (uno de los médicos fundadores de la experiencia del movimiento en Uganda) y siempre nos decía: «Haced trabajo cultural; una experiencia que no tenga dignidad cultural es estéril». Estas peticiones nos dejaban perplejos. ¿Cómo -nos preguntábamos- viviendo en Uganda una situación difícil, sufriendo un trabajo agotador, se nos pide un trabajo nuevo, cultural?, ¿qué significa? El padre Tiboni (el misionero comboniano que inició el movimiento en Uganda), nos repetía constantemente: «Hay que llegar, ante todo, a expresar un juicio verdadero sobre nosotros mismos y sobre el tipo de experiencia que estamos viviendo, para poder proponerlo luego a los demás por medio de instrumentos adecuados», es decir, accesibles al contexto cultural en que vivimos.
Surgieron así los primeros intentos de expresar por escrito, a través de circulares a los amigos en Navidad y Pascua, la experiencia de comunión y de amistad en Cristo. En estas circunstancias fue cuando algunos de nosotros participamos en la primera semana nacional celebrada en Katigondo.
¿Qué es, en definitiva, esa propuesta de Katigondo?
La propuesta en su contenido era casi imposible, ya que estabamos en un contexto en el que se hablaba del poco espacio que hay para Cristo si no se hace africano; eramos unos misioneros extranjeros que proponíamos nuestra propia experiencia de comunión como paso auténtico para la salvación de la nación. La propuesta tiene de hecho un pretensión inaudita: está hecha adrede para suscitar la persecución. Lo más soprendente de todo fue que hubo gente que se adhirió al movimiento, porque deseaban una nueva vida de Comunión y Liberación en Jesucristo.
Dices que la propuesta pretende cosas inauditas, y que está hecha adrede para suscitar la persecución. De hecho encontrasteis dificultades y persecuciones. ¿Cómo las superasteis?
Las dificultades surgieron por parte de aquellos que no eran cristianos; a veces por parte de las autoridades locales, pero, sobre todo, y las más difíciles, surgieron por parte de aquellos que se decían cristianos, pero que no compartían este modo de entender el cristianismo, sobre todo algunos sacerdotes. Es de estas circunstancias difíciles de donde surge la consagración a María. La consagración a María es una plegaria intensa por parte nuestra de jugarse todo en la experiencia del movimiento, por éste y por amor a la Iglesia.
¿Cuál es el significado de la consagración a María dentro de la experiencia de C.L en España?
El padre Tiboni insistía en que la salvación de Uganda podía venir sólo a través de María, madre de la Iglesia y madre de Uganda; una Uganda destrozada por la guerra civil, el crivalismo y la corrupción y el odio. En esto teníamos unos maestros estupendos: el Papa, San Maximiliano Kolbe, el cardenal Wyszynski, y cito estos nombres porque los conocíamos a través de sus escritos y de personas que estaban en relación con ellas. Tiboni insistía en que María tenía que convertirse para Uganda en lo que era para México y Polonia, un punto de unidad. Si María no se toma en serio la construcción de la nación, ¿qué podemos hacer nosotros? Era evidente que nuestras propuestas sólo se podían realizar a través de la potencia y de la presencia viva de Cristo y de María. Era necesario un gesto, un acto lleno de confianza. Y este gesto llegó cuando menos lo esperábamos. Recuerdo que a petición de un grupo de obispos tuve que hacer la propuesta del movimiento a un grupo de sacerdotes y el resultado fue un rechazo total. Tuvieron miedo a palabras como liberación, compromiso cristiano, trabajo cultural. Uno de aquellos sacerdotes se levantó y dijo a su obispo: «Si no prohíbes esto, iremos todos a la cárcel, empezando por ti. ¿Acaso quieres ir tu a la cárcel? Esto es un movimiento político, es de guerrilleros camuflados».
Fue una amargura muy grande la que experimenté aquel día. Saliendo de la sala uno de los obispos me dijo: «era lógico, lo que habéis propuesto atañe a la vida y muchos no quieren comprometerse en nada». Estaban allí también los padres Alfonso, Patrick y Edo, y aquella noche oscura se convirtió en el mayor don que el movimiento ha recibido en Uganda, el don de la Consagración a María.
El Espíritu Santo sugirió a los tres amigos el gesto de la Consagraci6n. Hay que jugarse el todo por el todo, hay que pedir a María -Ella que es la madre del Verbo encarnado- que siga siendo la Madre de Cristo en el corazón de todos. Yo no estaba allí aquella noche porque tuve que volver a mi Misión; pero el padre Edo, la mañana siguiente, hizo 150 km. en moto para comunicarme aquel gesto y hacer que yo dijese junto a él la Consagración. El texto de la Consagración es tremendamente sencillo y al mismo tiempo comprometedor:
«María tú eres la Madre de Cristo, Madre de la Comunión que tu Hijo nos da como un don siempre nuevo y poderoso, que es un gusto de vida nueva. Por eso a través de Ti, consagramos todo nuestro ser, todos los sufrimientos que tu Hijo permita enviarnos y nuestra propia vida para que Tú seas la Madre de la Vida, y Cristo done a todos los españoles y a todo el mundo, el mismo gusto de Vida Nueva que Tú nos has dado a nosotros. Amén».
De la Consagración nace la experiencia que aclara y hace comprensible la experiencia cristiana de Comunión y Liberación. Mirando a lo que la experiencia nos ha enseñado me gustaría hacer las siguientes observaciones: primero, que en la propuesta de la consagración no se pide a alguien que haga algo; ni siquiera que acepte la propuesta que tú le haces. Lo que tú le propones es que pida contigo que suceda algo grande, algo nuevo. Esta petición se hace en el contexto de verdaderos problemas personales y familiares, contexto de cuanto determina a cada uno de sus intereses más profundos, como son la salud, la paz, los hijos, los problemas económicos, la guerra. Pues bien, la petición es confiarse a María para que dentro de estas situaciones vitales se comprometa contigo desde su corazón de Madre. En segundo lugar, lo que es importantísimo es que la propuesta continuamente renovada a María se convierta en una oración poderosa, para que Ella se tome la responsabilidad en primera persona, para que la experiencia de la comunión surja primero en ti que propones y luego dentro de esas situaciones y lugares concretos. ¡Cuántas veces he oído decir a decenas de personas: «sí, esta oración es verdaderamente poderosa, el gesto de la Consagración me ha abierto horizontes nuevos»!
Nos estás hablando de la fuerza de la Consagración; una Consagración hecha con fe, o como vosotros decís, con autoridad, ¿qué quiere decir esto?
Sí, la consagración no es un gesto mecánico, ni tampoco una fórmula mágica. Es una actitud profunda de fe, es la oración hecha con autoridad. Recuerdo que en noviembre del 82, la diaconía (el grupo de responsables de la comunidad) se reunió para meditar puntos como la contemplación, el trabajo cultural y la oración con fe y autoridad. En aquel encuentro se puso de manifiesto la realidad que viven los ugandeses: el terror y el miedo como elementos centrales de a vida y la cultura de la gente; odios, guerras, divisiones trivales, miedos a falsas acusaciones, venganzas, terror a los espíritus, a los hechiceros, a la superstición como caldo de cultivo en que vive esta cultura tradicional. Todos estos factores son los que impiden la fe auténtica en Jesucristo. Entonces, a nosotros el Espíritu nos pidió una fe total, más fuerte que la pagana y que aquellos miedos. Es un don de Dios y por eso hay que pedirlo como oración potente; y así surge la oración hecha con autoridad, con fe, con fuerza, con energía grande; con la seguridad de que es el Espíritu de Cristo quien está orando por nosotros.
Recuerdo cuando la gente volvió del retiro, el padre Tiboni nos preguntó: «¿Quién ha orado con autoridad?, ¿quien es en su vida propuesta de comunión, liberación y vida?». Y recuerdo como muchos alzaron la mano». «¿Quién ha obtenido respuesta?». La respuesta afirmativa fue también grande. Nació la consigna y la directiva: reza con autoridad y fe; y la pregunta frecuente: ¿qué milagros has hecho hoy?
Hay que tener en cuenta que al final del Evangelio de San Marcos el evangelista dice que a quienes crean se les dará el poder de hacer milagros. Y nosotros hemos experimentado que esto es verdad. La orden de rezar con autoridad se repite constantemente en el Evangelio y, contra todas las objeciones racionalistas, se nos pide simplemente la obediencia a Cristo que dice: «Llamad y se os abrirá, pedid y se os dará». La gente empezó a responder con una decisión impresionante y yo mismo he experimentado que es verdad, algo que nunca hubiera podido imaginar.
¿Cómo debemos entender la categoría de milagro dentro de la experiencia de vida cristiana?
Es corriente entender el milagro como un hecho que rompe las leyes naturales; sin embargo, para nosotros, milagro es el hecho y la experiencia de cuanto Dios hace en tu vida y te suscita admiración; la experiencia del milagro es la experiencia de cómo Dios ha obrado cosas extraordinarias dentro de tu propia vida que son más grandes que tu mismo, es la experiencia profunda del movimiento mismo, la experiencia del cuidado exquisito de Dios para con nosotros; que luego Dios utilice las leyes de la naturaleza o mecanismos sobrenaturales... Pero nosotros no podemos vivir sin la experiencia de esta presencia y de este cuidado de Dios, no existe movimiento sin milagro como no existe Evangelio sin milagro.
Antes has hablado de la importancia que ha tenido para vosotros el trabajo cultural. ¿Cuál es su significado profundo? Incluso hemos oído hablar algunas veces de la Consagración como gesto originante de cultura nueva.
Efectivamente. En la experiencia del movimiento en Uganda, ha tenido una importancia decisiva la comprensión de lo que es la cultura. Como dije, ya desde su origen en Uganda, C.L. nació como propuesta para la construcción y liberación de la nación y esto no puede darse si no es a través de la creación de una cultura nueva.
La consagración a María y la oración con autoridad surgen también como un aspecto nuevo del trabajo cultural y ofrecen la potencia para que este trabajo se realize con fuerza. La expresión de esta conciencia está en el lema: «Esto es imposible para el hombre, pero es posible para mí en el nombre de Cristo». No hay situación en este mundo por muy diabólica que sea que Cristo no sea capaz de cambiar. Por eso, la experiencia del movimiento es posible en la cárcel política de Luzira -y tenemos el caso de padre Ponziano que hizo la propuesta a los presos-. Es posible en las escuelas, en el trabajo; es posible en todos los sitios, porque si fuese imposible en un sitio, sería negar la posibilidad de la encarnación, salvación y redención de Cristo. Pero también hay que decir que el trabajo cultural es eficaz cuando es Don que viene de la potencia del Señor. Trabajo cultural significa insertar la presencia de Cristo en las situaciones propias de cada día; crear una nueva tradición y una nueva cultura. El trabajo cultural es una consecuencia de la Fe, vivida desde la lógica de la comunión, que es la que cambia la vida.
¿Qué es la «lógica de la comunión»?
La lógica de la comunión es contraria al egoísmo, es decir, yo no pienso sólo en mí; pero tampoco es un mero altruismo: Es la lógica de la solidaridad; me encuentro unido a todos los demás, y juntos asumimos las necesidades comunes. Queremos dar una respuesta a nuestros estómagos y a nuestros cerebros. Esta preocupación común produce una chispa de inteligencia nueva para buscar iniciativas mejores. Queremos dar respuesta al problema global del hombre en el ambiente del estudio, del trabajo, e incluso en el ambiente de la cárcel. Esto convierte a la comunión en algo visible y significativo en la vida del estudiante o del trabajador; es contrario a la lógica del capitalista que va al propio interés y explota todo en función del yo, y la socialista, instrumentalizadora de las personas en función del Estado. La lógica de la comunión es algo distinto y puede darse en un tipo de economía tanto capitalista como comunista, y tiene su raíz en la dignidad y en el mutuo compromiso y empeño de las personas. Es un personalismo y respeto por la presencia de Dios en el hombre.
¿Qué es desde tu experiencia la lógíca del seguimiento?
Hablar de la lógica del seguimiento nos lleva a recordar el primer capítulo del Evangelio de San Juan, en donde se pone de manifiesto la modalidad del encuentro de Cristo con los padres: «Maestro, ¿dónde vives? y Jesús les dice: venid y ved». Jesús no les explica ninguna teoría ni ideología; simplemente les invita a estar con Él. Aquél encuentro fue capital para ellos y de aquel encuentro hecho experiencia surgió la invitación por parte de ellos a otros a seguir a Jesús. Es desde el seguimiento desde donde hace una experiencia desde donde nace el hecho de la vocación cristiana. Igualmente Pablo, tras su encuentro con Cristo en el camino de Damasco, fue invitado a vivir en la pobre comunidad de discípulos de aquella ciudad; y estoy convencido de que cuando Pablo escribe sobre la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, tiene presente aquella comunidad de Damasco donde él nació cristiano. Esta es la lógica del seguimiento y es la única lógica de la comunión, que es la lógica de la experiencia vida de Jesucristo.
Uno de los aspectos más llamativos de la experiencia del movimiento en Uganda es el perdón. Háblanos un poco de lo que esto está significando para vosotros.
El cristianismo es fundamentalmente misericordia porque el hecho de la encarnación ya es en sí la misericordia de Dios que entra dentro de la historia humana; Dios mismo se hace corazón, perdón. Misericordia viene de las palabras latinas misens cardare, que significan dar el corazón al necesitado, al miserable, etc ... Esto es lo que ha hecho Dios con la humanidad; se ha donado totalmente. Por eso digo que el cristianismo es fundamentalmente misericordia.
Entonces, donde hay una experiencia cristiana auténtica, inmediatamente surge el sentido del perdón y la misericordia. Y esto se ve en Uganda, en situaciones tan difíciles como la de los presos de la cárcel de Lucira, que perdonan a sus carceleros después de haber visto al Papa perdonando a Ali Agca; entonces es cuando empezaron a creer en la experiencia cristiana que padre Ponziano les iba proporcionando. Este es el caso de Joseph, uno de los presos políticos, que abraza y perdona al carcelero que le había hecho sufrir. Y cuando este hombre se encuentra ante el perdón, es capaz de aceptarlo porque la misericordia y el perdón producen conversión. Es significativo también el caso de Judith que perdona al asesino de su hermano y consigue a través de la oración con autoridad que su propia familia perdone a su enemigo.
Todos estos son casos que sin el milagro no se producen y que demuestran la potencia profunda de la presencia de Dios, y cómo el movimiento crea presencia. Quizá el caso más significativo es el de Francis de Kasala que por no renunciar a hacer escuela de comunidad (la reunión semanal donde se crece en el juicio sobre todo lo que acontece) es muerto a bayonetazos por los soldados y muere perdonándoles delante de los ojos de su familia.
Volviendo al tema de la cultura ¿Cómo estáis viviendo el problema de la inculturización?
La inculturización es hacer que el hecho cristiano se convierta en un hecho cultural nativo; es decir, en el caso de Africa, que Cristo adquiera un rostro africano. Hay dos maneras de hacer este trabajo de inculturización: un modo, que nosotros no debemos aceptar, que africanizaría tanto el cristianismo hasta el punto de hacerle perder su propia identidad. La verdadera inculturización no es una adaptación del cristianismo a situaciones concretas, sino hacer que Jesucristo sea aquél que transforme esa realidad, porque Cristo ha penetrado en la historia hasta transformarla completamente. Por eso, lo que nosotros queremos es que la fe cristiana se convierta en cultura, se transforme en una cultura nueva en cualquier situación, en cualquier país. Es impresionante ver como la experiencia de C.L. en Cristo que estamos viviendo en Uganda da fuerza y empuja para enfrentarse, transformar y juzgar situaciones concretas como las de aquí en Uganda. Como me contaba un joven catequista de mi misión de Kitgum: «estamos dando origen a una tradición nueva por encima de nuestros viejos clanes».
Cuando oímos hablar de la experiencia ugandesa, inevitablemente surge una sensación de admiración, pero también de lejanía y desproporción. ¿Cómo debemos mirar realmente la experiencia en Uganda, de modo que se nos haga más cercana, más tangible?
La admiración es una cosa buena pero no es suficiente. Lo importante es darse cuenta de que la experiencia cristiana es válida porque es católica, es válida para todos y para todo. Entonces, si en circunstancias humanamente tan difíciles como las de Uganda, con gente intelectualmente no preparada, han sido capaces de entender la experiencia cristiana en su profundidad y afrontar con una inteligencia nueva el ámbito cultural propio, del mismo modo podemos vivirlo nosotros. Porque si ellos han vivido y viven una experiencia así es porque puede ser verdad para todo el mundo; ya que si sólo valiese para ti y no para otros querría decir que no es una experiencia verdadera, que no es una experiencia humana. El hecho de que ellos lo vivan nos confirma a nosotros en un camino.
Si a veces nos dejan fríos estas cosas, hay que pedir al Señor que nos ilumine y nos de la fe para seguir profundizando en nuestra experiencia.
Joseph Obwoc y el desafío a una tradición milenaria
Joseph Obwoc es el director de la Escuela Gubernamental de la misión de Kitgum. Además, es el presidente del consejo parroquial de la misma misión. Está casado, tiene seis hijos y su mujer también es maestra. El hijo mayor vive el movimiento con una madurez cada vez más grande. En 1980, Joseph fue enviado por su obispo a Doret (Kenia) para seguir un cursillo de pastoral en el «Fast African Institute».
Yo le hice la propuesta en 1981, inmediatamente después del encuentro de Katigondo; sin embargo, aunque participaba en todos los encuentros, no estaba muy entusiasmado y no sé hasta qué punto entendía las cosas. En 1983, él, Enrico Odor, Michel Ojwe, Pierina Ladur y otros, vinieron a verme: querían que yo les explicase más concretamente cómo vivir en comunión la experiencia del movimiento. Así empezó el grupo de la misión y experiencia del movimiento.
Se visitaban los unos a los otros, discutían sus problemas, sobre todo cuando estaban en juego cuestiones familiares o tradiciones que se presentaban en contradicción con la fe cristiana.
Invité a Joseph a que tomase parte en aquel grupo que habíamos formado en la misión: John Bongomín, Francesco, Enrico y yo. Un día Joseph vino a verme: «Tengo un problema grave en mi familia» me dijo, pero solo no puedo resolverlo. Necesito de tu compañía y de la de los amigos para encontrar una solución.
En 1981 un «hermano del clan» (primo) murió; también era director de escuela. Dejó dos mujeres, una todavía joven. Según la tradición acholi, al final de los últimos ritos fúnebres, (después de un año al menos) las mujeres deben elegir a uno de los hermanos del difunto y tomarlo como esposo. El tiene que cuidar de ella y de sus hijos y seguir dando descendencia al hermano muerto. La joven cuñada tomó a Joseph como marido pero Joseph no quiso aceptarla. Según el rito acholi no se tiene el derecho a rechazar, sería como una traición negar la misma sangre del muerto. En la casa de Joseph había nacido incluso la sospecha de que la engañaba; también los hijos sufrían; incluso Joseph, porque no era creído. Ahora, después de tres años, la mujer ha entendido la verdad y honradez de Joseph; sin embargo, todo el clan presiona constantemente para que acepte como esposa a su cuñada y cuide de ella.
Fue en este momento cuando Joseph vino a verme. La experiencia de comunión y de cultura nueva en Cristo fue la que, hasta el momento, había dado la fuerza y la luz para aquel asunto. Pero esto no fue suficiente: «necesito de vuestra compañía y de vuestra ayuda para resolver este tremendo problema» me dijo. «Está bien» -le dije, y llamé a Bongomín y a Francesco para juzgar juntos qué hacer. Surgió un primer juicio: «estos son los gestos de una cultura nueva» comentó Bongomín, «nos hacen sufrir mucho las persecuciones de los nuestros. Pero estamos convencidos de que surgirá una nueva cultura y una nueva tradición de respeto, comunión y libertad».
Pero la historia continúa todavía. Hemos confiado en John Bongomín, Francesco Obde e lvone Rizzo para que junto a Joseph continúen viviendo en concreto esta compañía que debe convertirse después en ayuda y juicio cultural para Joseph y su familia. Y así Joseph llegará a ser consciente, como él decía, gracias a la compañía del movimiento que le había ayudado a encontrar una energía y una sabiduría nueva.
Joseph dijo a su cuñada que el se encargaría de la educación de los hijos pagando las tasas escolares; pero que ella debería permanecer en su aldea. La gente no lo entiende, le llaman necio. Pero él permaneció firme y distinto a la cultura dominante.
Un día, hace meses, la cuñada fue a su casa con un niño: «He aquí lo que me has obligado a hacer. Lo he tenido de otro hombre porque tu no has querido tomarme como tu mujer». Era un desafío. Joseph sufrió. Pero su firmeza no se derrumbó.
Ahora he aceptado incluso mantener a este hijo no suyo ni de su hermano. Esta es la vida normal en una África todavía culturalmente pagana. Pero Joseph se está convirtiendo en un hombre nuevo y esto desde que ha tomado en serio la compañía y la propuesta del Movimiento. Se hace también para él cultura y tradición nueva, y su familia se alegra también de ello.
Y como estos gestos habría muchos otros, pequeños gestos que hablan de una nueva cultura en Cristo que se hace con sufrimiento tradición en Cristo.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón