«La Iglesia es el cuerpo de Cristo, si un miembro sufre, todo el cuerpo siente el sufrimiento». Esta afirmación es teológicamente aplastante y, sin embargo, ha perdido su fuerza en Occidente; quizás porque los que no sufren por la fe tienen muchas dificultades en sostener a los que sufren. Hoy día todos sabemos que la Iglesia ha nacido en el sufrimiento y en la persecución, pero muy probablemente hemos olvidado (en Occidente) que esto sigue siendo una realidad, que la Iglesia está siendo engendrada en el sufrimiento. Esta es la pobreza de la Iglesia perseguida y sufriente, pobreza que hace ricos a muchos, porque la sangre de la Iglesia sufriente corre por todo el cuerpo.
La profunda realidad teológica de la Iglesia como cuerpo de Cristo y la escasez de sensibilidad e información sobre la Iglesia perseguida son los motivos que nos han llevado a publicar en «NUEVA TIERRA», el discurso que Michael Bourdeaux pronunció al ser galardonado con el premio Templeton (Nobel por la defensa de la religión).
1. LA IGLESIA ENGENDRADA EN EL SUFRIMIENTO
Un líder de los baptistas soviéticos, hace algunos años, lanzaba desde la cárcel estas palabras: «Invocamos a la Iglesia de Cristo para que quiera recorrer el sendero de espinas».
La Iglesia cristiana ha nacido en el sufrimiento y en la persecución. Cristo murió como un criminal. Roma oprimió a Israel. Por tres siglos la Iglesia primitiva estuvo amenazada de extinción física. Y, sin embargo, parece que los cristianos hemos sufrido más en nuestro siglo que en cualquier otro de la historia.
Al mismo tiempo, en un mundo pronto a enternecerse por las causas más diversas, los que no sufren por la propia fe tienen mucha dificultad en sostener a los que sufren por ella. En los Estados Unidos muchas Iglesias tienen a su disposición oficinas con moquetas y computadoras. En la Unión Soviética, millares de ciudades y pueblos no pueden tener ni siquiera una iglesia y un creyente no puede poseer legalmente una máquina ciclostil. Y, sin embargo, en la sorprendente providencia divina, es este último país el que puede dar lecciones de fe al primero, no viceversa. El mundo está aún ciego frente a estas cosas, pero la lectura de la Biblia debería habernos preparado a esto desde hace mucho tiempo. Isaías abrió el camino hace más de seis siglos antes de Cristo, cuando escribió: «Despreciado y rechazado de los hombres, hombre de dolores que conoce bien el sufrimiento ( ... ) y, sin embargo, él llevaba nuestros sufrimientos, cargaba nuestros dolores» (Is. 53, 3-4).
La Iglesia rusa, mucho más firmemente que la occidental, vive consciente de que el camino para la resurrección pasa por el umbral del Calvario. Si en el día de Pascua os situáis junto al iconostasio de una Iglesia ortodoxa y miráis al pueblo reunido, veréis mil rostros. Cada uno de ellos brilla a la luz de la vela que tiene en sus manos. Muchos rostros llevan las huellas del sufrimiento, pero se ve que, en cada uno de ellos, este sufrimiento se ha transformado en alegría: la alegría es la certeza del Cristo resucitado y vivo; es una lección aprendida de la vida y de la experiencia, no de las lecturas cristianas, que son prácticamente inencontrables. Por lo demás, tampoco los apóstoles aprendieron la resurrección de los libros. No, ni en nuestros institutos teológicos, ni en nuestros sínodos, ni siquiera en las campañ.as para la evangelización encontramos tanta certeza. Podemos predicar el evangelio, pero ellos lo viven. Todos nuestros aparatos y organizaciones son, a fin de cuentas, superfluos, mientras que el Cuerpo de Cristo, no lo es. El cristiano ruso sabe que está unido, en aquel Cuerpo, con las grandes y nobles comitivas de mártires nuevos: las decenas de miles de mártires de los años 20 y 30 y también con los de los 80. Hemos perdido la fuerza en la opulencia; ellos lo han conquistado en la persecución.
Algunos cristianos rusos no sufren por la fe únicamente a través de las autoridades soviéticas. A veces, son las mismas personalidades oficiales de sus Iglesias las que critican por haber violado las leyes injustas que les llevan a la prisión. Y, en algunos casos, esto hace que también personalidades eclesiásticas de Occidente se hagan eco de tales críticas.
Haciendo esto, olvidan que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Si un miembro sufre, todo el cuerpo siente el sufrimiento. Quizá era así en el siglo primero, pero no lo es hoy; al menos en Occidente. Es más fácil, para nuestra tranquilidad, no se disturbados por las noticias que dicen que en el año 1984 el marxismo-leninismo causa todavía grandes sufrimientos a cuantos creen en Dios. En la Unión Soviética, hoy, hay al menos 50 millones de cristianos practicantes, 40 millones de musulmanes, 2 millones y medio de judíos y 50 mil budistas. Los creyentes sufren graves discriminaciones ante la ley soviética y pueden ser llamados en cualquier momento a sufrir físicamente por su fe. En otros países, como Albania, China, Corea del Norte, Vietnam, Camboya y Checoslovaquia, la situación es, o recientemente ha sido, tan grave o peor.
2. LA VOZ DE LA IGLESIA SUFRIENTE
Christos voskrese: ¡Cristo ha resucitado!, exclama el sacerdote al anunciar la Pascua rusa. Voistinu voskrese: ¡Verdaderamente ha resucitado!, responde el pueblo en la antífona. Esta respuesta de una Iglesia pobre está ya haciendo ricos a muchos, como dice San Pablo. La Iglesia del silencio, como se solía llamarla, ha encontrado su voz. Hay miles de ejemplos para demostrar que esta exclamación habla al corazón de millones de hombres con su verdad apremiante y profunda, mientras que los principios del dogma marxistaleninista, proclamados sin tregua por los mass-media esclavos del régimen, han fracasado totalmente. He aquí un ejemplo recientísimo.
En 1983 llegó a Occidente la noticia de la aparición de un grupo por la defensa de los derechos de la Iglesia católica ucraniana. Difícilmente los promotores podrían haber escogido un momento peor. A partir del año 1979 la persecución de todos los grupos pro derechos humanos habrán ido constantemente empeorando. La subida al poder de Andropov constituía una amenaza aún más seria. La Iglesia ucraniana, que cuenta con 3 o 4 millones de fieles, había sido suprimida definitivamente en los años 40. Hasta el Vaticano había cancelado el tema de la agenda de coloquios con el Kremlin. El iniciador del movimiento de defensa era Josif Terelja. Por su actividad cristiana había pasado 19 de los 40 años de su vida en prisión y en un hospital psiquiátrico. En vez de ser aniquilado, lanzó una nueva apelación a las autoridades soviéticas, y, de nuevo, el lazo de la KGB lo estrujó. Su arresto sucedió el 24 de diciembre de 1982. Aunque la Iglesia ortodoxa rusa y los católicos ucranianos han estado históricamente en malas relaciones, un ortodoxo de Moscú escribió en estos términos al Papa: «Josif Terelja es un hombre honesto y con coraje, un verdadero cristiano que ha aceptado cualquier privación y sufrimiento en nombre del bien y del amor. Está dispuesto a dar la vida por los amigos».
En una de las últimas cartas que nos han llegado, el mismo Terelja escribía: «A despecho de las declaraciones y previsiones de algunos miembros del partido, estamos vivos, crecemos, nos extendemos. Las pruebas y las persecuciones sufridas por los católicos de Ucrania nos han fortalecido más en la fe, dándonos la oportunidad de saborear la profundidad de la providencia divina. Puedo afirmar sin exageraciones que no ha nada más grande que morir por ser católico en una prisión comunista. Quien pierde el miedo gana verdad y esperanza».
No sólo la Iglesia cristiana ha sido tocada por esta explosión de fe; también las otras religiones están teniendo la misma experiencia.
En los últimos diez años se ha verificado un impulso del islamismo, a despecho de la hostilidad continua del sistema soviético. Hoy las fraternidades Sufi son extraordinariamente fuertes. Junto a los lugares santos, constituyen para la fe islámica un centro alternativo totalmente separado del Islam oficial de las mezquitas. Un testimonio en este sentido nos los ofrece un autor que está en buenas relaciones con el régimen. Cingiz Ajtmatov, escritor, es el único autor del Asia central que goza de fama mundial. Cada libro suyo es más islámico que el precendente. La última novela, titulada «El día que duró más de un siglo», describe cómo los soviéticos han buscado sutilmente liquidar el Islam con su ideología materialista. Ajtmatov tiene una amplia audiencia internacional y evidentemente escapa al control soviético. «Adonde se mire, bajo las apariencias, en un país comunista salta a la vista la gran vitalidad religiosa». Es un hecho de la máxima importancia para ellos pero quizá más para nosotros. ¿ Y qué hacemos?. No mucho.
3. MALENTENDIDOS OCCIDENTALES
Occidente apenas ha comenzado a plantearse adecuadamente la pregunta sobre los motivos de este renacimiento religioso en el mundo comunista. Con pocas excepciones, Europa occidental, a pesar de las enormes posibilidades para los estudios académicos, ha descuidado el estudio de la religión. Y, sin embargo, no se puede entender la Europa del Este si se ignora el papel de la Iglesia, sobre todo su dinamismo actual.
Los periodistas se dieron cuenta del papel de la Iglesia durante el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia en 1979 pero, excepto algunos, no se han preocupado de buscar los paralelos con otros países comunistas.
Según la lógica, hubiéramos debido ver a las Iglesias cristianas recogerse para elevar cantos de regocijo ante este nuevo testimonio de la potencia de la Cruz. El Vaticano, las grandes sociedades misioneras inglesas, el Consejo Mundial de las Iglesias, el Consejo Nacional de la Iglesia de Nueva York y el Socorro Cristiano deberían unirse en la oración y en el sostenimiento de los sufridos, ansiosos de aprender de ellos.
Tenemos una gran necesidad de una teología de la persecución. Es quizá demasiado pronto para elaborarla en detalle, pero cuando hayamos asimilado plenamente lo que podemos aprender de la experiencia de estos hermanos y hermanas perseguidos, estoy convencido que mucho de lo que pasa por ser sabiduría consolidada en las Iglesias occidentales será puesto decididamente en discusión; pienso que en particular se transformaría el evangelismo misionero. Un examen más particularizado del motivo por el que las Iglesias y los Consejos de las Iglesias hayan hecho tan poco en este campo debe esperar otra ocasión. Tomaré en consideración brevemente algunas excepciones positivas. Pero primero quiero subrayar algunos problemas y malentendidos. En favor de nuestra generación es necesario decir que en la Iglesia no ha habido jamás tanta apertura o compasión hacia el que sufre como hoy. Hay reacciones positivas también en una cierta parte del mundo secular. Más allá de la mitad del género humano está oprimido. Centenares de millares de seres reciben cotidianamente menos calorías de las que nosotros damos a nuestro perro. Las discriminaciones debido al color o a la raza desfiguran muchas sociedades que ciertamente proclaman la libertad democrática. No es muy fácil juzgar la miseria producida por los sistemas políticos represivos, sin embargo, se hacen más esfuerzos respecto a la América meridional o central y al sur de África que respecto a la Europa del Este. Es extraño que en gran parte de nuestras Iglesias los sufrimientos de los creyentes bajo el comunismo no hayan tocado una cuerda más sensible y viva. ¿Cómo es posible que muchos de nosotros no sintamos con profundidad los efectos de las represiones llevadas a cabo por los regímenes comunistas?. Hay hasta algunas estimadas personalidades religiosas prestas a decir que cuantos viven bajo los peores regímenes comunistas están, en el fondo, contentos de las condiciones en las que se encuentra su sociedad.
Hace quince años Mao Tse Tung era generalmente pintado como el guía idolatrado del pueblo lleno de gratitud. Hoy hasta los ciudadanos chinos condenan su tiranía ante las cámaras televisivas y llegan a atribuir la inmoralidad de los jóvenes de hoy en su país a la histeria organizada por la revolución cultural.
Ningún ciudadano soviético podría hoy criticar en público su propia sociedad, pasada o presente. Cuando se verifica una grave carestía en el Sahel, las tropas televisivas nos traen los horrores de los acontecimientos directamente a casa. Muchos de nosotros reaccionamos ofreciendo dinero y oraciones. Pero uno de los confinamientos más impenetrables impide la mundo deducir la naturaleza de la tiranía soviética. No es sólo el hecho de que la televisión esté desterrada de los campos de trabajo soviéticos o de los hospitales psiquiátricos. Se trata del hecho de que las masivas campañas propagandísticas soviéticas distorsionan completamente la verdad. Hasta algunos exponentes religiosos soviéticos se han dejado capturar por la máquina propagandística soviética. También ellos son victimas del sistema cerrado en el que nacen y crecen. Sus primeros recuerdos, en parte, están determinados por la educación soviética que han recibido. En seguida, el sistema escoge explícitamente y educa a cuantos más fácilmente se pliegan a su querer. También ellos tienen necesidad de comprensión. No es necesario condenarlos, sino rezar para que encuentren la fuerza. El Cuerpo de Cristo no tiene necesidad de mentiras y compromisos para «sobrevivir» y, sin embargo, florecen los equívocos, y por todas partes se insinúa la influencia de los falsos conceptos. No puedo analizar todos hoy, pero quiero enumerar algunos antes de proseguir.
1) El pueblo soviético. La expresión misma es falsa. Mirando la compleja masa étnica de la Unión Soviética encontramos lituanos, judíos, ucranianos y armenios, una multitud de musulmanes y rusos. No encontramos los «soviéticos»; y cuando oigo expresiones del tipo «las aspiraciones del pueblo soviético» se que me encuentro en el reino de la «neolingua». Veo un imperio menos real que el hecho de que no haya una madrepatria y colonias de ultramar. Veo un imperio en fase de decadencia, porque no hay un ligamen del lealtad que lo mantenga unido. Es el ejército rojo, y no el marxismo-leninismo, el que constituye el cemento. Sesenta años, innumerables purgas y una guerra mundial han transcurrido desde el día de la muerte de Lenin; y, sin embargo, los pueblos subyugados conservan su individualidad, mantienen sus esperanzas. Continúan identificándose no sólo en base a la lengua y algunas bellas danzas tradicionales; la religión toca las cuerdas más profundas en el corazón de la gente, que no aceptará jamás a Moscú como tampoco el ateísmo impuesto. Si se consiguiese romper el poder de la religión, la olla soviética comenzaría a hervir en el fogón. Esto aún no sucede, pero no sería una sorpresa para cuantos han observado el desmembramiento de otros grandes imperios en este último siglo. Muchos cristianos critican el colonialismo sin decir nada sobre la verdadera naturaleza del imperio soviético.
2) «Antisoviético». Esta palabra en sí misma, sin particulares significados, puede ser tomada como una ofensa. Cualquier cosa que haga, en cualquier circunstancia que se encuentre, quien busca distinguir la verdad y sostener a los perseguidos oye decir continuamente que no debe llegar a ser «anti soviético» o «anticomunista»; de otro modo, nos explican, se acaba por descender a los abismos de la degradación moral. Lo he oído decir durante veinte años, pero no estoy seguro de lo que intentaban decir verdaderamente. Quizá intentaban decir que el sistema soviético está destinado a permanecer, y que está sostenido por el consenso de los que viven allí. Ciertamente, es verdad que el cristiano debe ser para el Evangelio, y no anti-alguna cosa. Además, los cristianos deben -como nos enseñan los creyentes rusos- amar a los comunistas, ciertamente manteniendo el derecho de oponerse a casi todo por lo que el comunismo combate. Sin embargo, es cierto que todo cristiano debe, en principio, ser «antisoviético», si el término «soviético» significa, como así es, la imposición del ateísmo de estado.
3) El tercer equívoco se encuentra en la afirmación de que la «constitución soviética garantiza la libertad de religión». Ante todo, cualquier cosa que la const1tu??1on soviética afirme por escrito, no garantiza,
desde el momento en que el sistema soviético no está en condiciones de acoger la idea
del papel de la ley. La ley es la política del partido en el momento concreto. Imposible defenderse contra el dictado del estado. En segundo lugar, la constitución soviética no proclama la «libertad de religión» sino la «libertad de culto religioso». Esta simple frase indica con precisión la realidad: que están prohibidas la educación religiosa y el derecho de predicar la fe. En tercer lugar, la constitución soviética proclama también la separación entre Iglesia y Estado. En realidad, las prisiones soviéticas han hospedado miles de creyentes en los años más recientes, porque habían buscado ejercer este derecho constitucional. La legislación de 1968 sobre el matrimonio y la familia afirma que cada niño debe ser educado «en el espíritu del código moral de los edificadores del comunismo». En un sólo tribunal, donde el ministerio público intenta quitar los hijos a los padres para meterlos en una inclusa estatal para reeducarlos, esta frase puede significar exactamente lo que el ministerio público quiere que signifique.
4) Los derechos colectivos deben ser más defendidos que los de los individuos. Esta frase ha sido lanzada de nuevo por la propaganda soviética. Se la oía frecuentemente hace 50 años, y ahora ha hecho su regreso en la arena de las relaciones eclesiales internacionales. Tiene la finalidad de desviar la atención de los casos particulares de desacuerdo individual. La formulación humanitaria de la frase ha atraído a muchos cristianos. La meta de este camino parece cercana y perceptible, inmensa en un paisaje idílico, pero mirando de nuevo más allá de la niebla se ve que lleva derecho al Gulag.
El mensaje cristiano es mucho más claro y distinto: «¿No se venden cinco Pájaros por 3 monedas?. Y, sin embargo, ni uno de ellos ha olvidado Dios. También los cabellos de nuestra cabeza están contados. No temáis, valéis más que muchos pájaros». (Lc. 12, 6-7).
A partir de 1979 ha habido una fuerte campaña contra la distensión de todo tipo. Comenzó como una «purga preolímpica», como un intento de expulsar de la ciudad a todos los que criticaban al sistema antes de la llegada de los extranjeros para los juegos. Después, la cosa se transformó en la represión más sistemática de cualquier tipo de no conformismo que se haya visto desde los tiempos de Stalin. En ella no han sufrido sólo los cristianos, sino también los judíos, los nacionalistas, todos los que controlaban las aplicaciones de los acuerdos de Helsinki, y hasta quien buscaba tutelar los derechos de los inválidos (que en la sociedad soviética éstos son tratados como ciudadanos de segunda clase).
5) Un quinto mito a destruir sería aquel de que la religión, dominio de los viejos y de los ignorantes, está extinguiéndose. Lenin había dicho exactamente lo mismo, viendo las iglesias sobre todo llenas de viejos. Pero los setentones de entonces tendrían hoy ciento treinta años; esto significa que algo en su profecía no ha ido en la dirección justa.
Millares de artículos en los periódicos soviéticos continuaron proclamando: «La religión se extingue, pero... » y después de este «pero» encontramos pruebas concretas de la realidad: los jóvenes, hastiados de vivir en el vacío moral buscan valores permanentes. La prensa soviética, naturalmente, usa terminologías diferentes, pero no puede enmascarar el hecho de que siempre son los más jóvenes los que vuelven al seno de la Iglesia, en una medida que no encuentra precedentes en Rusia en el último siglo.
Los ojos de los cristianos occidentales han estado frecuentemente ciegos a la luz resplandeciente de este «podvig», de esta victoria espiritual. Quizá nuestras estructuras existentes son demasiado burocráticas, demasiado influenciadas por la política para poderla reflejar. Un día, quizá, el Consejo Mundial de las Iglesias podrá transmitir al tercer mundo este podvig, esta nueva victoria de la Cruz, pero aquel tiempo no ha llegado aún. No obstante, de alguna manera la sangre de la Iglesia sufriente correrá por todo el Cuerpo de Cristo, ya hay algunos signos -de los que no es el último lo que hoy sucede aquí en el Guildhall de Londres- de que las válvulas se están abriendo.
De hecho, no hay duda de que estamos asistiendo a uno de los grandes milagros de la historia cristiana.
4. LA RESPUESTA OCCIDENTAL
Algunos individuos y algunos grupos han respondido con el alma y el corazón a este desafío de la fe. Son hombres y mujeres que, sin haber puesto jamás los pies en un país comunista, han llegado a ser cristianos por haber encontrado sobre un papel la fe del este.
Cada vez hay más gente que saca beneficio para su propio camino espiritual del contacto con la Iglesia sufriente. Cuando las noticias sobre el renacimiento ruso, o ucraniano, o polaco, comiencen a circular más libremente en las venas del Cuerpo de Cristo, no se puede preveer todos los efectos espirituales que se derivarán de ello.
Pienso en el trabajo de las asociaciones misioneras para Europa del Este, en las estaciones de radio, cuyas actividades no han dejado de crecer. Su decisión ha contribuido mucho a llevar el Evangelio cristiano a muchas personas que no lo pueden escuchar en sus sociedades por los medios normales.
Sin embargo, la suma total de este trabajo es aún demasiado pequeña. Las Iglesias oficiales, anglicana, baptista, metodista, católico-romana deberían comprometerse mucho más a fondo. Las necesidades del mundo comunista deben estar presentes no menos que las del tercer mundo, aunque sean más difíciles de satisfacer.
No podríamos saber cuál sería el efecto de las oraciones, realizadas en todo el mundo con intensidad, por los cerca de 350 prisioneros cristianos en la Unión Soviética. Ninguno lo ha intentado jamás. Lo que sí sabemos es que alguna tarjeta enviada a un prisionero, que casualmente supera la censura, puede salvar una vida, como ya ha sucedido. El signo más insignificante de atención puede ayudar a una víctima a salvarse sobre las alas de la oración. Nijole Sadunaite, una católica lituana, ha descrito la importancia vital de tales contactos en sus cartas desde la prisión.
La elección de un Papa polaco en 1978, ha hecho renacer la esperanza en los cristianos de varias confesiones en todos los ángulos del mundo comunista. No obstante, a pesar de la enorme complejidad de la burocracia vaticana, Juan Pablo II ha sabido dar un fortísimo estímulo a los católicos del Este europeo. Los ha exhortado a ser más fuertes y abiertos. Todos conocen la situación polaca. Menos conocido es el veto que el Papa ha puesto al movimiento chescoslovaco comprometido con el poder llamado «Pacem in terris». Aquí, y en Hungría, ha exhortado a la Iglesia a defender los propios derechos.
Sería hermoso que alguna importante universidad americana o europea aceptara el desafío y se comprometiera en el estudio de la vida religiosa bajo el comunismo. El trabajo del Keston College hace de enlace y quizá de estímulo de estos intentos.
5. GUERRA Y PAZ
En cualquier caso, el tema de la religión en los países del este europeo no constituye un mundo en sí. Debemos considerarlo en un contexto más amplio. El mundo, quizá, se encuentra al borde de la catástrofe, moral o física. En la historia humana, jamás ha habido un período en el que fuese más urgente volver a los principios primigenios. En los dos últimos decenios, las energías de la cristiandad occidental han estado comprometidas en promover varias causas ligadas al momento histórico. El diálogo entre los cristianos y comunistas de los años 60 acabó en nada antes de que acabase el segundo decenio. Los acuerdos de Helsinki, 1975, no han sido menos desilusionantes. No evitaron la invasión soviética del Afganistán en 1979, ni el arresto y condena a diez años del P. Glels Jakunin, el primer defensor ortodoxo de los derechos de los creyentes. Hoy los soviéticos han limpiado el campo de toda clase de distensión: los grupos de control sobre la aplicación de los acuerdos de Helsinki no existen. La única actividad que aún se registra es en las repúblicas no rusas. Y pongamos finalmente la pregunta que frecuentemente se hace al Keston College: ¿Vuestra actividad no perjudica las relaciones Este-Oeste y no alejan cada vez más el horizonte de la distensión?. Normalmente suelo responder con una frase que vengo usando desde hace 20 años: «Tenemos necesidad de la reconciliación, pero la reconciliación no puede basarse nada más que sobre la verdad». Cada día el Keston College debe desgarrar la telaraña de la propaganda, y la realidad que salta a la vista es que en el mundo comunista la religión -sobre todo la fe cristiana- cada día es más importante para la gente, mientras que los slogans dogmáticos del marxismoleninismo lo son siempre menos. El cambio sucedido en más de 20 años se toca con la mano. La conclusión necesaria es que si la Unión Soviética garantizase una real libertad religiosa, la paz en el mundo estaría más próxima.Este pensamiento aterroriza a los que tienen el poder en el kremlin, pero la realidad podrá no dañarles tanto como ellos temen.
La potencialidad de una vida religiosa en medio de la sociedad soviética es ya perceptible al ojo atento y lúcido. Una Unión Soviética en la que cristianos y judíos, musulmanes y budistas tuvieran plena libertad de palabra no proferiría tantas amenazas a U.S.A., ni éstos estarían tentados en responder a tono. Por otra parte, una estrategia verdaderamente decidida entre las superpotencias dirigida a aniquilar el hambre del mundo podría tener éxito. La principal iniciativa religiosa y política para la mitad de los años 80 debe ser la de hacer presión sobre el régimen soviético a propósito de la libertad religiosa y de los derechos humanos. No se debe esperar elogios o aclamaciones populares por esto, como lo prueban las continuas críticas a las que está sometido Aleksander Solzenieyn, mi inmediato predecesor en esta tribuna. Es necesario resignarse al hecho de que las presiones sobre las Unión Soviética respecto a este tema harán inmediatamente más difíciles las relaciones. La táctica requiere un estudio detenido, pero estoy seguro que la transformación final de la Unión Soviética en un país con el derecho de creer, le haría más seguro para el pueblo y los mismos gobernantes, y haría el mundo más seguro para todos. He aquí porqué el trabajo del Keston College, pequeño visto a escala mundial, se sitúa, sin embargo, en la vanguardia.
En el sentido más auténtico, este premio Templeton no ha sido concedido a mi o al College, sino a los creyentes bajo el comunismo. Suya es la «promoción de la fe». El premio es sobre todo de cuantos han sacrificado la libertad -y algunos hasta la vida- por su fe. Hablo por ellos. En la medida de mis capacidades y de mi comprensión, son sus esperanzas, sus dolores y sus alegrías las que os he presentado esta tarde. Que el Señor los bendiga y os bendiga a todos vosotros.
Traducido por J.M. García Pérez
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