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Huellas N.7, Febrero 1985

LIBRO DEL MES

Crimen y Castigo

Mauro Vandelli

Premisa

- El problema central de Crimen y Castigo es el problema moral. El hombre contemporáneo, determinado problema por el positivismo y por el racionalismo, ¿dónde puede encontrar el fundamento de una posición moral?, ¿a qué ideal puede mirar?, ¿qué perte­nencia puede afirmar para su vida? y ¿de donde le
viene a este hombre el juicio sobre sus acciones?

(Para una introducción al pensamiento de Dos­toievski ver el mismo inserto de este número de la re­vista. «Las citas de las páginas se refieren a la edición de «Clásicos Universales Planeta» (1982).

Notas para la lectura
1. Raskólnikov (de raskol - cisma, separación, soledad) es la imagen del hombre contemporáneo que, separado de su origen, es incapaz de vivir una pertenencia. En efecto, el ideal de su vida está en su pensamiento; en él todo es abstracción y razonamiento (p.4). Está separado de lo demás, está solo y quie­re estar solo (p.26); «dejádme solo» repite a menudo a Sonia, a la madre y a la hermana. Sale de la niebla de una ciudad fantasmagórica, Petersburgo (separa­ción del ambiente); vive, como si estuviese en un ataúd en un cuartucho que va midiendo continuamente. Las personas y los objetos son percibidos por él no a través de una evidencia inmediata, sino que son entendidos en cuanto resultado de una investiga­ción analítica.
2. Dostoievski, en una genial anticipación de Nietzsche, pone en Raskólnikov el problema de «to­do está permitido» (p.240): es el problema de la li­bertad como total afirmación de sí mismo y del propio criterio. Es decir, es el problema del poder por que «la libertad es el poder» (p.304), se trata de «ser
Napoleón» (p. 240), se trata de «atreverse» (p.385).
3. El protagonista concibe el crimen precisamente ­por esta afirmación total de sí mismo. Pero, ¿se tie­ne el derecho de hacer esto? Raskólnikov tiene que encontrar una justificación para su acción. Así, mientras que considera a la viejecilla nada más que como «un piojo» indigno de vivir, él, con el dinero robado, por el contrario, puede ayudar a la madre, a la her­mana y hasta consentirse en un bienhechor de la humanidad. Tal acción «desde luego no es un crimen» (p.61). Por esto Raskólnikov mata.
4. Sin embargo el fondo último de su conciencia no puede callar del todo (en esto Raskólnikov es un nietzschiano fracasado). Toda la realidad se rebela a aquella acción y le acusa; desde el «subsuelo» el hom­bre que está en él le denuncia frente a su propia conciencia: es un «asesino». Incluso una sola «mosca» po­dría haberle visto y desenmascararle. Su psique se ha­ce pedazos, es el delirio y la enfermedad.
Desde este punto de vista la víctima vence sobre su asesino, al denunciar el ridículo en el que ha caído (en Dostoievski una de las consecuencias infernales del mal es precisamente el ridículo en que cae aquél que lo comete) (p.383).
5. Es el encuentro con Sonia (además de con la madre y la hermana: «¿por qué me quieren tanto?» (p. 482) lo que trastorna completamente la construcción del pensamiento de Raskólnikov.
Sonia es lo contrario del poder: lo ha perdido todo, incluso su dignidad moral tal como la sociedad la identifica (p.173). Se ha destruido a sí misma «inútilmente» (gratuitamente) y vive en una pobreza que la lleva hasta la tentación del suicidio (p.298). Todo esto induce Raskólnikov a considerar a Sonia una lo­ca. Sin embargo tiene que reconocer que en ella hay una fuerza desconocida, una libertad inexplicable, una «compasión inagotable» y una capacidad de amar que es imposible en él.
¿De dónde le viene esa fuerza? «De Dios que hace todas las cosas» (p.299).
6. Entonces Raskólnikov comprende que el crimen no ha sido matar a la vieja, sino a sí mismo (p. 387); es él el «piojo». Sin embargo su razón recorre de nuevo con orgullo la lógica del crimen y la aprueba en cuanto tal; en el desesperado intento de seguir afirmándose a sí mismo como «hombre y no un piojo» prefiere seguir luchando, «él es más fuerte y ellos no tienen su fuerza pruebas» decide (p. 388).
Por su fuerza decide quedarse solo; sin embargo Sonia contrapone a esta posición el camino del total compartir (p. 389). Esto hace imposible a Raskólnikov su soledad (p.403).
El procurador Porfirii, que en seguida había comprendido­ quién era el asesino, con la ley y con la psi­cología demuestra a Raskómkov la necesidad de en­tregarse. Raskólnikov comprende que, para reencon­trar su propia dignidad, debe aceptar el sufrimiento de la condena: toma la cruz de Sonia y va a besar la tierra que él había ensangrentado. (p.484).
7. Raskólnikov es enviado a Siberia, pero aquella expiación -aceptada por orgullo- fracasa en su fin y provoca tan sólo una más profunda cerrazón de su persona (p.496).
Los compañeros de prisión apuntan al verdadero origen de su crimen, a la razón de su inmoralidad: «Tú no crees en Dios» (p.500).
Por fin Raskólnikov encuentra la posibilidad de cobrar su auténtica dignidad moral en el don que se le hace el don de una presencia (toda la escena final es la descripción de la conversión de Dostoievski) y la aceptación de esta presencia, que es simbólicamente representada en la aceptación de la mano de Sonia.
El ser amado es la iniciativa que nos abre a la vi­da, el aceptar ser amado y amar a la vez, es nuestra respuesta. La libertad en la vida está en esto: y aquí está la moralidad.

Nota: Sonia, al igual que muchas otras figuras femeninas de Dos­toievski es el icono de la Madre de Dios, es la Theotokos, la mujer que lleva a Cristo al mundo y es el símbolo de la Iglesia. El hombre se encuentra a sí mismo sólo reencontrando su origen en Cristo y en aquellas presencias que lo llevan. La moralidad está ligada a esta pertenencia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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