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Huellas N.7, Febrero 1985

DISCOTECA

Una profunda manifestación de gratitud: la sexta sinfonía

Cristina Gallego

Biografía
Ludwig van Beethoven nació en Bonn el 16 de di­ciembre de 1770 y murió en Viena el 26 de marzo de 1827.
Pertenecía a una familia de músicos de origen fla­menco. El primer maestro que tuvo influencia sobre Beethoven fue Neef, compositor de canciones y ópe­ras; éste le mostró El Clavecín Bien Temperado, de Bach, y dio a conocer al público las primeras obras de Beethoven niño. Neef, espíritu vivo y cultivado, des­pertó en Beethoven el afán por la cultura... En 1787 visitó Viena, donde, sin duda, recibió lecciones de Mozart. Después de varios estudios, especialmente de piano, se consagró definitivamente a la composición. Beethoven nunca pudo ocupar un empleo; la sordera que le aquejó progresivamente desde 1801 fue el principal obstáculo.
Beethoven, en su situación independiente de compositor libre, es la representación del artista mo­derno, en oposición a Haydn y Mozart. Beethoven es tremendamente respetuoso con la tradición; admira a estos dos compositores y repite las formas musicales de la sinfonía y de la sonata, que dichos maestros lle­varon a la perfección. Beethoven conduce el estilo instrumental homófono (música en la que todas las voces tienen el mismo sonido) a su acabado perfecto. El piano ayudó a Beethoven a expresarse de una ma­nera nueva y distinta. En él, pudo experimentar to­dos los contrastes bruscos de la música FF y PP (muy fuerte y pianísimo) que pasarían a ser reconocidos co­mo una de las características de Beethoven.
Fue un compositor subjetivo que contó en su mú­sica problemas personales.
Beethoven tenía un elevado concepto de la mora­lidad, aunque educado en la religión católica no con­servaba de la misma más que una especie de deísmo humanitario, con inclinaciones hacia un panteísmo estético.
De entre sus anotaciones y testamentos podemos encontrar: «Resignación, la más profunda resignación a tu destino... ya no puedes ser hombre, para ti ya no puedes serlo, sólo para los demás. ¡Oh Dios! dame la fuerza de vencerme a mí mismo, ya nada podrá enca­denarme a la vida».
De las innumerables composiciones podemos des­tacar: Missa Solemnis, sus conciertos para piano y or­questa, oberturas; «Leonora» y «Fidelio», sonata para piano n.3 (patética), sus nueve sinfonías y las varia­ciones sobre un vals de Diabelli op 120; entre muchas otras.

La sexta Sinfonía
Si hemos empezado esta serie de comentarios por Beethoven es por la impresión que produce su músi­ca, sobre todo la sinfónica; de ésta, lo que más llama la atención es su grandiosidad; y de la 6 sinfonía en concreto, es poder comprobar como en una obra más melódica, de carácter más apacible e incluso con me­nos instrumentos que en algunas de sus otras sinfo­nías, ésta grandiosidad se sigue manteniendo.
Cuando Beethoven escribe la 6 sinfonía (simul­táneamente a la 5) está en una época trágica de su vida; su sordera cada vez se acrecienta más y decide ir­se una temporada al campo, a, como él bien dice, re­conciliarse consigo mismo en el seno de la abundan­cia y del encantamiento de la naturaleza.
En esta sinfonía Beethoven pretende mostrarnos la naturaleza, y en ella las danzas de aldeanos, la tempestad... incluso, puso unas notas a la cabeza de los movimientos, aunque, como diría más tarde: «la descripción es inútil, hay que ceñirse más a la expre­sión del sentimiento que a la pintura musical».
En esta obra se puede comprobar la serenidad que Beethoven experimentaba en el campo ya que en sus temas predominan los matices delicados, de una gran amplitud con un desarrollo lento e intentan mostrar­nos su tranquila belleza.
En el primer movimiento se destaca la repetición. Es como si Beethoven nos quisiera expresar toda la amplitud del campo de una manera simétrica, la simetría de las hojas de un árbol, de las ondas de un la­go, etc... La partitura, como el bosque, está llena de vida y sin embargo la impresión que recibimos es de una gran tranquilidad. En el segundo movimiento pasamos a una tarde perezosa de verano, en la que hay tiempo para poder contemplarlo todo e incluso poder escuchar (imitados por la flauta, el oboe y el clarinete) al ruiseñor, a la codorniz y al cuco. El tercer movimiento parece bailable, tanto que nos podemos imaginar a un grupo de aldeanos en danza, interrum­pida, más adelante, por una tormenta que se acerca poco a poco, en el cuarto movimiento; ésta se hace sentir por el rumor sordo de los violoncelos y bajos. La tormenta estalla en toda su furia, con una sucesión de relámpagos, que finalmente se aleja hasta que en el quinto movimiento pareciese como si Beethoven die­ra gracias a Dios por todas las maravillas que ha podi­do contemplar. El principio de éste nos trae el sol, el deslumbramiento, que concluye en una profunda manifestación de gratitud; más que en un himno, en una oración.

Discografía
Las mejores versiones individuales de la 6 sinfo­nía que podemos encontrar son:
Bohm (DGG), Jochum (Philips), Klemperer (EMI), Reiner (RCA), Walter (CBS).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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