El libro del mes es una costumbre que forma parte del método educativo de nuestro Movimiento. Tiene una cuádruple finalidad: primero, incitarnos a la lectura (¡si leyéramos un libro cada mes...!); segundo a la lectura formativa, no solo informativa; tercero, con una orientación, por que hace falta un guía, que nos oriente en las lecturas, para no perder tiempo y también para no desorientarnos; y, finalmente, con un momento de contrastación con otros, que también han hecho la misma lectura, enriqueciendo, de este modo, el propio punto de vista con el de otros.
El motivo, por el que concretamente se propone este libro de A. Prossard, es múltiple y bien vale la pena que lo expongamos brevemente, - como aperitivo a su lectura.
Tiene el valor del testimonio personal del converso, de uno que ha llegado a la fe, viniendo de lejos: de una familia atea radical, hijo del que fuera primer secretario general del partido comunista francés, cuenta cómo encontró bruscamente a Dios, una tarde de un día cualquiera en París.
Pero al mismo tiempo en esta lectura podremos comprender con mayor hondura una serie de términos que cotidianamente empleamos en nuestro movimiento: sentido religioso, encuentro, seguimiento, problema humano, insaciabilidad, anuncio, oración.
Estamos ante uno de estos milagros de conversión inmediata (recientemente escuchábamos el testimonio similar de Tationa Goricheva), que se siguen produciendo en nuestros días. Inmediatos sí, por lo tumbativos: pero progresivos también, porque van precedidos de una larga búsqueda apasionada, sincera y humilde.
Por último recordar que su lectura nos resultará amenísima por la cercanía y el calor que encierra toda autobiografía profundamente humana. Se lee con enorme facilidad, de un tirón, pero su asimilación y el grato recuerdo que deja incito a la relectura, se trata, pues, de uno de esos libros que Unamuno llamaba "de comer", porque alimenta nuestra vida. Hay libros, muchos libros, que no dejan nada en nosotros, son los que se olvidan y quedan momificados por el polvo de una estantería o sencillamente se pierden sin ningún dolor. Este, no.
Andre Prossard: "Dios existe, yo me lo encontré".
Editorial Rialp. 1981
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