También Portugal tiene ya, desde hace algunas semanas, una ley sobre el aborto que le va a poner o la par de los demás países de la Europa Continental. La ley, prácticamente igual a la que fue aprobada en España, ha sido sacada por los socialistas de Mario Soares, que han faltado a todos los acuerdos libremente suscritos con sus aliados de gobierno y que han experimentado una inusual mayoría parlamentaria junto con los comunistas.
Para entender el significado y el valor de este noticia es preciso relacionarla con otra, de hace algunos meses, y que viene de Irlanda. En aquella nación un referendum popular ha logrado impedir que el aborto se haga norma constitucional; así le salvaguarda de los derechos del niño ha sido fuertemente reforzada. Dos países de antigua fe católica responden a la creciente secularización en dos formas totalmente distintas, más bien opuestas. ¿Por qué?
Portugal (¡y estas consideraciones tienen valor también para España!) es un país latino, que he vivido por mucho tiempo al margen del mundo moderno y que hoy se deja seducir por la muestra de potencia y de progresismo que los países de Occidente deslumbran delante de sus ojos. El complejo de quedarse culturalmente atrasado lleva a este país hacia un proceso de adecuación, recurriendo lo más velozmente posible el camino que ye ha sido recorrido por aquellos países. Pues también la introducción del aborto es el efecto de un complejo de inferioridad cultural, que afecte a cierta parte de la clase dirigente y la empuja e avergonzarse de una parte tan importante de su tradición nacional. Así ocurre que los portugueses han importado une ley a favor del aborto precisamente en el momento en que - allí donde la interrupción voluntaria del embarazo es legal desde cierto tiempo- la perplejidad y el malestar causados por sus inhumanas consecuencias se van agudizando gravemente.
Irlanda es una pequeña nación celta, ligada desde muchísimo tiempo a la comunidad cultural de habla inglesa. Precisamente por esto está insertada en cierta forma en el "mundo moderno" ya desde el principio y ha tenido así la oportunidad de valorar las ventajas y los riesgos de este "mundo". Además esta nación siempre ha llevado adelante una dura lucha en favor de su propia identidad y esto la ha vacunado, por lo menos en cierta medida, contra el peligro de una adhesión acrítica al mito de la "modernidad".
Así ocurre que el país más "atrasado" considera irrenunciable la ley en favor del aborto, incluso al precio de una grave crisis política, y el más "avanzado" sin embargo elige una sanción constitucional por su decisión en defensa de la vida. Quien se conforma pasivamente a la moda de los países "avanzados" con la idea de modernizarse, cae víctima del colonialismo cultural. Auténticamente moderno es, por el contrario, quien sabe encarnar, en las mutables situaciones de la historia, los valores que valen para siempre.
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