Abordamos, en esta ocasión, el problema del "pacifismo". Un río revuelto, enturbiado por tantos intereses, y en el que todos tratan de pescar. En cuestión tan importante, los católicos no podemos estar ausentes -nada humano nos puede ser ajeno-, pero tampoco presentes sin clarificación.
Ante todo clarificar significa dos cosas: examinar qui hoy entre bastidores del llamado "pacifismo"; y si esto no parece correcto, hacer una propuesta. Esto es lo que intentaremos brevemente a continuación.
1) El "pacifismo" es una preocupación justa, pero mal planteada, porque cae en la parcialidad de la ideología y en los intereses de los políticos.
Ciertamente el problema de la paz es un problema real que nadie puede negar y del que nadie se puede zafar. La paz es una necesidad para el hombre tan vital como el comer, lo que no justifica que nos den gato por liebre.
En torno a la paz comienza a moverse una juventud que parecía inamovible, tras el desencanto del mayo francés del '68, así como del fracaso de la radicalización de los grupos marxistas extraparlamentarios en toda Europa y del cullejón sin salida del "eurocomunismo". Se acusaba en todas partes una pérdida de militancia juvenil que era difícil relanzar desde la propia política. El "ecologismo" primero -con mucha menor capacidad de movilización-, y el "pacifismo" ahora - con más posibilidades-, le convierte en un cebo que los partidos discretamente tratan de capitanizar.
En nuestro país, el movimiento juvenil, especialmente el universitario, tuvo características propias con fuertes movilizaciones a favor de un objetivo muy claro: la democracia. Ha sido curiosamente, a partir de ese momento, cuando aparece un vacío y un desencanto, al contemplar cómo muchos incendiarios convertían en bomberos. En esta situación, de desencanto, pasotismo y "deberismo" (vuelta al cumplimiento del deber del estudio), nos llega, como tantas cosas con retraso, el pacifismo al que cada quisque tratará de sacarle el mayor partido posible.
Por otra parte, las dos grandes potencias están de por medio, -aunque en esta cuestión Rusia lleva la delantera, porque de hecho el movimiento pacifista es más antiotan y antiamericano que antipacto de Varsovia, con la ventaja para ellos de que en los países socialistas no se puede hacer propaganda pacifista. Se olvida que no puede haber solución realista y justa sin un desarme bilateral y equilibrado.
Cuando se silencian las guerras de uno y se vociferan las del otro, cuando se reacciona ante la violación de derechos humanos de unos y se acallan los del otro, cuando se reclama la paz de los fusiles y se fomenta la guerra de los bisturís (aborto y eutanasia), cuando se denuncia la violencia de la policía y se silencia la del terrorista, como hacen la mayoría de los movimientos pacifistas, estamos antes un mal planteamiento de la paz, cargado de ingenuidad en unos y, sin duda, de intención en otros. Porque la política es ante todo intención y lo que hay que procurar es que ésta sea honrada y beneficiosa para la comunidad.
Una vez más estamos ante la parcialidad de la ideología, ante una media verdad, que falsea y lo convierte en una gran mentira.
Una serie de razones motivaron el fracaso de la revolución estudiantil en la pasada década, pero, sin duda, la razón más importante es que representaban un movimiento "contra", una destrucción, sin proponer nada positivo, como se deduce del eslogan de aquellos años: "hagamos la revolución, después nos largamos". Una sociedad avanzada como la nuestra tiene capacidad de tolerancia, amortiguadores suficientes, para soportar un movimiento de este tipo. Pues bien, el movimiento pacifista actual es mucho más débil en su capacidad de análisis que el movimiento a que nos referimos, aunque coincide con aquel en el nihilismo de la propuesta, porque una cultura de la supervivencia, de la no destrucción, sin un porqué, sin un ideal de realización del hombre y sin un proyecto de sociedad diferente, está condenado al propio fracaso, aunque siempre habrá quien pueda sacar partido del mismo.
II) La paz solo la pueden construir los "pacíficos" ( y se puede ser pacifista y no pacifico) que han desterrado de su corazón la violencia, toda violencia.
El verdadero planteamiento de la paz nos lo plantea sin ambages Juan Pablo II, el hombre que en este momento -como reconocen también muchos no católicos- más está haciendo por la paz. Nos lo plantea en primer lugar con su claridad doctrinal en múltiples discursos. Nosotros proponemos en este número la lectura de su mensaje para la "XVII Jornada Mundial por la Paz", que constituye una magnífica síntesis de su pensamiento sobre el tema. Nosotros asumimos plenamente su pensamiento, no solo por ser católicos, sino, además, porque nos parece que en este momento representa el análisis y la solución más acertada al problema de la paz. En síntesis:
1) El bien y el mal, la paz y la guerra, nacen del corazón del hombre y no hay soluciones técnicas para este problema sin cambiar el corazón del hombre, sin conversión personal. No son la espada de otros tiempos o los misiles de hoy quienes matan, sino la voluntad del hombre que decide fabricarlos y utilizarlos.
2)Los sistemas sociales y la cultura dominante de ambos bloques imperialistas son materialistas, han roto la trascendencia del hombre y su relación con Dios. Y cuando el hombre no es devoto de Dios, tampoco es fraterno con los demás hombres, por eso es incapaz de construir la paz sobre la tierra. Es necesario renovar el corazón del hombre, creando una mentalidad colectiva que comienza en la conciencia de las personas.
3)Si la paz es un deber, el cambio de mentalidad y del corazón es una responsabilidad. La sociedad fraterna, que todo hombre bien nacido desea y la que todos los sistemas sociales aspiran, no es posible sin el reconocimiento del Padre común. Es necesario que la sociedad se reconcilie y vuelta a la casa del Padre, para poder sentir las raíces de la verdadera fraternidad humana.
Pero Juan Pablo II, en segundo lugar, nos plantes el camino correcto para la paz, mediante ese gesto de perdón a su propio agresor. Gesto que vales más que mil palabras y que mil discursos. Esas fotografías - charlando amigablemente, distendidamente, con Alí Agea, que ocuparon la primera plana de casi todos los periódicos del mundo, son la mejor lección de como debemos construir la paz.
III) Una propuesta: La peregrinación a las raíces de la paz
Este verano, en el "Meeting para la amistad entre los pueblos", que desde hace tres años se celebra en Rímini (Italia), surgió la idea de organizar una peregrinación del 18 al 25 de marzo, por lugares significativos, por su tradición cultural, religiosa y política. ¡Pererginación y no marcha! Porque vamos al encuentro de nuestras raíces y de nuestra historia sobre la cual hemos construido una civilización dignificadora del hombre, edificados no solo sobre valores cristianos, sino sobre Aquel, cuya presencia es capaz de transformar al hombre en pacífico en constructor de paz. ¡Peregrinación y no marcha!, porque no vamos contra nada ni contra nadie, sino a los cimientos sobre los que se ha edificado lo que de más válido hay en la civilización europea.
La inconsistencia y la confusión del "pacifismo" radica en que intenta construir la paz "en el nombre de la nada...". Nosotros sabemos que la paz solo es posible "en el hombre del Padre" que nos hermana y salva en su Hijo Jesucristo "y nos transforma por su Espíritu". Ninguna ideología ha cambiado jamás al hombre, como tampoco el "pacifismo" está en contradicciones de hacerlo.
Se nos llama a la responsabilidad de una presencia como católicos en la sociedad para construir la paz, no podemos estar ausentes de algo que es crucial para la humanidad, ni dejar que otros nos superen por causas que valen menos que la nuestra.
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