Va al contenido

Huellas N.03, Marzo 2022

PRIMER PLANO

Alguien te espera

Paolo Perego

¿De dónde nace una mirada capaz de abrazar a los jóvenes en situaciones de riesgo que han pasado por estas aulas? De la acogida a la orientación laboral, entre la restauración y las instalaciones eléctricas. Así es la vida en la cooperativa In-Presa

«La vida tiene un sentido y la realidad es una posibilidad positiva». Estas palabras se remontan a hace 25 años y son la piedra angular de la cooperativa In-Presa, una obra educativa que nació de una intuición de Emilia Vergani, trabajadora social que en 1994 empezó a dedicarse a experiencias de acogida, formación e inserción laboral de jóvenes con dificultades. La muerte de Emilia, en octubre de 2000, no interrumpió la historia que había nacido y que involucra cada vez a más gente. In-Presa ofrece actualmente cursos de formación profesional en diversos ámbitos, desde la restauración al mantenimiento de instalaciones eléctricas. También se ocupa de la inserción laboral de los jóvenes, de su orientación y del apoyo escolar, entre otras cosas.
«Trabajamos con más de 300 empresas y contamos con más de 200 personas, entre voluntarios y colaboradores», cuenta Chiara Frigeni, coordinadora de la formación profesional en la cooperativa. En la mayoría de los casos, estos jóvenes llegan con varios problemas. «Contextos sociales difíciles, situaciones familiares complicadas y problemas diversos». «Cada uno es diferente», añade Antonia Viganò, responsable de proyectos de ayuda al estudio. «Cada uno tiene su necesidad y tú siempre intentas hacerle una propuesta para que se sienta acogido, esperado. Por las mañanas, siempre hay alguien esperando a los chavales en la entrada».

«Durante el confinamiento no fue fácil. Para estos chicos ya es difícil ir a clase, así que online era aún más complicado», recuerda Chiara. «Sus problemas suelen estar relacionados con los contextos en los que viven. ¿Qué suponía quedarse encerrado en el lugar que originaba su malestar? Si no se conectaban, les llamábamos, como se suele hacer cuando alguien falta a clase. Lo apostamos todo por ayudarles a hacer memoria del lugar donde se sienten acogidos y queridos, incluso aunque no hubiera clase». Pequeños retos que afrontar en casa, grabar un video para enviarlo y luego hacer un montaje. «Lo que queríamos era que supieran que estábamos con ellos y que no nos daba miedo lo que estaba pasando. Ese es un punto clave en una relación educativa. La primera certeza debe ser la tuya».
Así fue con Gabriel, un chico de primero. «Al acabar el confinamiento, su padre murió. Lo encontró él en el jardín. ¿Cómo le podíamos ayudar? Enseguida nos movilizamos para ver la manera más adecuada de acompañarle en un momento en que estallaban en él montones de preguntas». Se podría pensar en un buen psicólogo, como sugirió un médico a la madre del chico. «Pero también podíamos estar a su lado para descubrir con él que todo ese bien que su corazón deseaba no había dejado de existir». Sin la pretensión de resolver el drama, pero sin dejar de sugerir una hipótesis positiva. «Siempre estábamos pendientes de él, incluso durante el verano. Cuando volvió en septiembre todavía seguía enfadado con todo y con todos. “No soporto a mi madre, que habla con mi padre todas las noches”, nos confesó. Si por un lado no puedes dejar de decirle que su padre no se ha disuelto en la nada, por otro lado tampoco puedes dejar de acompañarlo hasta que poco a poco vaya descubriendo que eso es verdad, que la belleza que la vida promete sigue existiendo, y que incluso puede pasar por las prácticas de cocina que tanto le gustan».
Los discursos no bastan. «Esa positividad de la realidad que no dejamos de señalar debemos recuperarla cada día, nosotros los primeros», dice Antonia. «Hace falta una comunión». Por eso los profesores se reúnen por equipos todos los lunes por la mañana, para que «esa manera de mirar a los chavales se introduzca también en la manera de afrontar los problemas particulares de uno solo, de una clase o de los docentes». También se reúnen una vez al mes para hacer un trabajo de confrontación «que llamamos “Educar es un riesgo”, para ver cómo el método de don Giussani se encarna en nosotros igual que sucedió al principio con Emilia». Antonia insiste en que «solos no se educa. Esa certeza, como siempre hemos visto desde el principio, nace de la comunión entre nosotros. Estamos juntos y vivimos así. Cuando los chicos lo ven, te siguen».

Y vuelven, como dice Chiara. «Aunque hayan pasado años, vienen a decirte que están bien o que tienen problemas, pero que ese bien que intuyeron aquí lo siguen viendo. O incluso, como el otro día, te traen a sus hijos, te presentan a su pareja, te hablan del trabajo que tienen o el que han perdido. Pero en el fondo el motivo es el mismo y tiene que ver con lo que aprendieron aquí, un lugar donde sus preguntas más profundas interceptaron una respuesta». Ese es otro punto crucial. «Si desde pequeño estás acostumbrado a no ver la perspectiva del sentido de las cosas, si cada vez que preguntas o planteas un problema a tus padres no te responden o no saben qué decirte, dejas de preguntar. Por eso parece que los jóvenes de hoy no tienen preguntas. Pero tal vez es que aún no han encontrado a nadie que las acoja».
Chiara no solo se refiere a sus alumnos, que han tenido que crecer en contextos complicados. «El Covid ha puesto aún más en evidencia el fracaso de cierta pedagogía llamada “de la escucha”. “Escuchemos a los chavales”. Vale, ¿y luego? Cuántas veces se encuentran delante de padres o educadores sin respuestas ni certezas…». Entonces más vale no tener problemas. «“¿Por qué voy a hacer el esfuerzo de levantarme para ir a clase?”. Ante esta pregunta, o planteas la hipótesis de un sentido, diciéndoles que esforzarse es una condición normal de la vida y no el signo de algo que no funciona, o les dices: “si no tienes ganas, no lo hagas”». Así pasa que algunos padres vienen corriendo porque su hija tiene ansiedad el primer día de prácticas y quizá necesita que alguien la vea. Hay padres que se quejan de que sus hijos no pueden ir a clase porque el profesor les cae mal, o tienen miedo a que su hijo se sienta frustrado, como si eso no formara parte del ser humano, «porque en la vida no todo es maravilloso», añade Chiara. «Educar no puede consistir en una estrategia. Para empezar, todos los días tienes que redescubrir el contenido de lo que les pones delante. Empezando por los que trabajan contigo. Y por los padres, para que ellos también puedan reconocer esa posibilidad positiva de la realidad. Todo lo demás es consecuencia».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página