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Huellas N.2, Febrero 2007

PRIMER PLANO - La obra del movimiento

No un camino, sino el camino

Hitos de una historia de amistad y paternidad

Proseguid con empeño por este camino a fin de que, a través de vosotros también, la Iglesia sea cada vez más el ámbito de la existencia redimida del hombre, un ambiente fascinante donde cada hombre encuentre la respuesta al interrogante del significado de su vida: Cristo, centro del cosmos y de la historia.
Vuestra presencia cada vez más consistente y significativa en la vida de la Iglesia, tanto en Italia como en las varias naciones donde vuestra experiencia comienza a difundirse, se debe a esta certeza, que debéis profundizar y comunicar, porque es esa certeza lo que causa impacto en el hombre. Es significativo a este propósito, y es preciso subrayarlo, que el Espíritu Santo, para continuar con el hombre de hoy el diálogo que comenzó Dios mediante Cristo y que ha proseguido a lo largo de toda la historia cristiana, haya suscitado en la Iglesia contemporánea múltiples movimientos eclesiales.
Ya mi venerado predecesor, el papa Pablo VI, dirigiéndose a los miembros de la comunidad florentina de Comunión y Liberación, el 28 de diciembre de 1977, afirmaba: «Os damos las gracias también por los testimonios valientes, fieles y firmes que habéis dado en este período un poco turbado por ciertas incomprensiones de las que estáis rodeados. Estad contentos, sed fieles, sed fuertes y estad alegres, y llevad a vuestro entorno el testimonio de que la vida cristiana es hermosa, es fuerte, es serena, es capaz realmente de transformar la sociedad en la que se inserta».
«Id por todo el mundo» (Mt 28, 19) es lo que Cristo les dijo a sus discípulos. Y yo os repito a vosotros: «Id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz, que se encuentran en Cristo Redentor». Esta invitación que Cristo hizo a todos los suyos y que Pedro tiene el deber de renovar sin tregua ha tejido ya vuestra historia. Haceos cargo de esta necesidad eclesial: ésta es la consigna que os dejo hoy.
(Audiencia en el trigésimo aniversario del nacimiento de CL, 29 de septiembre 1984)

Rememorando la vida y las obras de la Fraternidad y del movimiento, el primer aspecto que destaca es el empeño en prestar atención a las necesidades del hombre de hoy. El hombre jamás deja de buscar: tanto cuando se ve afectado por el drama de la violencia, o marcado por la soledad y el sin sentido, como cuando vive en la serenidad y la alegría, sigue buscando. La única respuesta que puede saciarle apaciguando su búsqueda le viene del encuentro con Aquel que es la fuente de su ser y de su obrar.
El movimiento, por tanto, ha querido y quiere indicar no ya un camino sino el camino para llegar a la solución de este drama existencial. El camino –¡cuántas veces lo ha afirmado Usted!–, es Cristo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, que alcanza a la persona en su existencia cotidiana. El descubrimiento de este camino sucede normalmente gracias a la mediación de otros seres humanos.
El cristianismo, antes que ser un conjunto de doctrinas o de reglas para la salvación, es, pues, el «acontecimiento» de un encuentro. Esta intuición y esta experiencia es lo que Usted ha transmitido a lo largo de estos años a muchas personas que se han adherido al movimiento. Comunión y Liberación, más que ofrecer cosas nuevas, apunta a hacer redescubrir la Tradición y la historia de la Iglesia, para volver a expresarla en formas capaces de hablar y de interpelar a los hombres de nuestro tiempo.
La fe aparece de este modo como una auténtica aventura del conocimiento, puesto que no es un discurso abstracto, ni un vago sentimiento religioso, sino un encuentro personal con Cristo, que da a la vida un sentido nuevo.
Este diálogo permanente con Cristo, alimentado por la oración personal y litúrgica, es el estímulo para una presencia social activa, como atestigua la historia del movimiento y de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
(Carta a don Giussani con ocasión del vigésimo aniversario de la Fraternidad de CL, 11 de febrero de 2002)

Repito hoy lo que os dije hace algunos años: «¡Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os conducirá más potentemente a haceros servidores de la única potestad que es Cristo Señor!» (Enseñanzas, VIII/2 [1985], p.660).
He aquí la original intuición pedagógica de vuestro Movimiento: volver a proponer, de modo fascinante y en sintonía con la cultura contemporánea, el acontecimiento cristiano, percibido como fuente de nuevos valores, capaz de orientar la existencia entera. Es necesario y urgente ayudar a encontrar a Cristo, para que Él llegue a ser, también para el hombre de hoy, la razón última del vivir y del obrar. Dicha experiencia de fe genera una mirada nueva sobre la realidad, una responsabilidad y una creatividad que afectan a cualquier ámbito de la existencia: desde la actividad laboral a las relaciones familiares, desde el compromiso social a la participación en el ámbito cultural y político.
Que la Virgen Santa, maestra y modelo de la vida cristiana y “fuente viva” de esperanza, acompañe y proteja siempre vuestro camino.
(Carta a don Giussani con ocasión del cincuenta aniversario de CL, 22 de febrero de 2004)

En diversas ocasiones me encontré con monseñor Luigi Giussani y pude admirar su fe ardiente, que se traducía en un testimonio cristiano capaz de suscitar, especialmente entre los jóvenes, una amplia y convencida acogida del mensaje evangélico. Doy gracias al Señor por el don de su vida, gastada sin reservas en la adhesión coherente a su vocación sacerdotal, en la escucha constante de las necesidades del hombre contemporáneo, y en el servicio valiente a la Iglesia. Toda su acción apostólica se podría resumir en la invitación franca y decidida, que dirigía a cuantos se acercaban a él, a un encuentro personal con Cristo, respuesta plena y definitiva a las expectativas más profundas del corazón humano.
Don Giussani propuso la “compañía” de Cristo a muchísimos jóvenes que, hoy adultos, lo consideran su “padre” espiritual. Así nació el movimiento Comunión y Liberación.
Cristo y la Iglesia: aquí está la síntesis de su vida y de su apostolado. Sin separarlos jamás.
(Mensaje con ocasión del fallecimiento de don Giussani, 22 de febrero de 2005)

«¡La vida humana es pródiga!... La mires por donde la mires, es interesante», dice Goethe en el prólogo de Fausto, hablándole al poeta que con esfuerzo se afana por encontrar un contenido y una forma a su obra. Y una vida pródiga es la que nos muestra monseñor Camisasca en esta primera parte de su historia de Comunión y Liberación, dedicada en gran medida a la biografía de don Giussani, por lo que resulta un libro interesante desde el primer momento. Es más, trata de mucho más que de una vida humana. A través del itinerario del fundador de Comunión y Liberación, nos hallamos ante al auténtico drama que ha marcado el siglo que acaba de pasar: la lucha entre fe e irreligiosidad, que según el mismo Goethe cifraba el tema real de toda la historia del mundo, da forma a esta vida. Un hombre que se imbuye radicalmente en esta lucha entra en contacto con todas las fuerzas de su tiempo y nos sitúa frente a las preguntas más profundas de nuestro propio ser. (...)
Giussani pone en nuestras manos dos criterios fundamentales. El primero: la esperanza se orienta o bien a la acción y a la organización (pensemos en la posición de Gedda) o bien a algo «gratuito», al don libre que viene de Dios; o se cree sólo en nuestro poder o se cree en Dios, se podría decir. El segundo: si se reduce el cristianismo a moral o a acción, se extravía la «ontología misma del hecho cristiano»; abrazando esta concepción, olvidamos las bases en las que nos apoyamos y confiamos sólo en lo que somos capaces de hacer. Encuentro sorprendente y grande que la palabra «ontología» emerja aquí como signo diferenciador y que ello venga precisamente de Giussani, un hombre que había renunciado a la metafísica abstracta para poner en su lugar el acontecimiento. Parece que dicho acontecimiento no significa algo extrínseco, puramente factual, sino que en él –verdadera entrada de Dios en nuestra historia. Giussani pone en nuestras manos dos criterios fundamentales. El primero: la esperanza se orienta o bien a la acción y a la organización (pensemos en la posición de Gedda), o bien a algo «gratuito», al don libre que viene de Dios; o se cree sólo en nuestro poder o se cree en Dios, se podría decir. El segundo: si se reduce el cristianismo a moral o a acción, se extravía la «ontología misma del hecho cristiano»; abrazando esta concepción, olvidamos las bases en las que nos apoyamos y confiamos sólo en lo que somos capaces de hacer. Encuentro sorprendente y grande que la palabra «ontología» emerja aquí como signo diferenciador y que ello venga precisamente de Giussani, un hombre que había renunciado a la metafísica abstracta para poner en su lugar el acontecimiento. Parece que dicho acontecimiento no significa algo extrínseco, puramente factual, sino que en él –verdadera entrada de Dios en nuestra historia– se encuentra el fundamento mismo de toda existencia y de toda vida. La historia nos abre un camino al ser que, sin ella –como ha demostrado Kant–, nosotros no podríamos encontrar. Así, la ontología recupera sus derechos, pero de una forma del todo nueva gracias al nexo establecido con el acontecimiento; de modo genuinamente cristiano, se llega a abrir una brecha hacia el Ser, hacia el Fundamento que nos sostiene.
Se encuentra el fundamento mismo de toda existencia y de toda vida. La historia nos abre un camino al ser que, sin ella –como ha demostrado Kant–, nosotros no podríamos encontrar. Así, la ontología recupera sus derechos, pero de una forma completamente nueva gracias al nexo establecido con el acontecimiento; de modo genuinamente cristiano, se llega a abrir una brecha hacia el Ser, hacia el Fundamento que nos sostiene.
(De la introducción al libro de Massimo Camisasca, Comunión y Liberación. Los orígenes. 1954–1968)

Me parece que el punto fundamental para don Giussani es que el cristianismo no es una doctrina, sino un acontecimiento, el encuentro con una persona, y de este acontecimiento del encuentro nace un amor, nace una amistad, nace una cultura, una reacción y una acción en distintos contextos. (...)
Con Comunión y Liberación nace una realización comunitaria de la fe que, como había dicho, no es resultado de las estructuras existentes, ni fruto de una voluntad organizativa por parte de la jerarquía, sino que nace de una experiencia de fe, de un encuentro renovado con Cristo, y por tanto, podemos decirlo, de un impulso que viene en última instancia del Espíritu Santo y se inserta como una realidad libre, abierta a todos en el conjunto de la Iglesia. Y se ofrece como una posibilidad de vivir de un modo profundo y actualizado la fe cristiana. (...)
Las diversas publicaciones, el Meeting de Rímini, otras manifestaciones públicas, la presencia en las universidades y en la vida social, en los grandes problemas del mundo, desde Novosibirsk hasta Brasil, demuestran la multiplicidad de aportaciones de Comunión y Liberación, la vasta gama de estas realizaciones, pero que siempre están enraizadas en una amistad personal con el Señor. Me parece que este es el punto fundamental: el encuentro personal con el Señor, con su cuerpo, que es la Iglesia, garantiza por una parte la identidad, la comunión con toda la Iglesia católica, pero abre al mismo tiempo a iniciativas muy diferentes, iniciativas misioneras, también y en particular en el mundo intelectual de hoy. Porque el actual mundo intelectual y académico es el contexto donde la fe cristiana encuentra más resistencia; aunque la inteligencia occidental ha nacido de la fe, hoy está secularizada y parece casi excluir el hecho de la fe. Por tanto, la fe vivida dentro del mundo intelectual, cultural y universitario de hoy es una de las aportaciones que me parecen más importantes e interesantes para la Iglesia universal.
(De la entrevista de Roberto Fontolan para el DVD con ocasión del cincuenta aniversario de CL, publicada en Huellas n. 9 – octubre de 2004)

Comunión y Liberación nos hace pensar inmediatamente en ese descubrimiento propio de la época moderna, la libertad, y nos hace pensar también en la fórmula de san Ambrosio «Ubi fides ibi libertas». El cardenal Biffi ha reclamado nuestra atención sobre la casi total coincidencia de esta expresión de san Ambrosio con la fundación de Comunión y Liberación. Subrayando la libertad como don propio de la fe, nos ha dicho también que la libertad, para ser verdadera libertad humana, una libertad en la verdad, tiene necesidad de la comunión. Una libertad aislada, una libertad que sea sólo para el yo, sería una mentira y acabaría destruyendo la comunión humana. La libertad, para ser verdadera y, por tanto, también eficaz, tiene necesidad de la comunión, pero no de cualquier comunión, sino en último extremo de la comunión con la verdad misma, con el amor mismo, con Cristo, con el Dios trinitario. Así se construye una comunidad que crea libertad y proporciona alegría.
(De la homilía en el funeral de don Giussani, 24 de febrero de 2005)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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