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Huellas N.01, Enero 2022

RUTAS

Schubert. Pura espera

Enrico Raggi

El joven concertista Federico Colli habla del gran compositor. «En él, la ausencia y la nostalgia son tan fuertes que nos testimonian la existencia de una respuesta»

Schubert, el mendigo. Durante dos siglos se le definió como viandante: caminante solitario en busca de una casa («oprimido por una nostalgia eterna e infinita», como escribió a su hermano), o perdido e inmóvil en un páramo inhóspito del paisaje invernal («silencioso, frío y helado», como recita el lied Auf dem Flusse). Sigamos algunas de sus pocas huellas: compositor sin residencia fija, alojado por sus amigos, tímido, huidizo, sombrío, creador de armonías imprevisibles y errantes que parecen perderse en un mar nebuloso, capaz de melodías tan hechizantes, sobrecogedoras y puras que parecen caer del cielo, constructor de estructuras circulares, inciertas en torno a un bosque en el que parece siempre dispuesto a volver sobre sus pasos, en un eterno retorno.
La música de Franz Peter Schubert no deja de repetir la palabra: «Ven». Como el ciego Bartimeo: «Muchos le gritaban para hacerlo callar, pero él gritaba más fuerte».
Es la invocación de un mendigo, según intuye el joven pianista italiano Federico Colli –ganador del Concurso Mozart de Salzburgo en 2011 y de la Leeds International Piano Competition de 2012–, a su regreso de una gira por Alemania y Estados Unidos, donde ha tocado, entre otros, la Fantasía in Fa menor op. 103 D. 940 de Schubert. «Un viandante debe poseer dos cosas: un motivo para viajar y una meta. Sin embargo, muchas veces no veo en Schubert ni un punto de llegada ni una dirección. El que camina movido por una causa pero sin meta, sin un puerto amigo, sin un destino, se llama mendigo», dice.

Comentando la Inacabada de Schubert, Luigi Giussani dice que en esta obra se percibe «el grito del hombre que es como si no estuviera, porque está incompleto y no sabe adónde ir». A propósito de la Wanderer–Fantasie, escribe: «La Wanderer es el hombre que se va, no el caminante (el caminante tiene una meta delante), sino el hombre que camina perdido, el vagabundo». ¿Comparte esta lectura?
El topos de la Wanderer, que Schubert representa en constante movimiento, lo describe invadido por un íntimo malestar, movido por una exigencia inextirpable en busca de sentido. En el ciclo de Lieder Winterreise, la meta es lo ignoto, una incógnita blanca, un adentrarse más allá. El autor se mueve para encontrar algo. Por el contrario, en la Fantasia op. 103 estas dinámicas típicas del viandante estallan. En un tema musical envolvente, que vuelve y retorna, entra y sale repetidamente, original o transfigurado, no veo un objetivo ni una meta. Ni siquiera al final, que en la música suele darnos alguna respuesta, nos recibe a campo abierto.

¿Qué ve entonces en esa Fantasía?
Schubert la escribió a principios de 1828. Estaba enfermo, postrado. La tocó a mediados de año, y a finales murió. Es algo parecido a un testamento, un legado. En el canto de este hombre de 31 años vemos la impaciencia de alguien que sabía que se enfrentaba a la muerte, que tenía los días contados. Schubert, en esta Fantasía, era mendigo. ¿Qué motivo tenía para mendigar? Pedir perdón, reconciliarse, rezar, desengañarse, anhelar, expiar. Es como si lo viera: mendigo de su corazón, de la estirpe de los desheredados, a los que no se les concedía llorar, condenados a una risa eterna. ¿Qué significa ese canto, en medio de la pieza, el único en una tonalidad mayor? Ahí es cuando lloras lágrimas amargas, cuando tu ángel custodio te abraza, te dice que no estás solo, y para animarte te cuenta una historia que te hace sonreír, entonces lo miras y con tu corazón herido sientes por un instante que eres feliz. ¡Es justo eso! Es un canto que pide misericordia, que pide sentirse amado a pesar de todo, que pide sentirse aceptado con sus pecados, que pide el porqué de su dolor.

¿Por qué la música de Schubert repite incesantemente y parece que vuelve a empezar siempre por el principio?
Cada repetición aumenta su potencia, lleva sobre sus espaldas el peso del pasado, una carga de vida y de experiencia. Cuando la música de Schubert se pone en movimiento, siempre manifiesta una melancólica desilusión. Pero no desespera, nunca se detiene, no deja de buscar, vuelve a empezar hasta en el fondo del abismo más oscuro. En la Fantasía entramos en una dimensión de “escucha caritativa”, como un pobre que extiende su mano. Schubert implora piedad y compasión, sin certeza alguna de que la respuesta vaya a llegar. Pero insiste, repite, reitera, vuelve a intentarlo, continúa con obstinación. Confía completamente en una providencia gratuita. Se vacía por dentro, con una disponibilidad pura, pura espera. Como un místico que se entrega al Misterio: «Hágase tu voluntad». Pero Schubert no sabe quién es ese tú, no sabe decir “Padre”. En él, la ausencia, la nostalgia, la llamada, son tan fuertes que nos testimonian la existencia de una respuesta: no puedo desear algo que no existe. Schubert es “tensión hacia”.

¿Qué puede significar esta mezcla incansable de alegría y melancolía?
Yo no diría la palabra alegría, porque puede sonar a ligereza, algo que resulta extraño en la música de Schubert, que es muy profunda. Cuando aparece un rayo de luz, parece como un don de gracia divina que te ofrece consuelo, y tú lo recibes con lágrimas en los ojos. Schubert es un eterno soñador, su música es una esperanza indestructible, una bendición continua, pidiendo salvación.

Dios es el primer mendigo, en busca del corazón del hombre. ¿Lo sabría Schubert?
No podemos saber qué imaginaba que era Dios. Sin embargo, siempre veo en sus composiciones un diálogo con lo Absoluto: una pregunta, una oración, una llamada, una petición de afecto. El grito es todo lo que un mendigo posee. Y él grita. Pero ahí se abre un mundo inexplorado. Son reflexiones que la literatura ignora. La relación de los compositores con lo trascendente es un campo de investigación siempre abierta.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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