Agradecimiento
En estos días difíciles, apenas sé cómo agradeceros que existáis, agradecer vuestro acompañamiento de amor verdadero. Ha pasado un mes del Abrazo del Padre a Mikel. Para mí este mes ha pasado como si hubiesen transcurrido solo unas horas, en las cuales he sido llevada en volandas por el Señor a través de sus testigos en la tierra, vosotros.
En estas semanas, se han escrito artículos y mensajes públicos sobre él, que agradezco porque traslucen el amor que tenían por Mikel, y porque resultan de justicia. Sin embargo, no puedo evitar sentir una preferencia hacia vosotros, amigos de CL.
Por ello escribo estas palabras, para agradecéroslo especialmente. Vuestro acompañamiento son gestos y palabras que dan vida, consuelan, aman, perdonan y traen esperanza. Herederos de la saga de Juan y Andrés. Miráis a Jesús como modelo a seguir.
Algunos de vosotros me han agradecido el texto que escribí para el funeral de Mikel, me dicen que ha hecho bien a algunas personas. Saber eso me hace bien a mí, sin embargo, hoy aprovecho para deciros que lo que tenga de bueno ese texto, no lo “escribí” yo, sino que debió de ser inspirado por el Espíritu Santo, y de nuevo a través vuestro, por las conversaciones y palabras de aliento que recibí los dos primeros días en el tanatorio. La comunión nos libera, nos salva, la comunión es un milagro, pidamos juntos ese milagro.
Le ruego al Señor que no me aparte nunca de vuestra compañía, le ruego al Señor que nunca dejemos de reconocerle.
Gracias
Irene
P.S. Quisiera pediros que los que tengan fotografías, vídeos, zooms de este último año, anécdotas, o cualquier otro material sobre Mikel que consideren interesante y piensen que no tenemos, lo hagan llegar a través del email: quienmeacompana@gmail.com
Regreso a Italia
Queridos amigos de Huellas, soy una mama de una familia numerosa italiana que ha tenido la gracia de poder vivir estos últimos seis años en España, concretamente en Granada. Ahora, por razones laborales, hemos tenido que volver a Italia y con el corazón lleno de gratitud miramos un poco atrás, a estos años. No puedo separar la historia de nuestra familia aquí de la historia de la comunidad del movimiento en Granada y en toda España. Esta carta es simplemente un agradecimiento al admitir que la vida, dentro de una compañía guiada como la nuestra, gana un gusto que es de otro mundo. Por diversas razones, he vivido en varias ciudades y es increíble lo determinante que es, al llegar a un sitio nuevo, saber que hay alguien que ya camina contigo: es algo que cambia concretamente los días. Así ha sido en Granada, donde llegamos con nuestros niños y desde el primer día continuamos un diálogo que tiene dos mil años y que, en nuestra historia, lleva el nombre de Comunión y Liberación.
Mirando los días vividos en España me doy cuenta de que la pertenencia a un pueblo que camina guiado es algo que supera los límites humanos, los míos y los de los demás, y me abre al conocimiento del otro, a mirarlo con afecto, a pesar de las diferencias. En este sentido, me han conmovido muchísimo las palabras de la carta de Mikel Azurmendi pidiendo entrar en la Fraternidad: «la lectura meditada de Crear Huellas me empuja a romper un último y viejísimo prejuicio anarco de no dejarme pertenecer completamente, de mantenerme gaviero perpetuo sin entregar a nadie la vigía de mi propia navegación. He comprendido que el “sí” de Pedro generó el nacimiento de un pueblo».
Ahora que ya estamos en Italia, veo que la mejor posición que puedo desear para mí, para mi marido y mis hijos, es estar dentro de esta historia, con hombres y mujeres limitados, pequeños, pero pegados al carisma, dentro de la Iglesia, de modo que este diálogo de dos mil años pueda continuar con vosotros, amigos de España, y con los nuevos compañeros de aventuras que encontraremos.
Cristina, Granada
Sus testigos
Quería compartir una gracia que se me ha dado en los Ejercicios de la Fraternidad. «El acontecimiento de Cristo permanece en la historia a través de la compañía de los creyentes, signo eficaz de la salvación de Cristo para los hombres (...) Jesucristo está presente aquí y ahora: Él permanece en la historia por medio de la sucesión ininterrumpida de los hombres que por acción de su Espíritu le pertenecen como miembros de su Cuerpo, prolongación en el tiempo y en el espacio de su Presencia».
Ha sido una llamada escuchar y leer en los Ejercicios tantos y tan provocadores testimonios de personas en tan diferentes, y muchas veces en muy duras, circunstancias. Pero siempre con el mismo "estribillo" en todas ellas, con la Presencia de Jesús ahora se puede vivir todo. Esto me ha hecho valorar inmensamente la revista Huellas. Hasta hace unos meses, hasta los Ejercicios, la revista era como leer los periódicos; se leen los titulares y ya está. Desde que he empezado a leerla bien me he encontrado con una riqueza impensable. Es uno de los momentos que más espero en el día, apenas diez minutos que me permiten leer algo de la revista. Los testimonios que puedo leer aquí me siguen mostrando a diario que con la Presencia de Jesús ahora se puede vivir todo.
Además ha abierto un indicio de respuesta a una pregunta con la que llevo mucho tiempo. Creo que cada uno sigue a personas concretas que le resultan atractivas y que más le ayudan en el camino de la fe. En mí hay una pregunta de qué pasaría si desaparecen las personas a las que sigo y con quien tengo más afinidad. Una vez un amigo me dijo que lo importante no es encontrar a las personas idóneas sino tener una mirada apropiada. Pero me he rebelado ante esta afirmación; posiblemente porque va contra mi criterio, mi testarudez me dice que tiene que ser solo a través de la persona que yo decido. Ahora, con los testimonios de los Ejercicios y de la revista, empieza a desvelarse que siempre habrá personas a las que seguir y que antes está esa mirada nuestra, este deseo nuestro (que despiertan las mismas personas) de querer vivir ahora con la Presencia de Jesús en todo.
José María, Madrid
¿A quién perteneces?
Este año mi vida ha estado llena de acontecimientos, también dramáticos. Durante un encuentro, Julián Carrón nos lanzó este desafío: ¿puede aprender una persona adulta una mirada nueva hacia su vida? En aquel momento yo estaba atravesando una crisis personal. Me daba la sensación de que mi vida no tenía valor, que ya no era útil para nada, que era incapaz de estar a la altura de la vocación que Dios me había dado: mi familia. Pero esa pregunta despertó en mí la esperanza de que no todo se hubiera perdido.
Decidí comprobar si aquello era posible. Solo siguiendo se puede aprender a mirar la realidad de un modo nuevo, y por eso estoy tan agradecida a todos los que han compartido conmigo su experiencia, tomando en serio las preguntas que iban surgiendo. En este sentido, para mí la más dolorosa era la referida a la vocación, como dice el libro de Escuela de comunidad, Crear huellas en la historia del mundo: «La forma concreta de la elección es el templo en el tiempo». Cuando trabajamos sobre este texto me sentía confusa y turbada, por mi historia. Yo, tal como era, no podía pertenecer hasta el fondo a nada ni a nadie. Ni a mi familia, porque estaba destruida, ni a la Fraternidad, porque soy ortodoxa, ni a la Iglesia ortodoxa, porque estoy vinculada a la Fraternidad.
Compartí mis reflexiones con un gran amigo que me señaló un punto en el que no había caído: «Recuerda que en primer lugar perteneces a Cristo, y a sus ojos no hay ninguna confusión. Tú para Él eres la que eres. La forma de la pertenencia son los rostros de las personas que más te ayudan a hacer memoria de su Presencia». Desde ese momento, la pregunta «¿cómo puedo aprender una mirada nueva hacia mi vida?» se hizo aún más aguda. Me he dado cuenta de que, para responder, ante todo debo buscar (no en palabras sino en la experiencia) quién vive esa vida nueva que yo deseo tan ardientemente y que veo que empieza a aflorar en mí.
No quiero detenerme en los detalles del camino. Ha estado lleno de errores y descubrimientos, de miedo y alegría. Solo digo que ahora estoy segura de que quiero vivir esa profundidad en la relación y esa plenitud de vida que por gracia ya he podido tocar. Quiero mirar cada cosa sin perder de vista a Cristo, recordando que toda mi vida, con todos sus errores y alegrías, le pertenece a Él.
Darina, Vladimir (Rusia)
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