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Huellas N.09, Octubre 2021

PRIMER PLANO

Algo que no es confuso

Anna Leonardi

«Si a la fe le queda todavía una oportunidad de resonar en el corazón de los hombres, yo lo quiero ver». Giulia Sodi, directora de la exposición “Vivir sin miedo en la edad de la incerteza”, cuenta por qué decidió involucrarse en este proyecto y qué ha aprendido en su primera visita al Meeting

«Una traducción “pop”». Giulia Sodi, joven directora de documentales, resume así su trabajo en la exposición “Vivir sin miedo en la edad de la incerteza”. Atea, se crio en un ambiente que carecía de credo alguno, aunque sin hostilidad, y aceptó sumergirse en el material que le ofrecieron en bruto con las tres entrevistas de Julián Carrón, Charles Taylor y Rowan Williams, para poner en marcha un itinerario donde temas eternos e inmensos como la libertad, la existencia de Dios y la esperanza entraran en diálogo con el mundo de hoy. Para ello utilizó todos los lenguajes posibles: la música de Lady Gaga, videos amateur de redes sociales, el rapero Marracash o la serie televisiva Breaking Bad. «No ha sido una operación de simplificación ni banalización de testimonios tan profundos. “Pop” no significa vulgar sino “creíble”», explica Giulia Sodi, que durante tres meses trabajó codo con codo con los cuatro comisarios de la exposición en un intercambio continuo. «Yo era la que menos familiaridad tenía con ciertos temas, pero me dije: si a la fe le queda todavía una oportunidad de resonar en el corazón de los hombres, yo lo quiero ver».

¿Cómo se realizó esa búsqueda?
Tuve que enfocar el punto en el que las tres entrevistas se encontraban con mi alma laica. Me pregunté: «¿Pero estos temas me dicen algo a mí?». No todo me resultaba comprensible, pero entendí que los interrogantes de los que parten esas reflexiones sí me afectan profundamente. Yo también tengo el problema de la esperanza, si pienso en mi vida, en mi marido y mi hija. Así que no he hecho más que dejar que saliera a la luz todo lo que aquello me sugería, intentando usar todos los lenguajes de los que se nutre la gente todos los días. A veces el ritmo de los videos es un poco febril, pero da idea del contexto en que nos movemos hoy.

¿Puede destacar algún ejemplo?
En la primera sala, Taylor habla de cuando se estaba muriendo su padre y cuenta su fascinación una noche de Pascua, durante una celebración ortodoxa donde el coro cantaba: “Con la muerte Cristo venció a la muerte”. Es una afirmación fuerte, paradójica, que me cuesta comprender. Pero, por el efecto que causó en él, sé que ahí tiene que haber algo verdadero para todos. Una especie de mensaje para la humanidad. Por eso elegí las imágenes del museo submarino de Lanzarote, en las islas Canarias. Para mí esas estatuas bajo el mar es como si estuvieran diciendo: «Estamos muertos, pero no se puede haber acabado». Cada muerte, hasta la de un desconocido, nos habla directamente, nos devuelve a la vida.

¿Es fácil encontrar estas asonancias entre imágenes y palabras? A veces parecen un poco vertiginosas, arriesgadas. ¿Qué ha sido lo más difícil?
Lo único que me ha costado ha sido superar prejuicios. Cuando Massimo Bernardini, con el que llevo años trabajando en la RAI, me propuso este trabajo, me asusté mucho. Tenía mis prejuicios sobre CL y el tema me parecía demasiado elevado, áulico. Me preguntaba si lograría transmitir mis ideas a los comisarios. En cambio, nada más empezar a trabajar, me sorprendió su apertura. Era una mezcla de competencias, experiencias y sensibilidades en una relación al principio tímida y luego cada vez más directa. Me hacían mil preguntas. De hecho, llegó un momento en que me sentí totalmente libre.

¿Cuándo?
Cuando propuse insertar la imagen de una bailarina en monopatín. Es una imagen que me apasiona, pero a ellos les causaba cierta perplejidad. No entendían qué tenía que ver y me preguntaron el motivo. En ese momento la puerta que había entre nosotros se abrió de par en par.

Esa chica se mueve entre imágenes de personas enfermas y bellezas naturales. ¿Qué significa?
Esa chica me transmite exactamente lo mismo que me transmite la perfección de un atardecer o la paz de un joven enfermo de ELA rodeado de sus amigos: equilibrio. Es algo que sucede en el instante en el que vives sin sentir el peso de la vida. Cuando te mueves con gracia dentro de la gravedad de las cosas. Esta fue mi explicación, que al final los convenció. Y desde ese momento el trabajo entre nosotros se convirtió en coser pieza a pieza, en un continuo mirarse a la cara. No es algo muy habitual…

¿Os habéis hecho amigos?
Sí. Creo que ha sido por lo que afirma la exposición. «El otro es un bien para mí», dice Carrón en un momento dado. Para mí, ha sido el descubrimiento de algo que siempre he sabido. Es un privilegio que el trabajo te ofrezca la oportunidad de preguntarte sobre ti mismo y te dé personas que lo hagan contigo. Los cuatro comisarios son profesores, pero no me han dado “lecciones”. El otro te ayuda a descubrir quién eres, qué cosas buenas tienes, qué necesitas para dar otro paso en tu camino. Yo sigo siendo lo que soy, pero involucrarme tanto con estos temas, hasta sufrirlos en algunos momentos, me ha hecho descubrir que hay algo atractivo en quien vive la fe.

“Sufrirlos”, ¿por qué?
Resulta imposible no sufrir cuando uno se involucra tanto. Por ejemplo, ante el concepto que expresaba Carrón de la irreductibilidad del corazón humano, me pasé semanas sin entenderlo. Tuve que pedirle a Alessandra Gerolin que me lo “repitiera” un domingo por la tarde. Ella me lo explicó palabra por palabra y creía haberlo hecho mío, pero he vuelto del Meeting preguntándome: «¿Cómo es posible que esto de la irreductibilidad no deje de entenderlo y olvidarlo?».

¿Qué tal ha ido su primera vez en el Meeting de Rímini? Al empezar la visita de la exposición con un grupo, les dijo: «Os invito a verla sin prejuicios, sin esquemas. Exactamente igual que he tenido que hacer yo, trabajando».
El Meeting lo he querido visitar sola, sin mediaciones. Lo primero que hice fue colarme en la exposición de incógnito, sin avisar a la organización de mi llegada. Y me conmoví viendo a la gente delante de la pantalla y conmoviéndose ella también. Con ochenta años y con quince, se dejaban herir por lo mismo que también me ha herido a mí: un deseo de vida que conecta a todos, que «nos hace aliados en el mundo», como decía Williams.

¿Ha encontrado algún rastro de ese deseo de vida en otras partes del Meeting?
He visto “Tú tienes valor”, una exposición sobre las mujeres ugandesas víctimas de la guerra y del Sida, que ahora viven a salvo gracias a alguien que las ha querido. En un momento de pausa me senté con unos treinta chavales que cantaban juntos. Tenían una alegría incontenible.

Luego volvió al día siguiente…
Sí, conocí a Carrón y volví a ver la exposición con él. Me recibió lleno de curiosidad. Le insistí en que esto no puede ser solo un producto para creyentes, pues responde también al interés de los que están alejados de la fe. Es una oportunidad para intentar mostrar qué es la fe para quien la tiene y cuál es el atractivo que une al creyente con su credo porque, hablando como laica, es muy distinto a lo que suelo ver en bodas y funerales. Normalmente veo un formalismo que no dice nada de esta sensación de atracción. Pero, más en general, podría decir que el Meeting también es un momento que la sociedad laica necesita, porque faltan lugares donde sea posible reflexionar y preguntarse en qué punto estamos y hacia dónde vamos.

La última sala de la exposición se cierra con las mismas imágenes con que se abre la primera: un enorme collage de pequeñas pantallas donde aparecen cortes de una humanidad agitada por sus necesidades. ¿Por qué ha querido que fuera así?
Es la idea de que las voces de Carrón, Taylor y Williams nacen de ese bombardeo de voces que nos abruman. Su relato, que habla de confusión y esperanza, no se plantea como solución para todos los enigmas sino que más bien ofrece la posibilidad de ver, en medio de la confusión, también algo que no es confuso. Quería cerrar así porque percibo que vivimos en un presente eterno. Debemos volver a comprender siempre la novedad de lo que ya nos ha pasado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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