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Huellas N.08, Septiembre 2021

BREVES

Cartas

Nuestra hija, vuestra hija
Hace algo más de dos meses que nuestra hija María partió al Cielo. Han sido casi 18 años intensos, en los que hemos podido gozar de su presencia silenciosa y crecer como personas, en medio de todas las dificultades y sufrimientos, que ciertamente no han faltado.
En los últimos momentos de su vida, así como en estas semanas tras su muerte, ha emergido con mucha claridad lo que ya sucedió cuando nació y que ha sostenido nuestro caminar estos años: nuestra pertenencia a un pueblo y a una historia particular. Un pueblo que es el cuerpo de Cristo mediante el cual la caridad de Dios se hace palpable para cada uno, y en el que somos los unos para los otros testigos del acontecimiento de Su presencia. ¡Qué grande es nuestro agradecimiento por tantas personas que con su oración habéis sostenido nuestro caminar estos años! Al ver estos días emerger estos rostros ante nosotros, algunos incluso sin conocernos personalmente, comprendemos mejor que su gracia ha sido y es la verdadera protagonista de todo lo que hemos vivido, y que va mucho más allá de lo que somos conscientes en cada momento, pues se va desvelando en el tiempo. ¡La vida es un apasionante camino del conocimiento!
Se ha puesto de manifiesto, con sorpresa y gratitud para nosotros, que nuestra hija era también vuestra hija. Es decir, que hay un vínculo real entre nosotros más fuerte que la carne. Y esta unidad es un don. Por eso, ahora que estamos ante una nueva etapa de nuestra vida, más que nada deseamos seguir, dejarnos aferrar cada vez más por esta modalidad que a través de don Giussani nos alcanzó hace más de 30 años y que nos ha permitido vivir con gratitud los casi 18 años de nuestra hija.
Javier y María José, Madrid


Como una lechuga
Cuando caímos enfermos mi marido y yo, y confirmamos que éramos positivos en Covid, dados mis síntomas, yo sabía que iba a caer, es decir, que la enfermedad iba a cursar en mí con mayor gravedad. El Señor cuando permite estas cosas en mí lo hace a lo grande. Mi vida ha estado llena de regalos, sé que soy su preferida, y sabía que también esta vez iba a pasar. Hace siete años también estuve a punto de morirme y pasé un mes en la UCI.
Ingresé en el hospital el 7 de febrero y a mi marido le mandaron a casa con un seguimiento. Al final también a él le ingresaron en planta cinco días, después del segundo seguimiento. En mi caso, después de intentar que respirara adecuadamente durante cuatro días, la doctora me dijo que como no mejoraba me iba a sedar para intubarme. La escena que recuerdo es estar tumbada en mi cama, dos doctoras se acercaron a los pies de la misma y una de ellas me dijo: «Lourdes, tenemos que dormirte porque no mejoras». Me di cuenta de que no podía controlar nada sobre mi salud. Miré a la doctora y le dije: «me fío». Y como en los momentos en que experimentaba angustia e incertidumbre rezaba el avemaría, me puse a rezar. Además era el día de mi santo, Nuestra Señora de Lourdes. Y cerré los ojos pero no sé en qué momento me durmieron.
Estando dormida y supongo que en mis sueños, una vez vi tras la cristalera de mi box de la UCI a un sacerdote que me daba la bendición. No le veía la cara pero era de contextura gruesa. Mi marido me ha dicho que no había ningún sacerdote que hubiera bajado pues él no había pedido ninguno porque pensaba que no acudían a la UCI.
He despertado 30 días después pensando que era el despertar de una siesta porque solo recordaba mis sueños. Pero me he despertado rezando a la Virgen y me ha venido a la memoria la imagen de Alfonso, un niño con síndrome de Down, hijo de una querida fraterna. Y me ha venido su imagen porque es un niño que solo se deja querer. Su pasividad me evocaba la mía durante este tiempo.
Antes de subirme a la habitación en la planta, muchos de los integrantes de la UCI pasaron a despedirse y pensé: «es porque he sido buena paciente». Cuando me subieron a planta uno de los celadores, Raúl, me traía a la habitación. Un celador jovencito. Y le dije: «espero volver a verte». Él me dijo: «Yo no». Le pregunté por qué. «Soy celador de la UCI y por allí veo pasar de todo, la alegría de todos nosotros es cuando un paciente sube a planta a recuperarse. Te voy a echar de menos porque te he tomado cariño. Cuando estabas boca abajo para que respiraras mejor, me pasé muchos días a tu lado, junto a otros tres compañeros, vigilando cada minuto de tu vida». Me emocionó porque, aunque yo no he controlado nada, ha habido alguien que me ha cuidado constantemente.
Estando ya despierta en la UCI, al preguntarle a mi marido por Anas (padre Antonio Anastasio) me contó que había muerto. Y lloré. Me conmovía pensar que ese sacerdote que me había visitado en sueños era mi querido amigo Anas. Mi marido me dijo que había rezado mucho por su curación y que cuando supo que había muerto lloró e inmediatamente le pidió: «Anas, cuida de Lourdes, por favor, intercede para que se cure».
Estos días en la habitación le he preguntado al Señor por qué ha permitido lo que me ha pasado. Y la respuesta me llegó cuando mi marido me contó lo que dijo el padre Tommaso en la homilía del funeral por Anas. «Anas ha sido sacerdote hasta su último respiro, dormido en estos dos últimos meses, luchando con la enfermedad, y sin ser consciente de nada». Como le dije a mi marido de forma coloquial, también refiriéndome a mí, «siendo una lechuga». «Ha sido sacerdote porque ha llevado a miles a rezar por él, atrayendo incluso a los más alejados».
Dos meses después de mi alta me encontré con una amiga de mi hijo. Al verme me abrazó y me dijo: «No puedo evitar abrazarte pues he vuelto a encontrarme con Dios al conocer tu estado en la UCI. Soy católica pero hace mucho decidí que Dios no tenía nada que ver con mi vida y me aparté totalmente de cualquier sacramento o cercanía con la Iglesia. Soy una mujer que ha decidido ayudar con solidaridad a cualquiera pero contigo no sabía qué hacer ni cómo ayudarte. Me encontraba impotente. Así que por encontrar algún medio de hacerlo me puse a rezar la única oración que recordaba de mi niñez, el padrenuestro. Sentí paz y me di cuenta de que la ayuda para ti no era mi activismo sino mi oración».
Por todo esto mi corazón está lleno de agradecimiento.
Lourdes, Móstoles (Madrid)

La necesidad de volver al método
Hace unos meses, con la necesidad que me constituye como persona y con la ayuda de mi amiga Lucía, me di cuenta, sentí, percibí, que algo me faltaba. Hacía ya muchos años que no hacía Escuela de comunidad, porque me perdí y sucumbí a la realidad, sin poder hacer un juicio, sin compañía, poniendo el cuerpo y el alma en lo que hacía, pero perdiéndome a mí misma. Aquí, en mi vivir diario de los últimos tiempos, es donde entró en juego realmente la compañía, cuando me dije: «sola no puedo nada».
Gracias a palabras e invitaciones de Lucía, volví a la Escuela de comunidad. Con temor, con anhelo, con dolor, pero también con alegría. Me reencontré con muchos amigos que no veía desde hacía mucho tiempo. Me temblaban las manos, la voz, sentía que volver a comenzar nuevamente era como reconocer mis limitaciones. Comenzaron los diálogos entre los que hacemos Escuela, hoy de forma virtual.
Cuando conté a todos por qué volvía, les conté lo que me estaba pasando: que me sentía vacía en muchos aspectos de mi vida, que vivía según mis criterios, pero que nada satisfacía mis deseos, las fibras constitutivas de mi corazón. Así ocurrió nuevamente un imprevisto: los amigos que me conmovieron hasta las lágrimas, porque me abrieron las puertas, me hacen ver que, por más que yo haya vivido muchas cosas, por más que crea que no viví humanamente la vida, yo volví porque conocía un método, un camino del cual nunca he podido separarme, porque corresponde a mis exigencias estructurales del corazón y llena mi humanidad.
Sentí que don Gius me había devuelto el aire; él y mis amigos eran y son el Verbo hecho carne. Y esto acrecentó mi exigencia del ciento por uno. Con lágrimas de alegría puedo decir «¡gracias!» y pedir por mi propia humanidad. Gracias, porque tengo una gran familia de amigos que me ayudan a caminar, a transitar el transcurrir del tiempo.
Virginia, Santa Fe (Argentina)

Haciendo la compra
Recién llegados de vacaciones a un pueblo de Gerona con mis padres, voy a hacer una buena compra a un supermercado en un pueblo cercano. Al entrar, me fijo en un chico que hay en una de las cajas, me acerco y, efectivamente, era Ángel. Hacía un año que no le veía. «¿Te acuerdas de mí? Tuvimos una conversación interesante en la que también estaba mi madre», le digo. «¡Claro, me regaló un libro!», me contesta. Le regalé el librito de los ejercicios. «Luego te veo», le contesto.
Terminada la compra, espero mi turno en la caja de Ángel. Voy poniendo productos en la cinta transportadora y él los va pasando por el escáner. «¿Qué tal estás?». «Bien, ha sido un tiempo difícil para todos, pero estoy bien. ¿Y usted y su madre?». «Todos bien, también».
A partir de ahí se inicia un diálogo que es una muestra de lo que Julián nos dice en los ejercicios de este año, en la primera página del capítulo IV («La flor de la esperanza. Una necesidad de certeza»). Comienzo así. «Lo importante es pegarse a las personas que no se retiran de la vida. En este tiempo muchas personas se han retirado aun no estando enfermas. Eso se lo digo a mis alumnos que van para ingenieros. Que la vida es problemática y que cuando en su empresa se encuentren con problemas –los ingenieros afrontan y resuelven problemas– no se pueden retirar. Si se retiran ya se sabe a dónde van, a casa». «Eso de no retirarse vale para todo, no solo para la ingeniería», me dice. «Sí, sí, vale para todo en la vida». «¿De qué da clase?». «De matemáticas y simulación». «¿De matemáticas? Pero, ¿usted no era religioso?». «Pues sí». «Pero las matemáticas y la fe no tienen nada que ver». «Lo que dices de las matemáticas tiene que ver con que a través de ellas se pueden describir las leyes de la naturaleza, por ejemplo. Pero las matemáticas no dicen nada de la certeza que tú tienes de que tu madre te quiere, lo sabes sin saber matemáticas». «Pero la relación con mi madre es una relación muy intensa, del día a día, mientras que la fe...». «Esa es la cuestión, que la fe sea también algo del día a día, como pegarse a las personas que nos ayudan, que te ayudan a vivir, a no retirarte de la vida». «Cuando hablo con un amigo evangelista, siempre le digo que cómo sabe que lo que se dice en la Biblia es verdad». «Pues no lo sé. Lo importante es que exista hoy la posibilidad de vivir la misma experiencia que pudieron vivir los primeros. Como tú con tu madre, que está presente». «Entonces, ¡la cuestión es la presencia!». «Efectivamente, la cuestión es la presencia. Por eso tú y yo nos podemos pegar a las personas que nos ayudan a no retirarnos de la vida nunca. Yo es lo que hago».
Aquí terminó la conversación y nos despedimos contentos. Yo, conmovido y agradecido.
Ramón, Madrid

Sus testigos
Quería compartir una gracia que se me ha dado en los Ejercicios de la Fraternidad. «El acontecimiento de Cristo permanece en la historia a través de la compañía de los creyentes, signo eficaz de la salvación de Cristo para los hombres (...) Jesucristo está presente aquí y ahora: Él permanece en la historia por medio de la sucesión ininterrumpida de los hombres que por acción de su Espíritu le pertenecen como miembros de su Cuerpo, prolongación en el tiempo y en el espacio de su Presencia».
Ha sido una llamada escuchar y leer en los Ejercicios tantos y tan provocadores testimonios de personas en tan diferentes, y muchas veces en muy duras, circunstancias. Pero siempre con el mismo "estribillo" en todas ellas, con la Presencia de Jesús ahora se puede vivir todo. Esto me ha hecho valorar inmensamente la revista Huellas. Hasta hace unos meses, hasta los Ejercicios, la revista era como leer los periódicos; se leen los titulares y ya está. Desde que he empezado a leerla bien me he encontrado con una riqueza impensable. Es uno de los momentos que más espero en el día, apenas diez minutos que me permiten leer algo de la revista. Los testimonios que puedo leer aquí me siguen mostrando a diario que con la Presencia de Jesús ahora se puede vivir todo.
Además ha abierto un indicio de respuesta a una pregunta con la que llevo mucho tiempo. Creo que cada uno sigue a personas concretas que le resultan atractivas y que más le ayudan en el camino de la fe. En mí hay una pregunta de qué pasaría si desaparecen las personas a las que sigo y con quien tengo más afinidad. Una vez un amigo me dijo que lo importante no es encontrar a las personas idóneas sino tener una mirada apropiada. Pero me he rebelado ante esta afirmación; posiblemente porque va contra mi criterio, mi testarudez me dice que tiene que ser solo a través de la persona que yo decido. Ahora, con los testimonios de los Ejercicios y de la revista, empieza a desvelarse que siempre habrá personas a las que seguir y que antes está esa mirada nuestra, este deseo nuestro (que despiertan las mismas personas), de querer vivir ahora con la Presencia de Jesús en todo.
José María, Madrid

Azurmendi. «Ser con vosotros»
Publicamos la carta en que Mikel Azurmendi pedía recientemente a Ignacio Carbajosa, responsable del movimiento en España, entrar en la Fraternidad de CL. Mikel murió el pasado 6 de agosto
Querido Nacho, hace ya un tiempo que vengo madurando mi ingreso en CL y creo que ya ha llegado el momento de pedíroslo. Desde que finalicé de escribir El Abrazo vengo haciendo un camino de cobrar confianza en que mi renacimiento como cristiano es definitivo porque se asienta sobre mi absoluta aceptación y entrega a Jesús.
Por una parte he cobrado conciencia de que soy muy querido por Dios, por no decir demasiado querido, dada la demasía de perdón que he recibido. Y eso solo puedo agradecerle con más entrega personal.
Por otra, la lectura meditada de Crear huellas en la historia del mundo –libro que estamos también leyendo en Escuela de comunidad– me empuja a romper un último y viejísimo prejuicio anarco de no dejarme "pertenecer" completamente, de mantenerme de gaviero perpetuo sin entregar a nadie la vigía de mi propia navegación.
He comprendido que el "sí" de Pedro generó el nacimiento de un Pueblo, una unidad de gentes-en-encuentro con cierta "entità etnica" como expresó un Papa. He entendido el significado de "obedecer" como el único modo de trascender mi yo hacia el Otro al igual que un futbolista "obedece" a su entrenador. Vamos, que tengo que "hacer caso" a pastores que estáis guiando a esa tribu cuyo estilo de vivir me conmocionó tanto.
Ha pasado ya el tiempo de "ser como vosotros" proponiéndome "ser con vosotros". Tengo que superar eso de ser vuestro compañero de camino para ser compañero de vuestro camino. Espero que con esta entrega de mi orgullo cierta pobreza de corazón me encaminará más hacia la esperanza, a realizarla en mi destino ya tan próximo.
Pues eso, quedo a vuestra disposición con un agradecido abrazo.
Mikel

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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