Existe en Alemania una pequeña ciudad a orillas del Main, en Baviera, donde todos los años, durante los meses de julio y agosto, se celebra un festival operístico que está dedicado, en su integridad, a un compositor. La ciudad se llama Bayreuth. El nombre del compositor, RICHARD WAGNER.
Richard Wagner, el protagonista de esta artículo, nació en Leizpig el 22 de mayo de 1813. Dedicado pronto a la música, es director de orquesta en Magdeburgo a los 21 años, y posteriormente en Konisberg y Riga. Casado en 1836 con la actriz Mina Planer, se traslada a vivir a París tres años más tarde. En 1842 estrena su ópera "Rienzi" en Dresde, donde es director de orquesta hasta que, debido a sus participaciones revolucionarias, es obligado a huir a Zürich. Allí es llamado por Luis II de Baviera, donde permanece durante año y medio. Transcurrido este tiempo vuelve a Suiza, donde muere su primera esposa, contrayendo nuevo matrimonio con Cósima Liszt. En todo este tiempo Wagner estrena, con diferentes resultados, sus óperas: "El Holandés Errante", "Tannhauser", "Lohengrin" y "Tristán e Isolda".
Los últimos años de su vida los dedica el compositor a su monumental proyecto: la construcción de un gran teatro de ópera donde representar sus obras, hecho que tomaría forma en la ciudad de Bayreuth, inaugurándose con su impresionante tetralogía "El Anillo del Nibelungo", compuesta por cuatro óperas: "El oro del Rin", "La Walkiria", "Sigfrido" y "El ocaso de los dioses", el año 1876.
Seis años más tarde, el 13 de febrero de 1883, Wagner muere en Venecia, no sin antes estrenar su obra cumbre: Parsifal.
La importancia de Wagner en la música, y más concretamente en la ópera, es capital, de tal modo que podemos aventurarnos a decir que la ópera wagneriana es algo distinto del resto de la ópera. Esto nos viene dado por la concepción del autor sobre el género. Wagner es el creador del "Drama Musical", donde se unen la filosofía, la poesía y la música. El mismo escribía los libretos de sus óperas, basadas muchas de ellas en la mitología germánica. Para Wagner, la música es capaz de expresar los sentimientos de una manera que no es capaz la palabra, pero los motivos de dichos sentimientos sí nos los puede decir esta, en contra de la música, que no concreta nada. Así, y al contrario del resto de la ópera, las obras wagnerianas equiparan en categoría música y palabra, no pudiendo desligarse la una de la otra.
Como consecuencia, la música es más dramática, menos "musical", si se me permite el término, debiendo tener los intérpretes de estas óperas unas características dramáticas, tanto en voz como en capacidad interpretativa, que no le son necesarios al intérprete habitual de otras óperas. Un buen cantante de ópera italiana o francesa no siempre es un buen cantante wagneriano. Y lo mismo se puede decir de los directores. Una de las innovaciones técnicas más importantes de Wagner es el denominado "leit-motiv", que es un tema musical, concretado en unos compases, y que es asociada a un personaje, situación o estado de ánimo, apareciendo siempre que se haga referencia a dicho personaje, situación o estado de ánimo.
Wagner y su música son difíciles. Es complicado entrar en su espíritu. Por ello recomiendo, como un primer acercamiento a su obra, los cuatro discos que la Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores ha editado (números 42 al 45), en los que hay una muestra de su obra sinfónica en los dos primeros, y una selección de la tetralogía en los dos siguientes. De sus óperas pueden encontrarse ediciones completas en varias casas discográficas.
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