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Huellas N., Octubre 1983

ACTUALIDAD

Las lecciones de una tragedia

Javier Restán

Un hecho que entre la violencia y la continua amenaza que respira el mundo no debería llamar especialmente la atención, ha ido prolongando su actualidad en la prensa desde enero hasta agosto de este año: el asesinato de ocho periodistas en los Andes peruanos, a manos de unos campesinos. Primero fue el hecho concreto de la matan­za, que llenó titulares, artículos, espacios informativos en TV. Cuatro meses después, la publicación de las conclusiones de la Comi­sión independiente designada por el presidente peruano para esclare­cer los hechos. Y por fin este verano Mario Vargas LLosa (miembro de la Comisión independiente) ha publicado nueve espléndidos artículos en un diario madrileño, en los que detalladamente nos describe y analiza con gran sentido crítico y equilibrio los hechos, desvelando las lecciones que en ellos podemos aprender.

LOS HECHOS
El 23 de Enero de 1983, ocho periodistas que vienen a esclare­cer unos enfrentamientos entre indios y guerrilleros del Sendero Luminoso (un grupo terrorista ultraortodoxo maoísta) en la comunidad de Huaychao, en el departamento de Ayacucho, cuan­do están llegando a Uchuraccay a unas horas de camino de su destino, son atacados salvajemente por un numero­so grupo de campesinos que sin mediar palabra acaban con sus vidas con hon­das, palos y machetes. Pronto se cono­ció la noticia y se habló en seguida del "mayor asesinato colectivo de pe­riodistas del mundo". El crimen fue horrible y la noticia dio la vuelta al mundo. Se comentó en Le Monde, en The New York Times y desde todos los lugares del mundo occidental se le­vantó un clamor de protesta que con­llevaba una acusación al gobierno pe­ruano, por haber colaborado o al me­nos consentido los hechos. Se llegó a hablar de que la democracia en Perú había muerto, y que la situación era parecida a la de Chile, El Salva­dor, etc. Una enorme polvareda se originó desde todos los rincones de la intelectualidad progresista, y los partidos de izquierda en occidente.
Solo después de cuatro me­ses se pudieron saber con más clari­dad y certeza, los detalles y los motivos de aquellos hechos, cuando una Comisión independiente formada por Mario Vargas LLosa, Abraham Guz­mán Figueroa y Mario Castro Arenas, hicieron públicas sus conclusiones después de investigar los aconteci­mientos largamente.
Los campesinos habían mata­do a los periodistas confundiéndolos con guerrilleros del Sendero Lumino­so, con los cuales llevaban ya tiempo en un enfrentamiento abierto, lo cual suponía una guerra terrible en que se trataba de matar primero o morir.

¿QUIEN ES CADA CUAL?
El departamento de Ayacucho es el centro de operaciones de Sende­ro Luminoso, que domina las comunida­des andinas hasta tal punto que la policía antiterrorista (sinchis) no se aventura a entrar demasiado en el territorio.
Sendero Luminoso surgió co­mo grupo guerrillero clandestino en 1978, cuando el camarada Gonzalo (Abi­mael Guzmán) su fundador, con un gru­po de adictos estudiantes uni­versitarios desapareció con el fin de organizar la lucha revolucionaria por el maoísmo en Perú. Su radicalis­mo demencial, que les hace reivindi­car la Rusia de Stalin, la Revolución Cultural China, y el régimen camboya­no de Pol-Pot empezó a manifestarse en acciones concretas en 1970 con sabotajes y voladuras. Hasta hoy el grupo se ha ido consolidando hasta ser una autentica amenaza para la democracia peruana. Su estrategia con­siste (a la manera maoísta) en llevar la revolución del campo a la ciudad; para ello les era necesario el aisla­miento de las comunidades campesinas con vistas a un mejor adoctrinamiento y a sentar las bases de la subversión. Por aquí comenzaron los roces con los indios.
A la larga mantener con sus propios medios de subsistencia (extra­ordinariamente precarios) a la guerri­lla, era un pago muy costoso para unos campesinos que no entendían nada de aquella doctrina maoísta tan abs­trusa y lejana a la propia realidad cotidiana que vivían. Discusiones por el ganado y por las cosechas, lleva­ron al final a los iquichanos (20.000 habitantes diseminados en unas 20 co­munidades) a rebelarse contra Sendero Luminoso, máxime cuando éste quiso imponer un régimen de autosuficiencia económica en la zona e impedir que comerciaran con sus productos en los mercados de otros pueblos andinos.
Después de una asamblea po­pular, los iquichanos decidieron em­prender la guerra. Sería una lucha a vida o muerte, que sin embargo no vendría sino a unirse a la historia de olvido, primitivismo, hambre, ex­plotación latifundista, guerra civil y excesivos impuestos que ha consti­tuido siempre la vida de sus habitanates.
Pronto se iniciaron los en­frentamientos con pequeños destaca­mentos del Sendero Luminoso que llega­ron a sufrir al menos 24 bajas. La policía peruana estaba fuera de juego, los indios tenían que defenderse y luchar sin ningún tipo de apoyo. Están cargados de violencia y de mie­do, incluso de rabia, y se ven envuel­tos en una lucha gobierno-guerrilla de la que no entienden nada.
En esta situación de ten­sión, violencia exaltada, y temor, era fácil que una columna de hombres cargados, que subía por las quebradas andinas, fuera confundida con una avanzada terrorista. Estas fueron las causas de la terrible confusión. Hasta aquí los hechos. Sin embargo Vargas LLosa ha sabido penetrar en el fondo de los aconteci­mientos y llegar a conclusiones muy reveladoras.

LAS LECCIONES DE UNA MATANZA
Los temores y recelos de los indios no eran infundados. Apenas dos meses después y tras un enfrenta­miento entre campesinos y guerrille­ros por problemas de alimentos, cua­tro destacamentos de Sendero Luminoso encabezan una acción de represalia en la comunidad de Lucanamarca. Se reunió a la gente del pueblo en la plaza y se inició una masacre con fusiles, hachas, piedras y palos que dieron lugar a la muerte de 67 hom­bres, mujeres, ancianos y niños.
Esta vez la prensa ha callado. En la televisión nada se ha dicho.
Ni siquiera las Asociaciones Pro Dere­chos Humanos han levantado la voz. Esto es muy significativo y elocuen­te. La indignación moral de la iz­quierda y toda la progresía occiden­tal, parece estar en relación con el provecho político que pueda sacar de ella. Primera lección: La defensa del hombre, tristemente, está condiciona­da la mayor parte de las veces por los intereses ideológicos. La ideolo­gía acaba, tarde o temprano, por po­ner al hombre al servicio de su doc­trina. No importa el hombre sino en vista de ese fin ideológico presunta­mente redentor, y eso es aplastar al hombre, ignorar su dignidad.
Esto, no obstante, no resta un ápice de importancia y horror a la matanza de los periodistas. Pero conocer la situación real de la vida de los iquichanos puede hacerla más entendible. Son hombres que viven en la violencia desde que nacen hasta que mueren: el hambre, el miedo, el aislamiento, la incultura más absolu­ta, reducen a estos indios a una situación de precariedad primitiva. Su problema es sobrevivir. Segunda lección: Esos hombres con un rostro y un nombre concreto, son el verdade­ro problema y no ningún tipo de ideo­logía o sistema. ¿Son ellos, realmen­te, los culpables? se pregunta Vargas LLosa.
Pero aún hay más. No solo la izquierda ha manipulado con el silencio la verdad de los hechos.
Muchas "gentes de orden" han recibido con satisfacción la noticia de la reacción de los indios como prueba de su oposición a cualquier postura revolucionaria. Esto está muy lejos de la verdad. Para los iquichanos es absolutamente indiferente el mar­xismo-leninismo o la democracia, por­que no entienden ninguna de la dos. Tercera lección: La democracia, que es un valor sin lugar a dudas, es un concepto vacío si no sirve para hacer vivir con más dignidad a los hombres; Y todo lo demás es palabrería inútil que vuelve a ignorar al hombre concre­to.
Una última lección: Se tra­ta del tan traído y llevado princi­pio: "los fines no justifican los medios". La lucha anti terrorista ha sobrepasado en múltiples ocasiones el marco legal y sobre todo el "marco moral" con sus abusos entre la poblaci­ón y los excesos indiscriminados de la represión. Eso ha conseguido que -los indios miren con temor y recelo a unos y otros. Se encuentran solos. Pero la legitimidad de un sis­tema se prueba en la legitimidad mo­ral de los medios que utiliza. Una vez más hay que tener la valentía de afirmar que ni siquiera el terror guerrillero puede dar paso al terror y la represión del sistema. Un dramático acontecimiento en un punto perdido a miles de metros de altitud en los Andes. Un aconteci­miento sin embargo, lleno de leccio­nes para todos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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