El día 9 de Septiembre se clausuró la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea, que ha tenido lugar en el madrileño Palacio de Exposiciones y Congresos y al que han asistido 35 países. La Conferencia de Madrid, que encuentra sentido dentro del esfuerzo internacional por fomentar la distensión, se ha visto afectada por un gran número de problemas (Afganistán, Polonia, la postura intransigente de Malta, el abatimiento del Jumbo Surcoreano...) que han estado a punto de hacer fracasar un acuerdo pacífico.
La elaboración de un documento conjunto se ha podido llevar a cabo, pese al tormentoso panorama internacional. Este consta de treinta folios que se resumen en seis puntos:
1. Los estados participantes en la CSCE deben observar estricta y efectivamente el no recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza como norma de conducta internacional.
2. La Conferencia de Madrid debe tener una continuidad en Viena en 1986 y subraya la necesidad de que en 1985 se conmemore debidamente el décimo aniversario de la firma del acta final de Helsinki.
3. Los países que asisten a la CSCE condenan el terrorismo, incluso el internacional. También se debe impedir que utilicen sus respectivos territorios para la preparación, organización o realización de actividades terroristas. Tampoco se puede prestar ayuda directa o indirecta para el derrocamiento violento del régimen de otro estado.
4. La convocatoria de una conferencia en Estocolmo el 15 de noviembre de 1983 destinada a fomentar la confianza y seguridad y sobre el desarme en Europa.
5. Voluntad de adoptar medidas que fortalezcan la seguridad y estabilidad en el Mediterráneo.
6. Favorecer el intercambio y la cooperación científica.
Quizás el mérito mayor de la Conferencia de Madrid sea el haber puesto de manifiesto la necesidad imperiosa del diálogo internacional; como único medio para evitar una conflagración mundial. Por esto, aunque los resultados han sido pobres, la CSCE ha contribuido a proseguir el diálogo en favor de la cooperación pacífica.
Es cierto que la falta de escucha, el egoísmo ciego, el deseo de poder y las ideologías son obstáculos que imposibilitan el diálogo y lo que éste requiere para ser verdadero: franqueza y deseo común de búsqueda de lo bueno y justo; y que los países tienen una gran dosis de desconfianza y ansia de poder. Pero estos elementos no son motivo para desconfiar en que un diálogo por la paz y la cooperación sea posible.
El diálogo por la paz es posible, aunque no fácil. Por eso hay que apoyar todo intento internacional encaminado a la distensión.
La opinión pública hoy puede realmente influir en crear un clima de apoyo al diálogo sincero por la paz si comprende que éste es un quehacer de todos.
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