Francesco lanza el teléfono a la mesa. Está rojo de rabia. Acaba de enterarse de que sus “colegas” del Consejo del departamento didáctico en el ateneo han mandado un mensaje, firmado también por él, convocando una asamblea con todos los alumnos. Orden del día: la solicitud de un recurso extraordinario. «No, no estoy de acuerdo, ni en el contenido ni en la forma. Y si queréis poner mi nombre, al menos me lo tendréis que pedir. Esta historia del recurso no me convence. Punto». Así acabó su conversación telefónica con Ricardo, uno de los catorce representantes del Consejo que, como la mayoría, es de extrema izquierda. Pero Francesco no. Aunque para él nunca ha sido un problema, es alguien capaz de dialogar con cualquiera. En parte porque está acostumbrado a moverse con cintura, pero sobre todo porque, desde que conoció a sus amigos de CL, siente que no puede dejar de compartir con los que tiene al lado las cosas que le preocupan.
La asamblea se celebra por Zoom. Aparte de los representantes, participan 120 alumnos. Todos enfadadísimos por la situación de la enseñanza en la universidad. Durante una hora se suceden las intervenciones. Algunos proponen boicotear las clases, otros incluso quieren hacer una huelga. Francesco pide la palabra. «Perdonad, pero creo que queréis resolver un problema creando otros. Lo que proponéis me parece muy poco adecuado para la situación que estamos viviendo. Mi problema por las mañanas no es tanto lo que estáis diciendo, cuántas páginas nos toca estudiar para un examen, sino que me despierto y quiero ser feliz. ¿A vosotros no os pasa?». El tono cambia. A partir de ahí los que intervienen empiezan a hablar de sí mismos. De sus dificultades en el estudio, en sus familias, en sus relaciones. Y de cómo encontrar otros caminos para afrontar los problemas de la universidad. Surge tal riqueza que deciden ponerlo negro sobre blanco en un documento que enviarán al presidente del Consejo.
Francesco se queda asombrado. Nada más desconectarse recibe una llamada. Es Ricardo. Quiere saber cómo está preparando el examen de Análisis 2, cuánto está estudiando, con quién, con qué textos. Mientras quedan para estudiar juntos, Francesco recibe un mensaje de WhatsApp. «Soy Viola, una chica que acaba de participar en la asamblea. ¿Me crees si te digo que había perdido por completo la confianza en la humanidad? Pero hoy, al verte, también he visto que puede haber algo nuevo en esta vida».
Él la llama. «Viola, si yo soy así es porque tengo un lugar donde me tratan así. No es porque sea educado, no es cuestión de temperamento, de hecho soy un cabezota como todos los demás. Sencillamente he encontrado a alguien que me mira con lealtad, y me ayuda a mirar las cosas con lealtad».
Francesco sale corriendo hacia la universidad, tiene clase de laboratorio. Tiene que terminar un experimento sobre una fuente de luz que, atravesando los espejos, debe llegar a un punto preciso. «Esto se parece mucho a lo que me ha pasado hoy».
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