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Huellas N.05, Mayo 2021

PRIMER PLANO

Revolución cotidiana

Paolo Perego

De odiar el timbre, a abrir a cualquiera que “llame”. Marco y Fulvia ven cómo su vida cambia. No solo por la pandemia…

«La posibilidad de la santidad, todos los días». Esto es lo que la vida de los esposos Martin, padres de Santa Teresa de Lisieux, les dice a Marco y a Fulvia Bernardo. Se casaron en Milán en 2004, pero ahora viven con sus dos hijos de 7 y 12 años en Dervio, a orillas del lago de Como. Él, con los años, ha levantado una pequeña empresa de asesoramiento inmobiliario. Pero ahora está cambiando de trabajo. «Desde que nos mudamos aquí, en 2015, la vida ha empezado a cambiar».
Fulvia, natural de Livigno, explica que en Milán se asfixiaba. «Los primeros años no conseguíamos tener hijos, también tuve abortos espontáneos…». Luego los hijos llegaron, pero no le bastaba. Ella ya no soportaba nada, ni siquiera el timbre que sonaba de vez en cuando. «Quería volver a las montañas», bromea Marco. En efecto, cuando se mudaron, la vida volvió a llenarse. «Había una historia de años en el movimiento con amistades que dejábamos atrás. Y luego las relaciones nuevas que iban naciendo aquí, en CL, en la parroquia o los turistas que vienen al lago». Como sus nuevos amigos Claudio y Francesca, y sus hijos. «Yo acababa de perder otro hijo», dice Fulvia, «y ellos nos acompañaron». O la aventura con los jóvenes de esta zona, añade Marco. «Por casualidad, hace unos años, el párroco nos pidió ayudar para acompañar a un grupo durante unos días de vacaciones. “Se te da bien estar con los jóvenes. Podrías dar clase”, me dijo después. Ahí empezó todo. Me volví a matricular en la universidad para estudiar Teología y mientras tanto comencé a dar clases de religión en varios colegios. Se creó un grupo de profesores y jóvenes -desde los primeros cursos de secundaria hasta los primeros años de universidad- con los que compartíamos el estudio y el tiempo libre». Nada de etiquetas. «Son chavales de pueblo, lo que les une es el deseo de amistad con Jesús que llevan en el corazón».
De odiar el sonido del timbre a tener una casa abierta para todos, «casi a cualquier hora… en tiempos de Covid en la medida de lo posible. Pero sin negarnos nunca. Porque las cosas que nos pasan son la presencia de Dios que viene a llamar a nuestra puerta. Y entonces lo dejas entrar», dice Fulvia, refiriéndose a una frase de Madeleine Delbrêl, autora del prólogo de una biografía de los padres de santa Teresita. Es lo que le pasó a una amiga cuyo marido murió hace un año. «Fue por un tumor. Se lo llevó en dos semanas. Yo solo la conocía porque nuestros hijos habían estado en la guardería juntos. Pero pensaba en toda la compañía que se me había dado a mí, en mis problemas. Y fui a verla, a pesar del confinamiento. Ahora no pasan dos o tres días sin vernos o llamarnos. “Eres una fanática del rosario”, me dice, “pero con vosotros me siento amada”». Lo mismo sucede con el grupo de jóvenes durante las clases online. «Nos vemos a través de Zoom, alguno necesita clases particulares», explica Marco. Luego están los hijos, también ellos ocupados con sus clases a distancia, con los que rezan juntos todas las noches «por la unidad de nuestra familia. No en el sentido de “hay que quererse”, sino por esa unidad que se da cuando Jesús está entre nosotros».

Cuando la madre de su amigo Claudio enfermó, él pidió que no le dejaran solo. «Pero por el confinamiento perimetral no podíamos vernos. De manera inmediata le propusimos rezar juntos una novena a los esposos Martin». Francesca y un grupo de amigos estuvieron con él, cada noche se reunían online para leer un fragmento de la vida de los dos santos. «Ahora la madre de Claudio está en el Cielo, pero la cosa no ha acabado», dice Marco. «Siempre, cada vez más, con Fulvia, nos damos cuenta de que nuestra vida, nuestro estar juntos es realmente un camino de santidad en el que nos acompañamos mutuamente. Así lo hacían cada día los esposos Martin, en la mesa, en el trabajo, en la educación y en la muerte de los hijos. Nada quedaba fuera de la posibilidad de abrazar a Cristo». Con los límites, las dificultades y los dolores. «Con la basura que nunca tiro, con el lavavajillas que odio llenar, las preocupaciones por el futuro, los hijos… Pero te acompañas cada vez más para pedir que Jesús te sorprenda cada día». «Nunca solos», insiste Fulvia, «porque sigues las relaciones que te ayudan en esto».
Es una nueva cotidianidad revolucionaria. La vida de Zelia y Luigi Martin era así, una santa normalidad. «Nuestra cotidianidad ahora tiene que ver con la pandemia. Pero siempre tenemos la misma posibilidad, aunque las circunstancias cambien», dice Marco. «La vida, el camino, lo construye Cristo, cada vez un trecho. Una acera, una farola. Va construyendo a tu alrededor. Y donde tú tiras un cartón, Él planta una flor. Cuántas veces ha sucedido esto en nuestra vida».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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