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Huellas N.04, Abril 2021

RUTAS

El canto del presente

Carmen Giussani

Editorial UFV publica la segunda parte de la Divina comedia, El Purgatorio, en el mismo formato especial en que publicó la primera, El Infierno. Calentando ya motores para culminar con El Paraíso la edición integral de la obra comentada por Franco Nembrini, con ilustraciones de Gabriele Dell’Otto (de Marvel Comics), con ocasión del séptimo centenario de la muerte del sumo poeta

Con ocasión del séptimo centenario de la muerte de Dante Alighieri (Florencia 1265 - Rávena 1321), el pasado 25 de marzo el papa Francisco publicaba la Carta Apostólica "Candor Lucis aeternae". En ella remite a los célebres versos del canto VIII del Purgatorio: «Era ya la hora en que renace el deseo / y se enternece el corazón de los navegantes / el día que han dicho adiós a sus queridos amigos» (VIII, 1-3). Y anota: «Dante, reflexionando profundamente sobre su situación personal de exilio, de incertidumbre radical, de fragilidad y de constante desplazamiento, la transforma, sublimándola, en en un paradigma de la condición humana, que se presenta como un camino, interior antes que exterior, que nunca se detiene hasta que no llega a la meta».
A continuación el Papa identifica el punto de partida de todo itinerario existencial en el deseo: «El sumo poeta, aun viviendo sucesos dramáticos, tristes y angustiantes, nunca se resignó, no sucumbió, no aceptó que se suprimiera el anhelo de plenitud y de felicidad presente en su corazón».
En el Purgatorio, que ahora publica la Editorial UFV, comentada íntegramente por Franco Nembrini, Dante canta al perdón. Canta a la condición del hombre frágil, contradictorio, herido y pecador, que alcanza la misericordia y el perdón. Y dado que la obra de Dante y la vida humana así como la poesía y la experiencia cotidiana van de la mano, leer la Comedia y encarar el tema del perdón significa, en primer lugar, fijarse en la experiencia humana, en lo que sucede en nuestra experiencia.
Un texto como el Purgatorio no puede leerse sin que uno mismo se ponga en juego, sin que aventure la experiencia que tiene de la vida. Este es un criterio válido sin duda para todas las obras literarias; pero pertinente de un modo muy particular para el Purgatorio.
Ciertamente, vale la pena leer el Purgatorio porque supone una promesa para la vida de cada uno y porque propone un recorrido personal. Un recorrido real, concreto, de cara a la vida que apremia, urge, y a veces te arrolla como un tren de alta velocidad. Por ejemplo, una amiga que, tras confesarme el fracaso de su vida, me dijo: «Me he equivocado en todo. ¡Cómo me gustaría poder empezar de nuevo!».
En el fondo el Purgatorio responde justo a esta pregunta tan apremiante: ¿se puede empezar de nuevo? ¿Se puede volver a empezar en la vida?¿Hay una novedad tan poderosa que pueda revolucionar la vida hasta el punto de que pueda renacer?
Llama la atención el que el Purgatorio sea un himno al trabajo necesario sobre lo humano, el trabajo que todos tenemos que realizar. Y Dante se pone precisamente manos a la obra sobre sí mismo. Si el Infierno es un inmenso fresco de la terrible inmovilidad, sin tiempo ni espacio, donde el mal y sus consecuencias congelan para siempre a sus personajes, el Purgatorio es, por el contrario, un canto de movimiento, un camino y una ascensión.
En el Purgatorio el poeta empieza un trabajo de revisión sobre sí mismo, cuya meta es segura, luminosa, aunque no por eso la ascensión resulta menos fatigosa y dramática. Precisamente porque el Purgatorio implica un trabajo, tanto para Dante como para cada uno de sus lectores, es necesario tratar de entender algunas claves de lectura para enfrentarnos a dicho camino.
La finalidad del purgatorio es que el hombre llegue a participar de la naturaleza de Dios, es decir, llegue a descubrirse como puro deseo de Dios y así, mediante una progresiva purificación, goce de la identificación con Él. En nuestra experiencia, purificarse no coincide con mejorar, con dejar de ser pecadores -veremos que el purgatorio está lleno de pecadores empedernidos completamente perdonados-; purificarse significa aceptar el perdón, manteniéndose cada vez más fieles a la propia naturaleza de criaturas.
Y nuestra naturaleza es la de desear. Por ello, al final del Purgatorio, cada uno se encentra, como Dante, «purificado y dispuesto a subir a las estrellas» por libre voluntad, de manera absolutamente natural. No vayamos a pensar que Dios, por así decirlo, abre en un determinado momento a la puerta y empieza a hacer una especie de criba: «Vamos a ver... tú estás perdonado, pasa; tú no, todavía no te ha llegado el turno, a ti te voy a hacer una rebaja». No. El alma llega a Dios por virtud propia, porque se ha purificado, se ha convertido en puro deseo, y por eso está «dispuesta a subir». Es fantástico: puro deseo. Y todo el recorrido, cada una de las siete cornisas del purgatorio, sirve para llegar a ser así, puro deseo del bien, de la verdad, de la bondad y de la felicidad.
Si se mantiene el principio interpretativo de que el objeto de la Comedia no es hablar del más allá, sino de la verdad del más acá, entonces verdaderamente el Purgatorio es nuestro canto. Es el canto de la ternura hacia nosotros mismos, es el canto del presente, del tiempo que vivimos, de la humanidad que se decanta, del largo trabajo que el hombre tiene que hacer para ser fiel a sí mismo, para volver a encontrarse consigo mismo, para ser lo que en el fondo siempre lo constituye: puro deseo. Por tanto, amor. Porque decir puro deseo significa deseo de lo Otro, capacidad de amar, indica una relación, capacidad de abrazar al otro; porque el yo se cumple en un tú, en una relación, en otro. Es como si el hombre al final del recorrido de su vida pudiese decir «Tú» con sencillez, con la pureza de un niño, con el ímpetu del niño cuando se echa a los brazos de su madre. El movimiento del hombre que alcanza su fin es de esa misma naturaleza, es como si se echase a los brazos de su Padre, de este Tú que se ha conocido como la verdad del propio yo. Y eso será el paraíso: el gozo incesante de esta relación.




El Purgatorio, una invención cristiana
En el Inferno y el Paraíso se sintetizan y se desarrollan las dos concepciones que del más allá de la muerte han tenido también otras culturas. En ocasiones una visión esperanzadora y en otras, una visión más siniestra y terrible. El Purgatorio es, por el contrario, una invención cristiana que no se corresponde con nuestros sentimientos más elementales sobre la muerte, sino más bien con nuestra concepción de la vida. El Purgatorio señala la constitución fundamentalmente moral del hombre.

En el Purgatorio se repara lo que se hizo mal o se realiza lo que se dejó de hacer. Como Dante dice por medio de Virgilio, «se compensa o se recompone la negligencia o la tardanza en el bien»
Según Dante el alma culpable tiene que pasar por el siguiente proceso si quiere limpiar la mancha del pecado: contrición, confesión, reparación y enmienda.
Las dos últimas se pueden realizar en el más allá, en el Purgatorio. Las dos primeras tienen que darse en esta vida, aunque sea en el último instante de esta vida.
La diferencia entre Infierno y Purgatorio, por tanto, no consiste en los castigos que se aplican a cada reino (con frecuencia estos castigos son los mismos pero distintos en intensidad), sino en una actitud, en la disponibilidad al perdón de los condenados.

El Purgatorio contiene alguno de los episodios más admirables y menos conocidos de la Divina Comedia: el del Bosque Sagrado o el del Barco de las Ánimas y encuentros tan inolvidables como el de Buonconte, el de Anaut Daniel y, por supuesto, el de Beatriz. Pero, por si esto fuera poco, es en el Purgatorio donde Dante se nos aparece como un maestro consumado, como ese gran poete que sabe pulsar las cuerdas más variadas de la poesía. Todo lo domina. Desde lo grotesco a la sublime, desde la precisión del detalle al razonamiento más complicado.
En el Purgatorio empiezan las profundas disertaciones filosóficas sobre el amor, sobre la naturaleza del alma, sobre nuestra condición temporal... y todas esas sutilezas intelectuales que harán de la Divina Comedia algo más que un catálogo de estupendas atrocidades o un magnífico relato de aventuras paranormales, el libro más grande, más asombrosamente vivo, que jamás se hayan escrito.

José Mateos
(del Prólogo a Purgatorio)



Franco Nembrini, Grabriele Dell'Otto
Infierno. Divina comedia de Dante Alighieri
Editorial UFV. 2020
pp. 454 - Euro 30


Franco Nembrini, Grabriele Dell'Otto
Purgatorio. Divina comedia de Dante Alighieri
Editorial UFV. 2021
pp. 394 - Euro 30


La Divina comedia comienza con alguien perdido en una selva oscura y termina con alguien perdido en la visión de Dios. Entre esos dos extravíos, quince mil versos en los que Dante consigue que la realidad parezca un sueño y que el más allá parezca más real que la realidad.
En el purgatorio se repara lo que se hizo mal o se realiza lo que se dejó de hacer. Como Dante dice por medio de Virgilio: «se compensa o se recompone la negligencia o la tardanza en el bien». En el Purgatorio donde Dante se nos aparece como un maestro consumado, como ese gran poeta que sabe pulsar las cuerdas más variadas de la poesía. Todo lo domina. Desde lo grotesco hasta lo sublime, desde la precisión del detalle hasta el razonamiento más complicado. En esta parte empiezan las profundas disertaciones filosóficas -sobre el amor, sobre la naturaleza del alma, sobre nuestra condición temporal...- y todas esas sutilezas intelectuales que harán de la Divina comedia algo más que un catálogo de estupendas tremendas atrocidades o un magnífico relato de aventuras paranormales, el libro más grande, más asombrosamente vivo, que jamás se haya escrito.

Isaac Caselles Jiménez
Responsable de la Editorial UFV

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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