Este año, desde que empezó la pandemia, ha habido muchos hechos que testimonian cómo Cristo sigue actuando. Se nota en lo que cuenta la gente en la Escuela de comunidad o en otros gestos. Historias de personas cambiadas por la presencia de Cristo en circunstancias dolorosas y problemáticas, como la muerte de un padre, la enfermedad, las dificultades familiares, o el nuevo descubrimiento del valor de la compañía del movimiento, también delante de cosas buenas.
La pandemia ha sido ocasión para una gran creatividad al ayudarnos en el camino de la fe y mantener viva la esperanza, atravesando miedos e incertidumbres. Las Escuelas de comunidad online han sido de gran ayuda. El hecho de conectarse también ha permitido participar a algunos amigos que llevaban tiempo sin poder hacerlo, por tener hijos pequeños o porque viven lejos, como Dominykas, que se fue a estudiar a Gran Bretaña. Es algo extraño e inexplicable. A pesar de los múltiples encuentros online de este tiempo, no se pierden la Escuela de comunidad. «Gracias por invitarme siempre, para mí este momento con vosotros es muy importante», decía Andrius, y también Dominykas: «Llevaba tanto tiempo sin hacer la Escuela de comunidad que me había alejado un poco, pero estos momentos han despertado en mí el gran deseo que tenía en mi juventud de seguir al movimiento».
En otoño, la situación familiar de Rasa y Ramunas dio un vuelco por problemas de salud de sus dos hijos pequeños, que fueron ingresados. Se turnaban para no dejarlos solos, necesitaban ayuda económica para los tratamientos, pero también necesitaban ayuda con el resto de sus hijos, o simplemente estar acompañados para poder afrontarlo todo. A pesar del confinamiento, se implicaron con mucha gente de diversas maneras y aseguran que en esta amistad han experimentado «la ternura de Jesús».
Hace dos años, volvió a nacer un grupito de bachilleres. Todo empezó con Alma y algunos amigos suyos que propusieron a los adultos organizar los encuentros. Son un grupo muy vivo que no se ha parado con el aislamiento. De hecho, después de las conexiones por Zoom, siguen en contacto para comentarlo. Siempre tienen muchas preguntas, cuentan muchas cosas, preparan cantos. Su amistad está cambiando también a los adultos. Como dice Daiva, «estos encuentros con ellos movilizan mi deseo y me doy cuenta de que yo también lo necesito».
En verano, la cuarentena fue menos rigurosa, pero seguía habiendo muchas restricciones, por lo que no tenían claro si hacer unas vacaciones juntos. Comentándolo, vieron que era un momento muy importante para todos. Así que hallaron la manera de hacerlo y es impresionante la cantidad de propuestas de encuentros, actos y juegos que recibieron. Pasó lo mismo en Navidad, con una vigilia donde todo estuvo preparado hasta el más mínimo detalle. O la tómbola organizada por Aurelija y Paola. Por su parte, Ieva y Juozapas propusieron un intercambio de felicitaciones online, contando los hechos que durante ese año les habían hecho crecer. Fue la ocasión de compartir una historia y una inmensa riqueza.
Son cosas sencillas, pero muestran cómo la iniciativa de uno puede contagiar a todos. El deseo de una compañía que es fuente de esperanza es más fuerte que todas las restricciones.
Liana
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