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Huellas N.03, Marzo 2021

PRIMER PLANO

Dispuestos a dejarse corregir por la realidad

Paola Bergamini

«La única comunicación educativa en la que creo es la de los gestos». Hablamos con Massimo Gramellini, subdirector del Corriere della Sera

En marzo de 2020, tras la primera suspensión de clases, Domenico Squillace, director del liceo Volta de Milán, escribió una carta a sus alumnos invitándoles a leer el capítulo sobre la peste de Los novios de Manzoni, como ayuda «en estos días tan confusos». Impactado por la resonancia que esa carta tuvo en las redes sociales y en la prensa, Massimo Gramellini invitó al director a intervenir en su programa “Las palabras de la semana”. La pandemia acababa de empezar pero al cabo de dos meses, en su espacio nocturno “Buonasera di Gramellini” en la Rai 3, el subdirector del Corriere della Sera volvía a hablar de educación contando la historia de Daniela Lo Verde, directora del instituto Giovanni Falcone en uno de los peores barrios de Palermo. «Ella no rechaza a nadie. No juzga. Escucha, ayuda y abraza. Hay hombres y mujeres invisibles que salvan al mundo sin necesidad de decirlo», afirma al presentarla. Partiendo de las noticias del día, escribe y habla de los jóvenes y de su malestar. Con la educación comienza nuestro diálogo. Concretamente, con la carta escrita por varios profesores de CL y publicada en su periódico.

¿Qué pensó al leerla?
Me pareció honesta y valiente al admitir abiertamente sus propios límites, que es la premisa para después superarlos. Me gustó mucho la frase donde se declaran dispuestos a «dejarnos corregir por la realidad».

La realidad actual es la emergencia en la que vivimos inmersos. La pandemia –en los jóvenes se ve de manera más llamativa– ha hecho estallar ansiedades y soledades. Señales de un nihilismo rampante.
La pandemia ha acelerado procesos que ya existían. Pienso en la revolución digital, que para los adolescentes supone sobre todo tener que vivir sus experiencias formativas a través de la pantalla de un ordenador. Sinceramente, no creo que la nueva generación sea más nihilista que las anteriores. Los adolescentes de los nuevos años veinte no solo se identifican con el materialismo consumista. Tienen unas ganas locas de creer en algo que no se pueda ver, tocar ni comprar.

Del sufrimiento, del malestar de los chavales en este tiempo se ha escrito y se escribe mucho en la prensa. Pero, también como padre, ¿qué es lo que necesitan realmente los jóvenes?
Ejemplos. La única comunicación educativa en la que creo es la que se basa en los gestos. Si le dices a tu hijo: «Lee un libro», mientras tú estás chateando por teléfono, no eres creíble. Pero si no le dices nada y te pones a leer delante de él, el mensaje llega, antes o después. En los Evangelios, que son la custodia de la Palabra, Jesús realiza infinidad de gestos. Sus palabras nunca son predicaciones propiamente dichas, sino que siempre se apoyan en un comportamiento, se transforman en gestos.

Solo se educa con el propio ser. Pero hace falta «una experiencia vital que permita dar clase con la esperanza grabada en la cara», aseguran los firmantes de la carta. ¿Dónde se da esa “experiencia vital” y esa “esperanza grabada en la cara”?
La he visto muchas veces en el rostro de los profesores. Para muchos de ellos, enseñar es una vocación, como la médica o la religiosa. Lamentablemente, en las últimas décadas, la escuela ha perdido autoridad y prestigio. Debemos retomar una alianza entre profesores y padres. Los chavales necesitan certezas y límites, también para transgredirlos. Si los padres minan la autoridad de los maestros, poniéndose de manera acrítica del lado de sus hijos como si fueran sus hermanos mayores, el mensaje que les llega será confuso y devastador. El 68 puso en discusión el concepto de autoridad en sentido autoritario, y lo hizo justamente, pero el problema es que también se ha puesto en cuestión el sentido de la autoridad moral. Esta es la que hay que recuperar, y les toca hacerlo a los adultos.

Don Giussani decía: «En una sociedad como la nuestra no se puede crear algo nuevo si no es con la vida. No hay estructura ni organización o iniciativas que valgan. Solo una vida distinta y nueva puede revolucionar estructuras, iniciativas, relaciones, todo en definitiva». ¿Alguna vez se ha encontrado con “pequeños” hechos que arrojen luz a la hora de reconstruir nuestro país?
He contado en televisión la historia de una profesora que pidió perdón a sus alumnos, conectados online, porque se le olvidó preguntarles cómo estaban, cuáles eran sus sueños. Cuando lo hizo, se abrió ante ella todo un mundo.

Y en su vida, en su trabajo, ¿qué le da esperanza?
Escribir. Es mi pasión. Y todo lo que suscita pasión da esperanza.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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