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Huellas N.6, Noviembre 1984

CULTURA

El Dante: una personalidad moderna

Juan Orellana

Escribe Giovanni Papini que «a cada largo período de la brevísima historia es­piritual humana corresponde un genio máximo que lo resume y lo representa: La Antigüedad es Homero; el Renacimiento es Shakespeare; el Romanticismo es Goethe; la Modernidad es Dostoievski; y el Medievo le corresponde al Dante».
Partiendo de este presupuesto, algunos comentaristas consideran al Dante como inserto en un mundo completamente difunto: el mundo oscuro y sepultado de la Edad Media.
Sin embargo, en contra de esta opinión, hay quienes hablan sin rodeos de una modernidad del Dante. Opinión que se me presenta más adecuada a la realidad, como más abajo desarrollaré.


I. Nota biográfica
Dante Alighieri nace en pleno siglo XIII ( 1265 aprox. ), en la hermosa ciudad de Florencia. En su niñez queda huérfano de madre. Es probable que su educación corriera a cargo de los franciscanos, lo cual marca su posterior modo de inter­pretar las realidades.

A los nueve años conoce a Beatriz, «glo­riosa señora de sus pensamientos», amor platónico, y fuente de inspiración poéti­ca; personificación del amor y de la Teo­logía en la Divina Comedia.

Participa en la vida política de su ciu­dad, siendo desterrado por sus adver­sarios de la misma. Muere en el destierro a principios del siglo XIV(1321).

II. Actualidad del Dante
Es posible encontrar diversas coincidencias entre el pensamiento de Dante y el pensamiento católico moderno. Centré­monos en dos de las mismas, señaladas por Papini como quizás las más impor­tantes:

Primeramente la aversión a que se interfieran en la misión sacerdotal del clero -fundamentalmente espiritual- ac­tividades típicamente laicales, principal­mente la acción política.

La timidez excesiva de los laicos en todas aquellas cuestiones que se hallan fuera de la teología, de la mística y de la liturgia, contribuyen a que los sacerdotes perteneciesen a partidos, aspirasen a go­bernar países y tomasen parte en intrigas políticas.

Y si en algunos períodos de la historia de la Iglesia hubo abades que fueron señores feudales, cardenales que fueron ministros de los monarcas... la Historia nos enseña que esto produjo a la Iglesia más mal que bien.

¿Y qué otra cosa sino eso decía el Dante cuando arremetía contra los papas de su tiempo, que en vez de consagrarse a la pacificación del mundo en desorden, buscaban ventajas temporales, alianzas siniestras y contribuían a crear divisiones y guerras fratricidas?

Encontramos, pues, una primera seme­janza entre el católico del Concilio Vati­cano II, que clarifica y delimita las mi­siones del laico y del sacerdote, como distintas en su naturaleza, y el Dante que ataca la centralización de acciones diver­sas por parte del sacerdote, como acto contrario al espíritu de la Iglesia. Y ac­ciones que por sacarse de su contexto na­tural, muchas veces desembocan en peca­dos capitales.

En segundo lugar, la modernidad del Dante se revela también en su concepción política de Europa.

Esta concepción fue la restauración del Imperio, pero no como poder absolutista, sino como realidad que instaure en Euro­pa el orden, la concordia y la justicia.

La creación de los estados nacionales que, comenzada en la Edad Media ha du­rado casi hasta nuestros días, ha creado un estado de ánimo contrario al concepto de una autoridad universal, como era pre­tendida por Dante. Pero la experiencia dolorosa de los últimos tiempos nos en­seña que la creación de los estados na­cionales ha constituido una fase necesa­ria, pero no definitiva de la ordenación del mundo. La disolución de la Cristian­dad medieval y el florecer de los nacionalismos y los separatismos ha llevado a los pueblos al dolor y a la miseria.

Una vez más se busca por otros cami­nos la unidad. Se descubre que Europa, como también la especie humana, está con­denada a los más espantosos desastres si no se consigue llegar a reconstituir una gran unidad política, que no será preci­samente el Imperio romano, pero siem­pre habrá de ser un organismo múltiple en una unidad de cultura regido por una ley unida; por una suprema autoridad, desde la que se lleve a cabo el cumpli­miento universal del los derechos hu­manos.

Dante, pues, no es extranjero entre nosotros, ya que sus inquietudes de uni­dad de Europa se presentan hoy como remedio urgente, para suprimir las peli­grosas rivalidades que amenazan el mun­do. ¡Ojalá que la unidad de Europa sea un paso sólo para llegar a la unidad uni­versal!

Podemos afirmar que hoy Dante está íntimamente vivo en nuestra conciencia, como jamás lo estuvo desde su tiem­po acá.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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