Ciertamente que los españoles nos estábamos tragando un poco de pelusa con los viajes del Papa de acá para allá. Parecía que a nosotros no nos iba a tocar esta lotería, pero al fin y antes de Navidad nos entró el Papa en casa: al referirme a la "pelusa" de los españoles, pensaba más que nada en nosotras "las pobres monjas de clausura", que por el hecho de haber emitido un cuarto voto ( el de la clausura), no tendríamos la posibilidad de un viaje a la Ciudad Eterna.
Pero llegó la hora de la realidad de este viaje y los preparativos de la estancia del Santo Padre, y nos tocó en suerte nada menos que un encuentro ESPECIAL en Ávila con el ansiado Padre.
¿Quiénes irían? desde luego las agraciadas, porque me figuro que en todos los monasterios se habrá echado en suerte el viajecito a la tierra de Santa Teresa. Nosotras, "modestamente" renunciamos al viaje acordando dar lo que supondría este gasto, como óbolo al Papa.
Claro está que hemos SORBIDO las palabras que nos ha dirigido y también, cómo no, las hemos meditado y lo que más impacto me ha causado es aquello que nos "repitió... "
"Este EN-SI-MIS-MA-MIEN-TO, de la religiosa con Cristo, constituye el centro de la vida consagrada y el SELLO que la identifica como contemplativa"
Ciertamente, para llegar a la identificación con Cristo, o a la TRINIDAD que mora en el centro de nuestra alma se necesita pasar por muchas renuncias del yo y por muchas purificaciones, como dice también S. Juan de la Cruz ( Libro I, c. 10)... "todos los demás "apetitos voluntarios" ahora sean de pecados mortales que son los más graves; (esto es también para los seglares) ahora sean solamente de imperfecciones que son los menores, todos se han de vaciar y de todos ha el alma de carecer, para venir a esta total unión, por mínimos que sean, y la razón es porque el estado de esta divina unión (o ensimismamiento), consiste en tener el alma según la voluntad en total transformación en la voluntad de Dios.
Una monja de clausura
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