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Huellas N., Noviembre 1982

NUESTRA PRESENCIA

Notas para una presencia cristiana en la Universidad

Fernando Sanvito

Al entrar hoy en las facultades y escuelas de la universidad, se tiene la impresión de estar contemplando las cenizas de lo que fue el mo­vimiento estudiantil de años atrás. Pocos carte­les, iniciativas aisladas, asambleas desiertas. Más que nada lo que se nota es una falta de vi­da, de vivacidad. Los estudiantes van a clase, toman apuntes y se vuelven a casa. Se traban amistades mucho más difícilmente que hace unos años y por ello no brotan actividades co­munes, sean de naturaleza política o cultural, o simplemente recreativa. La gente busca otros lugares y otras ocasiones para encontrarse y pasar el rato: discotecas, grupos de amigos procedentes ya del bachillerato, parroquias, ambientes deportivos. La palabra "pasotismo" define y expresa bien la situación de la juventud y el clima que reina en la universidad.
Pero aunque esa palabra tenga una carga ne­gativa, no podemos desconocer el lado positivo de la actitud que indica: una desilusión y una indiferencia realista hacia las respuestas ideoló­gicas que la década precedente había ofrecido a las exigencias culturales y existenciales de las generaciones de los años 70.

En esta situación, ¿cómo podría un hecho vital? Y, sobre todo, ¿cómo podrían los cristianos animar ese nuevo hecho de vida, capaz de generar una nueva cultura en la uni­versidad española de hoy?
No pretendernos ciertamente disponer de una receta para resolver esas preguntas, pero sí tenemos la certidumbre de una experiencia vivida que continuamos haciendo y, por tanto, de un método con el que vivirla. Esa experien­cia nos empuja a proponer las siguientes consideraciones:

Lo que nos ha sucedido a nosotros es precisamente el encuentro con una novedad de vida. El cristianismo no es una ideología, una serie de valores que defender. Es el anuncio de que la liberación del hombre, y por tanto la posibili­dad de redención de toda su actividad intelec­tual y social, ha aparecido ya, y permanece en el mundo mediante la unidad visible de aquellos que la perciben y aceptan. Por ello, la primera condición de una presencia cristiana viva en la universidad es que haya personas que crean es­te, anuncio, y que en nombre de ese crédito existencial -¡y sólo por él!- se unan para mar­char juntos.
La consecuencia de esta decisión personal, que con el paso del tiempo se hace cada vez más evidente, es una creciente amistad gratuita entre ellos. Gratuita quiere decir no fundada en los resultados hipotéticos de una acción política, cultural o incluso cultural, en el interés por obtener esos resultados. El talante de un grupo que quiere defender una ideología, aunque se diga católica, unido fundamentalmente por las actividades, es la instrumentalización recíproca y la impaciencia frenética por ver resultados. El talante al que conduce una amistad gratuita es una paciencia humanísima hacia el éxito o no de la acción, hacia la oportunidad misma de im­pulsar actividades.
Una amistad cristiana sigue su marcha en la universidad a pesar de las condiciones y de la res­puesta del ambiente a su presencia, porque lo que hacen sus componentes les sirve a ellos en primer lugar, antes que a los demás. Por eso es incansable en su actividad. Pero el problema no es la actividad.
Demasiados grupos que intentan una presen­cia católica en la universidad hoy, se plantean como problema fundamental el método, enten­diendo por método una estrategia de acción, una técnica inteligente. Pero el único método es la verdad de la persona que se pone en juego en el ambiente.
Por eso el verdadero tema a plantearse es "¿qué clase de hombre soy yo?", "¿qué expe­riencia humana estoy realizando?", y verificar como cristiano el anuncio de la fe en mi concre­ta situación. Para está verificación la amistad es fundamental, y la amistad "que hace camino al andar" en el ambiente.
Es por ello absurdo pensar en la presencia cristiana en la universidad como resultado de una "confederación de grupos católicos" o de gente que se forma fuera de la universidad y que interviene allí solo misioneramente. La mi­sión es consecuencia espontánea de la compro­bación personal en la comunidad de cómo la fe llena la vida de significado. Y la vida es el estu­dio, la facultad, las relaciones, los juicios sobre la realidad, las palabras, los gestos. En resumen, el ambiente.
Esperamos que una presencia así nazca pron­to en la universidad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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