Tengo veintiséis años. Trabajo como profesora en un colegio privado mixto, sin confesionalidad. Soy católica convencida. Mis alumnos tienen 14-15 años (1° BUP) y 17-18 (COU). Imparto Historia, Lengua Española y Arte. En clase procuro valorar al hombre, las sociedades que formó su capacidad creativa, casi divina, plasmada en el arte que hizo, su búsqueda de Dios y respeto hacia Él, en todas las épocas y culturas. La comunicación es la que pone en relación al hombre con los demás hombres, y con Dios, por eso me gusta la Lengua.
En Historia y Arte los chicos me preguntan sobre asuntos transcendentes, ¿por qué han representado los pueblos a Dios de distintas maneras? El hombre en busca de lo transcendente, de Dios. Quieren saber el por qué de todo.
En 1º de BUP estamos viendo la Historia de las Civilizaciones, muchas de ellas dependientes de sus religiones. Ante los interrogantes de los chicos espero que, poco a poco, vayan comprendiendo las diferencias elementales entre ellas.
Una anécdota triste. Con motivo del viaje del Papa -no comenté nada, me entristece la idea del proselitismo- pegué un adhesivo en la pasta de mi cuaderno de notas y surgieron los comentarios: frente a la clase, que aceptaba la visita de Juan Pablo II, cinco o seis chicos reaccionaron con protestas: que si se había atascado la Castellana, que quién viviera como vive él, que si la Iglesia es machista ¿por qué no hay una mujer Papa? Se armó tal algarabía en tres minutos, coincidente con el final de la clase, que no fue posible aclaración alguna. Cuando lleguemos al tema del Cristianismo lo haré, pues, estaba claro, no podía hacer, al día siguiente, de la historia del pueblo maya, una catequesis.
Me gustaría mucho poder dar a estos chicos un cuadro con las principales religiones comparadas en sus puntos fundamentales. No es tan fácil. Entre varios se haría mejor. Ya al hablar del Hinduismo y Budismo señalé sus diferencias con el Cristianismo: frente a la postura animista hindú para la que el cuerpo es sólo objeto de concupiscencia, Cristo, en nombre de Dios, da un valor eterno al cuerpo y al alma. Ojalá alguien me ayude. Estos chicos tienen derecho a una clarificación, a ese estudio comparado de las religiones, para que ellos, que pueden, elijan la Verdad. Tienen que hacerlo, es el sentido de su vida. Nosotros ya lo hemos encontrado. ¿Queréis que les ayudemos?
Los mayores son menos espontáneos. Un par de ellos se interesa por el tema, son los más inquietus, por sus opiniones parecen agnósticos, sus preguntas son incisivas, van más allá de Cristo. Es la existencia de Dios lo que se plantean. No se han parado a pensar en lo transcendente, no lo aceptan. Ellos estudian a los hombres del pasado, no son capaces de reconocer que también el hombre de hoy necesita transcendencia. Filosóficamente uno pregunta: "si todo ha sido creado ¿quién creó a Dios?" Esto no inquieta, pero es vi tal haber vivido en el interior el suceso religioso, ¡qué más dan todas las definiciones! Sucede igual con el hecho amoroso, el de la verdad. Es difícil, casi imposible traducir a palabras unas experiencias tan internas, tan poco filosóficas, tan auténticas y vivas. Dios me ayude para hacérselo comprender a éstos, mis muchachos queridos.
Los que pertenecemos al grupo de trabajo nos reunimos los segundos sábados de cada mes a las 6 de la tarde en la parroquia de San Fernando (Alberto Alcocer, 9)
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