El progresivo deterioro de las condiciones de vida del pueblo polaco ha llevado a la Conferencia Episcopal Polaca, en cooperación con la de E.E.U.U. y otros países occidentales, a concebir un ambicioso plan de transformación económica denominado «Fundación de Agricultores».
La declaración de la ley marcial en diciembre de 1981 y las adversas circunstancias económicas internas e internacionales pusieron al borde del colapso a la economía polaca; ante la gravedad de la situación la ayuda occidental fue inmediata y abundante, dirigida sobre todo a los más necesitados. Pero era una aportación transitoria que no resolvía los problemas estructurales de fondo. Por eso a finales de 1984 se ha elaborado este programa de desarrollo para los agricultores polacos.
El último estudio realizado demuestra que el régimen alimenticio de los polacos se degrada por momentos y que la única medida eficaz para contrarrestar dicha tendencia es una reflotación del sector agrario. Sin embargo las dificultades son de gran envergadura: aunque los agricultores disponen de dinero polaco, la cotización del zloty frente al dólar y las divisas del mercado internacional es muy desfavorable;
- los créditos prácticamente no existen;
- las importaciones de bienes de equipo y maquinaria se hacen costosísimas.
En estas condiciones los agricultores privados polacos, que apenas reciben apoyo del Estado, no pueden mejorar la producción. Para salvar estos obstáculos, sentando las bases de un desarrollo a largo plazo, nace el proyecto de la «Fundación de Agricultores», con un presupuesto de más de 20 millones de dólares (unos 4.000 millones de pesetas).
El funcionamiento se divide en tres unidades: una en Polonia para recoger las solicitudes, una segunda en Bruselas y la tercera en EE.UU. Estas dos últimas solicitarán ayudas económicas a Gobiernos, Instituciones e Iglesias y las controlarán, destinándolas a la adquisición de maquinaria agrícola, fertilizantes, pesticidas, semillas... Todos estos bienes serán adquiridos por los agricultores pagando en zlotys, con lo que se evitan todos los problemas reseñados más arriba, y se podrá así iniciar en Polonia una recuperación de la producción agrícola que las granjas colectivizadas no han sido capaces de lograr.
A continuación transcribimos la carta de agradecimiento que el Cardenal Macharski, Arzobispo de Cracovia, ha enviado a los Obispos norteamericanos. En ella subraya las dimensiones eclesiales y espirituales de este proyecto.
Cracovia, 3 de Noviembre de 1984
"Reverendísimos hermanos obispos:
Ante todo saludos fraternos y amor a todos los obispos de la Conferencia Episcopal de los E.E.U.U.; respetuosamente os los envían el cardenal Josef Glemp, Primado de Polonia y los obispos polacos.
Agradecemos la invitación de Monseñor Malone para visitarnos y hablar con vosotros. A través de esta visita expresamos nuestra gratitud por haber estado y seguir estando en contacto vivo y asiduo con nosotros desde hace ocho años; desde la inolvidable vivista de dieciocho obispos polacos presididos por el cardenal Krol a Filadelfia para la celebración del Congreso Eucarístico en 1976.
También debo mencionar la primera visita del Cardenal Karol Wojtila los E.E.U.U. en 1969 en la que yo tuve la suerte de acompañarle. En parte esta visita se debió al hecho de que el cardenal Wyszynski no pudiese ir en 1967 a los E.E.U.U. para celebrar el Milenario de la Cristiandad polaca.
Os damos gracias, hermanos obispos, por vuestra relación con nosotros. Visitando Polonia compartisteis tanto nuestra alegría, en las dos visitas del Santo Padre a Polonia, como el intenso dolor por la pérdida del cardenal primado Wyszynski y los tres últimos años en los que la Esperanza cristiana se ha visto amenazada por momentos difíciles. Agradecemos las visitas de los cardenales, arzobispos y obispos, acompañados por sacerdotes y laicos. Conservamos agradables recuerdos de estos momentos con vosotros. Y os digo de nuevo ¡Venid otra vez!. Os estamos esperando; Jasna Gora y otras iglesias locales os esperan también.
Como reflejo de este deseo y de esta espera os comunico, en especial a vuestro presidente Monseñor Malone, la invitación del cardenal Josef Glemp para visitar oficialmente a la Iglesia de Polonia.
Quisiéramos así poner en práctica la enseñanza del Vaticano II sobre la «communio» de las Iglesias. Allí se pone de relieve el siguiente principio: «en virtud de esta catolicidad, cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad... Entre las diversas partes de la Iglesia, se crean unos vínculos de íntima comunión en lo que respecta a riquezas espirituales ... los miembros del pueblo de Dios son llamados a una comunicación de bienes ... » (L.G. 13).
Hermanos obispos, os agradecemos a vosotros y a vuestras iglesias locales todo lo que habéis hecho por nosotros, estos años pasados. Me refiero a la ayuda material procedente de la Iglesia Católica de los E.E.U.U., la ayuda organizada por el Servicio Católico de Socorro, la liga Católica y otras organizaciones; por ejemplo: la magnífica ayuda del Congreso polacoamericano que se mide por toneladas de bienes materiales, dinero en metálico y grandes esfuerzos de organización. Esta ayuda es de vital importancia para familias numerosas, para niños y hospitales.
También extraordinaria -quizás incluso mayor que la otra- es vuestra solidaridad con la Iglesia de Polonia, verdadero apoyo moral para la nación y la Iglesia. Esta unidad cristiana nos da fuerza e impide que nos sintamos aislados en la lucha. La Iglesia polaca os agradece de nuevo vuestra colaboración y esta gratitud la expresamos con la carta del cardenal Karol Wojtyla a los obispos americanos después de su visita en 1976: « ... Por todo lo que contribuye a sostener y promover el crecimiento del patrimonio sobrenatural de la Fe y de la vida cristiana que desde hace varias generaciones nuestros ciudadanos han llevado desde Polonia a la comunidad de la Iglesia americana». Os encomendamos encarecidamente los problemas que afectan a los inmigrantes de los últimos años.
Muy importante para nosotros es el interés que han mostrado los obispos americanos sobre el proyecto de la Fundación de Agricultores. La ayuda prestada por los diversos países y por la Iglesia Católica de Europa y Norteamericana es peculiar, porque refuerza a las familias de agricultores polacos que son las unidades de producción. El desarrollo económico es paralelo al fortalecimiento de los lazos personales. Los receptores de esta ayuda son las familias en particular, no entidades económicas anónimas. Así pues, tiene gran valor social y cristiano y no está ligado a ninguna otra orientación política.
Por último yo os diría cual es nuestra riqueza; sí, desearía hablar sobre lo que es ahora y aquí la específica bendición de Dios que «escribe recto, con renglones torcidos».
La Iglesia en nuestra nación es el camino de la Salvación del hombre y por su ministerio sobrenatural se convierte en la «Defensora del hombre». Realiza este cometido a través de grandes obispos tales como el cardenal Wyszynki que es símbolo de la contradicción cristiana («signo de contradicción como Cristo»). También lo realiza a través de la muchedumbre del Pueblo de Dios: hombres heroicos y dedicados; sacerdotes, religiosos y laicos.
Sólo se puede entender nuestra sociedad y nuestra Iglesia cuando se entiende que no estamos simplemente esperando «tiempos mejores» en los que vivir y crear, sino que esto lo hacemos aún cuando para un observador ajeno no sea posible. Vivimos en estas circunstancias desde hace décadas. Tenemos el ejemplo del Padre Jerzy Popieluszko.
Las condiciones técnicas, sociales y económicas serán más favorables para la Iglesia y para la Nación cuando Polonia como estado no se encuentre aislada de otros países de la entera comunidad de naciones. La solidaridad y el contacto internacional son una gran ayuda. Es necesario incluir todos los aspectos de la vida social, no sólo los económicos sino también el hombre como persona y como parte de la sociedad, no sólo como «horno economicus». La riqueza de nuestra Iglesia estriba en el hecho de intentar contraponer varias tendencias, también de la Teología y la moralidad. Desafortunadamente, no estamos libres de plagas, heridas en la vida moral, tales como: el aborto, el alcoholismo, el divorcio y la disolución de la ética social. Sin embargo la Iglesia no deja de esforzarse ímprobamente y no busca justificaciones.
Damos gracias a Dios porque durante la posguerra tuvimos la oportunidad de ver «los signos de los tiempos»; en concreto se presentaron con el problema de la urbanización y la industrialización de nuestro país. La Iglesia acompañó a millones de personas que se trasladaron de sus ciudades a nuevos pueblos y lugares. En vez del triunfo de nuevas teorías sociológicas de secularización y en lugar de la primacía del ateísmo oficial (los pueblos nuevos no iban a tener iglesias), nuestros sacerdotes y fieles comenzaron a crear nuevas parroquias; celebraron misa al aire libre y debajo del signo de la Cruz; dieron catequesis a niños y jóvenes en barracones. Nowa Huta cerca de Cracovia es un símbolo de cientos de estas nuevas instalaciones y pueblos. Hasta 1980 no se ha conseguido el permiso para construir iglesias suficientes en la zona. Cuando se recibieron los permisos nuestros sacerdotes y fieles estaban preparados y empezaron a construir alrededor de cien iglesias y capillas en parroquias nuevas. Y se continua a pesar del desastre económico y la elevada inflación.
Fue posible porque aumentó el número de vocaciones sacerdotales en las diócesis y en órdenes religiosas. En la última década los seminarios se han doblado y se ordenan varias docenas de sacerdotes todos los años. Como consecuencia la mayoría de nuestros sacerdotes están por debajo de los 37 años. Hay muchas vocaciones religiosas; aunque estamos preocupados porque hay menos de las que necesitaríamos. Ponemos nuestras esperanzas en el ministerio catequético para los jóvenes (aunque todavía no tiene estatus como tal dentro de las organizaciones tradicionales de la Iglesia).
La riqueza de esta Iglesia es la unidad interior, especialmente la unión entre los pastores y los fieles.
Esta unidad se mantiene aun a pesar de las pruebas tanto individuales como sociales, consecuencia de los cambios sobrevenidos en agosto de 1980. Esta unidad es de carácter disciplinar y teológico. Se trata de la cooperación entre las diócesis y las órdenes religiosas, e incluso dentro de ellas.
Por último, la riqueza de esta Iglesia es el no haber perdido el contacto con la sociedad. Nuestra sociedad aceptó, a veces a duras penas, la defensa profética de la libertad que pertenece a la Iglesia y a los seres humanos y el principio inquebrantable: ¡ratio potius quam vis!. La Iglesia nunca dejará de dialogar con las autoridades estatales, incluso si está «sub gladio». La defensa de la libertad y justicia para la Iglesia y para los seres humanos es inseparable de la idea de amor manifestada en el Mártir de Auschwitz, San Maksymilian Kolbe. Así pues acontecimientos trágicos claman por una voz de defensa del amor; este es el camino para rechazar el mal con el bien.
Termino dándoos las gracias por permitirme decir estas palabras. Son los lazos de un diálogo fraterno entre los obispos americanos y polacos. Dejamos que nuestra «communio» madure y que haya muchos más entre nosotros. En nombre del pueblo polaco os doy las gracias hermanos obispos. Estad seguros de que la gente está al corriente de vuestro enorme interés y ayuda, y ellos y la conferencia episcopal polaca os estamos muy agradecidos. Otra vez gracias y que Dios os bendiga.
Traducción: Guadalupe Arbona
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón