Son cada vez más en nuestra sociedad las personas que sufren el drama del hambre, del abandono, de la incomprensión o de cualquier tipo de marginación fruto de un sistema de valores predominante, que la origina. Atención especial supone, para nosotros en este artículo, los niños abandonados o aquellos que de una manera u otra no tienen posibilidad de protagonizar una vida digna de su condición humana.
LA REALIDAD ACTUAL: ABANDONO MORAL Y ABANDONO LEGAL
Cada día es mayor el número de niños que no pueden vivir con sus padres a causa de los malos tratos o porque son víctimas de su desatención. Se trata no tanto de un abandono reconocido legalmente, como sí de un abandono moral. Son niños vinculados a una familia biológica, pero sin los mínimos lazos afectivos y con una relación familiar prácticamente nula.
La causa no es tan sólo la pobreza. Se podría hablar también de una desestructuración, en todos los aspectos, de la familia, o el encuentro incómodo -para los padres- con un niño no deseado. En el fondo está latiendo un problema de educación y de concepción del mundo y del hombre.
Ante tales hechos el Tribunal de menores acoge a estos niños, internándoles como medida protectora en centros dependientes del Consejo Superior de Protección de Menores. Por otro lado, nada tiene de extraño que el niño, internado generalmente desde muy temprana edad, sometido a privaciones y carencias, crezca con profundo sentimiento de frustración que va a afectar directamente a su carácter y personalidad.
La ley vigente entiende por «menor abandonado» al que con menos de 14 años carezca de persona que le asegure la guarda, alimento y educación. La entrega de un menor en casa o establecimiento benéfico se considera abandono, si se entrega sin datos de filiación, o si aún sabiéndolos consta la voluntad de los padres de abandono manifestada en el momento o inferida de actos posteriores.
En ambos casos se aprecia abandono si han transcurrido treinta días continuos sin que la madre, padre, tutor u otros familiares se interesen por el menor de modo afectivo mediante actos que demuestren su voluntad de asistencia, sabiendo que la mera petición de noticias no interrumpe por sí sola dicho plazo.
Con ello queda relatado un supuesto abandono legal. La realidad es que justo antes de cumplirse los días estipulados se produce la visita de los familiares a estos centros sin ningún otro interés que la no interrupción del plazo, llevando a cabo el llamado «fraude de ley» para no perder la patria potestad.
Pero el perjudicado directo es el hijo, que humanamente está abandonado (abandono moral) y no puede salir de esa situación jurídicamente. Debido a este hecho se ven injustamente condenados a sufrir un forzado «aparcamiento», viendo pasar los meses y los años sin que nadie fuera del centro se preocupe de ellos.
Para dichos casos existe la asociación privada MACI que propone y promueve el acogimiento en familias bajo la fórmula de guarda y custodia, ya que las circunstancias que obligaron a separar al niño de su familia no son generalmente modificables, por el contrario, suelen irse agravando con el paso del tiempo, lo que va a impedir que puede recuperar su ambiente de origen.
LAS ADOPCIONES Y LA ATENCIÓN AL MENOR
Cuando éste -el abandono- se considera ya de manera judicial, y por tanto definitiva, se procede a la conocida adopción. Y aquí nos encontramos con nuevos inconvenientes:
- El primero es que únicamente hay asociaciones privadas, como AEPA (Asociación Española para la Adopción), que se ocupan de llevar a cabo este proceso, sin que existan organismos promovidos por la administración dedicados a la labor.
- Un segundo problema, -de índole personal- es que la mayoría de las personas sólo desean adoptar niños recién nacidos; nunca de edades comprendidas entre los tres y diez años, por lo que se sigue manteniendo la idea de que los niños son instrumento de terapia para la pareja, siendo los matrimonios sin hijos los destinados a adoptarlos.
Nos hemos situado en un plazo de indiferencia porque el Estado era el encargado de atenderles. Esto es algo ridículo y canijo. O nos hemos preocupado con un tono de compasión y distanciamiento, pero nadie tiene derecho a recibir el alimento y el cariño como limosna.
Otro aspecto importante es el relativo a las formas actuales de adopción. En la práctica existen dos: la ya apuntada de AEPA y la llamada «adopción pirata».
Esta consiste, una vez acogidos los menores en instituciones (muchas de ellas religiosas o similares), en la entrega a unos padres conocidos por los receptores del abandono para poco después tener un juez que normalice el problema presentado mediante legislación.
Lo triste es que en ocasiones la familia a la que va destinada el niño no reúne las garantías para su buen desarrollo, pues aunque se haga con muy buena intención no hay mecanismos ni instrumentos suficientemente válidos tanto en estas casas como en la misma Comunidad Autónoma de Madrid, que hoy por hoy también realiza tales actividades piratas.
CONCLUSIONES
El niño no sólo es el que se beneficia con la adopción, sino que al plantearnos el problema, se está beneficiando a la sociedad de errores en su estructura.
No se trata únicamente de remediar un estado injusto o médicamente poco propicio para la persona en el futuro. El problema de la adopción rebasa ampliamente los términos de un cambio jurídico o psíquico. Marcha, directamente, a lo más hondo y radical del problema del cambio de nuestras estructuras.
Marcha, por supuesto, a las mismas leyes. Pero también a la enseñanza que en muchos momentos es reflejo de nuestra cultura agotada, y que casi nunca sabe renovar contenidos y formas para acercarnos a lo real, a la concepción de la familia, a la política... En definitiva a la transformación de la mentalidad que exige ejercer unas actitudes auténticamente humanas.
Son grandes las carencias presentes en la sociedad española en lo referente a los niños abandonados. La legislación es muy reciente y tiene defectos, las subvenciones han disminuido, no hay infraestructura estatal para promover la adopción o el acogimiento en familias de estos niños, permanecen actividades piratas, ... Sin embargo, por encima de eso o junto a ello se deben alentar empresas que se comprometan en esta labor.
Todavía estamos lejos de llegar a conseguir que hay más padres, que niños para adoptar (mayores), como ocurre en el caso de la asociación francesa Enmanuel, que únicamente se encarga de encontrar familias a niños con enfermedades crónicas (sordos, mudos, ciegos, parapléjicos ... ) y que así y todo son mayoría las solicitudes que las posibilidades reales de hacerse efectivas. Lo máximo que se ha alcanzado en España es un número suficiente y hasta excesivo de peticiones para adoptar niños recién nacidos. Todavía estamos lejos.
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