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Huellas N.3, Mayo 1985

EUROPA AL ENCUENTRO DE SUS RAÍCES

Entrevista con Roberto Formigoni

Julián de la Morena y Ernesto Orellana

Ya, en otras ocasiones, desde estas páginas hemos defendido que nuestra fe ha de hacerse presente en el tiempo. Por tanto, el compromiso político no puede ser algo separado de nuestro ser cristiano. Hacer política es, ante todo, dar testimonio de las razones por las que se vive y hacer una sociedad en que nuestra experiencia cristiana pueda vivir y expresarse en todas sus dimensiones.
Para tratar de aportar un testimonio de alguien que vive esto, hemos aprovechado la visita de Roberto Formigoni a nuestro país.
Es italiano y pertenece desde que era muy joven al movimiento de «Comunión y Liberación». Pronto comprendió que los cristianos hacen lo mismo que los demás, pero de una manera distinta.
Hacia los años 70-75, junto a otros miembros de C.L., pone en marcha el Movimiento Popular, del que hoy es Secretario General. Se trata de un movimiento de reflexión cultural, de Trabajo social y de lucha política en la sociedad italiana.
Actualmente, es representante italiano en el Parlamento Europeo. Eligió este camino por el planteamiento que hace el Papa sobre la unidad de Europa, basándose en sus raíces cristianas. Para Formigoni, este planteamiento es verdadero y vale la pena combatir por él.


¿Qué entiende por política un hombre que está metido en la política?
Por política entiende una batalla, un compromiso en favor del hombre para construir en la sociedad estructuras que fa­vorezcan la libre expresión en todos los campos. La primera preocupación de la política es garantizar a toda cultura, a toda fe religiosa, a toda experiencia, el poderse expresar en la sociedad de acuerdo con sus propias dimensiones. Esto significa garan­tizar espacios de libertad y garantizar con­diciones de vida digna para el hombre; pensemos por ejemplo, en el problema del trabajo y del paro.

¿Cómo y por qué surge el Movimiento Po­polare?
El Movimiento Popolare surge en 1975 en Italia por iniciativa de algunos cristia­nos que eran profesores, trabajadores, es­tudiantes, etc., surge en un momento de máxima crisis en la sociedad italiana. Eran años de gran violencia terrorista, la cual trataba de abatir la democracia, y era toda la sociedad italiana la que estaba inmersa en la violencia. Son los años en los que en la escuela y en la universidad los grupos marxista-leninistas impedían la expresión de cualquier otra realidad cultural. Eran también los años de una grandísima disgre­gación del tejido social italiano. El hombre solo era incapaz de comprender el sentido de la misma existencia, despojado de la propia identidad. El Movimiento Popolare surge para comprometerse en este terreno social, cultural y llevar la contribución del cristiano. Porque no acepta que la fe cristiana sea reducida a un hecho personal individualista; surge porque estos cristia­nos creían y creen que la fe cristiana llama a una presencia en todos los ámbitos de la sociedad. Este es el porqué. ¿Cómo surge? Surge de un grupo de 30 personas, empieza en Milán y se realiza mediante una llamada, una invitación a la gente, a los cristianos que conocían a unirse para construir algo concreto dentro de la socie­dad. El Movimiento Popolare está constituido por hechos concretos. ¿Qué cosas? Por ejemplo, los centros culturales, las cooperativas, una presencia en los medios de comunicación (Il Sabato, Radio Libere), una presencia en los hospitales, en la organización de estudiantes, en la escue­la, en la Universidad.

¿Es un movimiento confesional? ¿Cabrían no cristianos en el Movimiento Popolare?
Sí, ciertamente. El Movimiento Popola­re nace históricamente de la iniciativa de cristianos. Nace en el Instituto para llamar a los cristianos a una toma de iniciativa de cara a la sociedad. Pero el Movimiento Popolare se dirige no solo a cristianos, sino a todo hombre que tenga una concepción íntegra del hombre, que no reduzca al hombre a simple materia. Así el Movi­miento Popolare a lo largo de su vida ha dialogado con hombres, no de fe, pero que tienen una concepción humanitaria de la vida. El Movimiento Popolare quiere que en la sociedad toda identidad cultural pue­da expresarse, por eso en sus acciones tien­de a defender toda identidad cultural. Es sintomático que en algunas acciones del Movimiento Popolare, por ejemplo, en las elecciones de la escuela, de la universidad, muchos grupos no cristianos se unen al Movimiento Popolare y combaten la mis­ma batalla; muchos grupos de estudiantes extranjeros en Italia, del tercer mundo, de África, de religión musulmana, que viven una vida penosa en Italia, en el momento de las elecciones, vienen a nosotros y dicen «vuestro programa nos gusta», nosotros no vamos con los comunistas, ni con los socialistas, ni con los agnósticos, ni con otros; nosotros, los musulmanes, o noso­tros, ateos, venimos con vosotros, Cattoli­ci Popolari, porque las propuestas que propugnáis son las que permiten vivir.

¿Existen en Europa movimientos similares al Movimiento Popolare?
No. Movimientos como el nuestro no existen o no los conozco. Existen personas que comparten la sensibilidad del Movi­miento Popolare. Existen personas de las que el Movimiento Popolare ha aprendido y aprende. De un hombre como Oliver Clément, un ortodoxo francés, de un pe­queño grupo que formó Giorgio La Pira en Florencia en 1950 y de algunos más. Pero no conocemos ningún movimiento organi­zado.

¿Cuáles son vuestras relaciones con la De­mocracia Cristiana italiana y con las euro­peas?
Movimiento Popolare y Democracia Cristiana son dos realidades absolutamente autónomas y distintas. Sin embargo, algu­nos de nosotros decidimos hacer política activa, presentándonos como candidatos en las diversas instituciones de nuestra na­ción: ayuntamientos, consejo regional, parlamento italiano y parlamento europeo. ¿Por qué decidimos esto? Porque quería­mos que estas instituciones garantizaran el espacio de libertad del que hablamos an­tes. Para presentarnos como candidatos en estas instituciones nos presentamos en las listas de la Democracia Cristiana, porque históricamente la Democracia Cristiana en Italia es la que recoge el compromiso polí­tico de la gran mayoría de católicos.
Es claro que la Democracia Cristiana tiene límites y defectos. Nosotros los he­mos denunciado con claridad. Pero quere­mos trabajar desde dentro, renovar la De­mocracia Cristiana, que sea coherente a la originaria cultura católica y popular de la que ha nacido.

¿Cómo entiendes la participación del cris­tiano en política? ¿Partidos cristianos o cristianos en parti­dos laicos?
Ni lo uno ni lo otro. Diré cristianos en política, que se meten juntos en un parti­do. El partido político no tiene que ser cristiano, sino las personas cristianas, que juntándose constituyen un partido que les ayude a realizar lo mejor posible sus pro­yectos. La Democracia Cristiana no es un partido católico, sino un partido hecho por católicos y, sin embargo, abierto a otras culturas e identidades, porque como ya he dicho, una política hecha por cristia­nos es una política que quiere la libertad de todos.
La decisión política es una decisión que parte de la persona porque cada uno de nosotros es responsable personalmente; sin embargo, incluso en política vale el método de la comunión que vale para toda la vida. Si yo, cristiano, siento el deseo de hacer política no puedo hacerlo sólo, lo hablaré con mis amigos, con otros cristia­nos y juntos llegaremos a un juicio común, y después cuando yo me meta en política lo primero que tengo que hacer es ver quienes son cristianos y juntarme con ellos, decidir juntos. La Democracia nació así. Los católicos juntos deciden meterse en política y como instrumento crean un partido. Luego, con el paso del tiempo, el partido se ha tornado burocrático, pesado, etc. Hay que tornar al origen donde el pro­tagonista es el sujeto y la comunión entre personas.

Entonces en un cristiano íntegro, que vive su fe eclesialmente. ¿Cómo explicamos el pluralismo político?
Hay mucha confusión sobre el concepto de pluralismo, malentendiendo los docu­mentos fundamentales del Concilio, por­que el ideal al que el cristiano debe siempre tender es a la unidad entre nosotros y a la unidad entre todos los hombres. Esto for­ma parte de las aspiraciones del hombre. No siempre se consigue este ideal. El plu­ralismo es una estapa intermedia para lle­gar a un nivel de unidad más alto. Es claro que hay que distinguir cuando en política se afronta un tema central de la concepción humana y cristiana, y cuando se trata de un tema secundario.
Cuando en política se discute la unidad de la familia, la sacralidad de la vida, la concepción de la educación, la dignidad de la persona, el valor del trabajo, entonces no es posible ningún pluralismo. Si uno se dice cristiano pero acepta el aborto, se contradice a sí mismo. Si es cristiano no puede aceptar el aborto, no hay posibilidad de pluralismo. Cuando están en discusión cuestiones técnicas, como or­ganizar urbanísticamente una ciudad, es evidente que puede haber posiciones diver­sas. Lo importante es que no se diga que uno piense una cosa.

¿Crees viable un sistema alternativo a la democracia liberal actual, que no pase por las dictaduras de izquierda o de derecha?
Yo creo que se trata de hacer madurar el sistema democrático actual hasta un respe­to sustancial por la libertad del hombre. La democracia es ciertamente hoy el mejor de los sistemas existentes, pero la democra­cia no sustituye la iniciativa de cada hom­bre o del grupo. En este sistema democrá­tico los hombres mueren de hambre, los hombres se abandonan, no hay trabajo, y en la democracia debe haber una respuesta a estos problemas desde las personas, los grupos y el Estado. Es necesaria más soli­daridad social. La democracia hay que ma­durarla, desarrollarla con la solidaridad. No podemos abandonar la economía sim­plemente a las leyes de mercado, es necesa­rio una intervención social. No se puede admitir un sistema político que sustituya a la voluntad del hombre, y el ideal de los marxistas es hacer un sistema tan perfecto que haga inútil la voluntad del hombre.

¿Es artificial la unidad de Europa o hay una identidad cultural europea? La búsqueda de la unidad ¿no será sólo ex­presión de intereses económicos?
Sí, hay una identidad cultural de Euro­pa, y este es el motivo fundamental por el que se puede pensar en la unidad europea y así lo manifestaron los padres de la uni­dad europea, Adenauer, De Gasperi y Schumann. ¿Cuál es esta identidad cultu­ral de Europa? Fundamenta sus raíces en la cultura cristiana. El cristianismo ha he­cho de cien pueblos diversos un sólo cora­zón europeo en la Edad Media. Además, Adenauer, De Gasperi y Schumann eran cristianos. Los políticos y la gente intuyen esta identidad cultural común pero no la reconocen, se ha querdio construir una Europa que fuese sólo integración econó­mica, del tal modo que se han encontrado con muchas desilusiones porque la econo­mía divide, no une. Por eso hoy, el Movi­miento Popolare y otros cristianos, el pri­mero el Papa Juan Pablo II, proponen in­cansablemente a los pueblos europeos la tarea de cubrir sus propias raíces.

¿Qué otras ideas de unidad europea hay representadas en el Parlamento Europeo?
El Parlamento Europeo está mucho más avanzado respecto a la conciencia de la Unidad Europea que cada gobierno con­creto, porque el Parlamento Europeo está formado por representantes directamente elegidos por el pueblo europeo, y en él la conciencia de unidad europea es realmente mayor que en muchos gobiernos europeos, que muchas veces atienden con una óptica particularista y miope sus intereses.
Hoy, 5 de febrero de 1985, no se puede hacer esta distinción. Tenemos algunos ad­versarios históricos de la unidad europea, ciertamente el gobierno inglés y el gobier­no danés. Estos adversarios se han unido en los últimos tiempos frente a otros países tradicionalmente europeístas (Francia, Alemania). Las fuerzas políticas con más convencimiento europeístico son, yo creo, las fuerzas de inspiraciones demócrata- cristiana y una parte de las fuerzas socialis­tas. Los comunistas utilizan su presencia en el parlamento europeo exclusivamente con intenciones propagandísticas, les inte­resa hacer ver en Europa que son moderados, capaces de diálogo, etc. Hay otras fuerzas que no tienen una verdadera con­cepción de la unidad de Europa.

¿Qué futuro ves a este proceso?
Yo veo la absoluta necesidad de una iniciativa por parte de la gente para vencer la inercia y la resistencia de los gobernates; por ejemplo, en junio tendrá lugar una vi­sita del Jefe del Estado a Milán. Con moti­vo de esta ocasión diversos movimientos y asociaciones italianas están organizando una manifestación que reunirá a miles de personas que mostrarán la voluntad del pueblo europeo de llegar a la unidad. Por otro lado, el Parlamento Europeo ha apro­bado un proyecto, el «Tratado de Unión Europea», que es un paso adelante signifi­cativo respecto al tratado de Roma. Se ha aprobado con amplia mayoría, y ahora só­lo falta el apoyo de los gobiernos naciona­les y la presión del pueblo.

¿Cómo hacer la unidad europea sin los países del Este? ¿Qué aportan los pueblos eslavos a la identidad europea?
Las países del Este de Europa son países europeos exactamente igual que Italia, Francia..., tanto es así, que hablamos de Europa Central, Europa del Este, etc. La división es totalmente antinatural, doloro­sísima. La identidad europea está hecha de la cultura latina y de la cultura eslava. ¿Qué podemos hacer? Ante todo, no dar por supuesto que esta separación sea defi­nitiva y, en segundo lugar, fomentar todo tipo de relaciones, intercambios y contac­tos.

Se acusa a Europa a veces de ser la explo­tadora del tercer mundo y de que la unidad europea favorece estos intereses explotado­res en contraposición con las del tercer mundo. ¿Qué opinas de eso? ¿Cómo cons­truir una Europa más solidaria con el tercer mundo?
En tu pregunta hay un parte de verdad y otra parte que no corresponde con la ver­dad. Muchos países europeos han sido paí­ses colonialistas y aun ahora las relaciones económicas que se mantienen con el tercer mundo son de verdadera explotación, en el sentido de que todo país europeo vende al tercer mundo los productos a un precio 10, 20 veces mayor de lo que aquí debe pagar­se. Pero la CEE no mantiene este tipo de relaciones, es más, está en vigor un tratado entre los 10 países de la misma y 96 países del área africana, del Caribe y del Pacífico (ACP) firmado, renovado y ahora en una tercera fase. Existe una verdadera forma de colaboración económica entre Europa y estos países con una gran satisfacción por ambas partes. Por eso quiero resaltar las grandes posibilidades de la función de la unidad europea y la política negativa de los países aislados.

¿Cuáles son las enfermedades sociales más importantes de Europa?
Ciertamente, la primera es el paro, sobre todo juvenil. Basta recordar que en los úl­timos años, en Europa se han eliminado 4 millones de puestos de trabajo. El segundo es el problema demográfico, que en Euro­pa ha alcanzado niveles preocupantes, he­mos llegado ya a una fase en la que la po­blación no se renueva, la tasa de fertilidad por cada mujer está entre el 1,6 y el 1, 7, cuando la tasa de fertilidad por mujer, só­lo para renovar la población, debe ser del 2,1. Esto quiere decir que la población europea está envejeciendo y disminuyen­do, dando lugar a problemas de orden mo­ral importantísimo y también económicos, ya que la disminución de la población sig­nifica más paro y más pobreza.

¿Qué papel jugaría Europa en las tensiones Este-Oeste y Norte-Sur?
Del Norte-Sur ya hemos hablado antes; respecto al Este-Oeste se trata de decirse, si estamos unidos podremos decir una pala­bra que sea de moderación y de equilibrio. Si estamos unidos podremos decir una pa­labra que sea escuchada en el mundo. Europa es vista por el mundo con lealtad, autoridad y prestigio porque tiene una gran historia.

¿Existe la posibilidad real de ser no­alineado? ¿Qué papel podría jugar Europa en el proceso de desarme?
Se trata de entender que es «no­alineado», yo pienso que la tarea de Euro­pa hoy debe ser estar dentro de una alianza leal y paritaria con los Estados Unidos de América, concibiendo esta alianza en una función de garantía de la paz y de proposi­ciones de relaciones económicas más justas entre el Norte y el Sur. Se trata de usar es­ta alianza en este sentido y no en funciones puramente defensivas o peor, ofensivas.

Los movimientos verdes ¿son realmente al­ternativos? ¿qué opinión te merecen? ¿y los partidos radicales?
Los verdes representan en el momento de surgir la presencia en nuestra sociedad de una aspiración justa, una actitud equili­brada respecto a la naturaleza y al ambien­te. Pero después han sido instrumentaliza­dos y utilizados en otras direcciones. Por ejemplo, en Francia, los verdes más puros han intentado servir de cauce a la denuncia no construyéndose en partido, sino inten­tando penetrar con sus ideas justas en to­dos los partidos políticos. Esta me parece una vía justa. El hacerse partido comporta la subalternidad a otras ideologías, sobre todo marxistas, y en el fondo comporta que sus fines se aflojen. Por eso no son una alternativa. Representan una idea jus­ta que debe calar en los otros partidos.
Los partidos radicales son la última esta­pa de la ideología individualista y burgue­sa, que es una de las manifestaciones más clamorosas de la crisis del hombre contem­poráneo, de la crisis de la cultura contem­poránea. Representan la racionalización de la descomposición del hombre, de la hu­manidad y, en mi opinión, son los adversa­rios principales, junto con el marxismo, no sólo para los cristianos, sino para todo aquel que tiene una concepción entera del hombre.



 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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