Las palabras de Julián Carrón que introdujeron el rezo de los Laudes en la plaza de San Pedro durante la hora de espera previa al encuentro con Benedicto XVI
«El verdadero protagonista de la historia es el mendigo». Si queremos vivir este momento como protagonistas, es decir, no de manera formal sino según esa modalidad en la que hemos sido educados, hace falta que cada uno se vuelva, o mejor, se reconozca mendigo.
Es fácil: basta con que cada uno tome conciencia de su necesidad. Mendigo es el que tiene conciencia de su necesidad humana.
Bastaría un instante de verdadera conciencia para darnos cuenta de hasta qué punto estamos necesitados. Tomar conciencia de nuestra necesidad es tomar conciencia de uno mismo, del hecho de ser hombre. El mendigo, por lo tanto, es el hombre más consciente de sí mismo. Y para ser consciente hace falta también hoy –mejor dicho, sobre todo hoy– usar la razón. Por tanto, empezamos a ser protagonistas cuando empezamos a usar la razón, que es la capacidad de tomar conciencia de la realidad y de lo que yo soy según todos sus factores.
Por ello el mendigo no es el más ingenuo, sino el más realista. De esta manera empezamos a vencer toda la confusión que nos rodea y nos penetra, pues nada puede impedirnos tomar conciencia de nosotros mismos en este momento.
Gracias a lo que nos ha sucedido en la vida, no tenemos miedo de mirar nuestra necesidad y de reconocernos necesitados. Sí, podemos mirar con simpatía lo humano porque Alguien nos ha abrazado, podemos mirar con simpatía nuestra nada porque Alguien ha tenido piedad de ello: «Con amor eterno te amé, teniendo piedad de tu nada». Esta conciencia es lo que puede ayudarnos a vivir este momento: la conciencia de estar ante una Presencia que nos permite ponernos en actitud de espera.
La palabra que debe dominar, la actitud que debe dominar en todos esta mañana es la espera, la espera de lo que se nos dará. Sostengámonos mutuamente en esto, démonos ejemplo recíproco en esto.
El mendigo tan sólo tiene un recurso: la petición. La nuestra es una espera que se convierte en petición. ¿Petición de qué? Petición de estar dispuestos a acoger lo que hoy se nos dará.
¿A quién podemos mirar? A la Virgen, colmada de la espera de aquel evento que determinó toda su vida. Por ello nos ponemos de pie, haciendo memoria del momento en que comenzó lo que ha llegado hasta hoy y nos determina también a todos nosotros.
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