El pasado 30 de abril a las 20:15 h., la comunidad barcelonesa de CL y algunos amigos acudieron al Via Crucis de Semana Santa celebrado por primera vez en la Sagrada Familia
Este año variaba el marco en el que se celebraría el Via Crucis de Semana Santa organizado por Comunión y Liberación en Barcerlona. Se dejaba el barrio del Raval y la anual procesión pública de la cruz ante la comunidad musulmana del casco antiguo que partía de la Parroquia de Sant Agustí, para privilegiar la belleza emblemática de la Sagrada Familia de Antoni Gaudí y la amistad con Etsuro Sotoo. Una semana antes, Benedicto XVI, había dicho a todos aquellos que se habían desplazado a Roma, refiriéndose a Giussani: «El Espíritu Santo suscitó un Movimiento, el vuestro, que testimoniara la belleza de ser cristianos en una época en la que iba difundiéndose la opinión de que vivir el cristianismo era algo fatigoso y opresivo». Estas palabras volvían a la memoria de todo aquel que presenciase el lento y silencioso caminar de unas doscientas personas ante el imponente portal de la Pasión de este templo expiatorio. También Gaudí «buscaba la Belleza misma, la Belleza infinita que encontró en Cristo». En una ciudad que, como dijo Mosen Toni Deulofeu, guarda mayoritariamente silencio acerca del significado último de la realidad y de la vida catalogando la Sagrada Familia como mero monumento artístico, la unidad de un pueblo hizo evidente, a través los cantos, que esta belleza no sólo interpela a la humanidad de cada hombre sino que también satisface su más profundo anhelo. Dentro de esta unidad que brinda la relación con Cristo, es razonable ostentar y mendigar esta milagrosa confianza en que el mal del mundo no vence. La belleza de la Sagrada Familia y de este Via Crucis brillan por lo que entrañan: la Belleza de Cristo Redentor.
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