Muchas son las actitudes que el hecho del terrorismo puede provocar en nosotros. Tristemente, casi a diario, se dan en España y en todo el mundo muertes violentas, secuestros, atentados, extorsiones; y casi a diario escuchamos, de igual modo, que la solución al problema del terrorismo es policial, o por el contrario política. Pero sin entrar en esa importante polémica, nosotros nos preguntamos si la respuesta última, real y profunda no será ni la una ni la otra. Y entonces suena en nosotros la voz de aquel cristiano: "Queda una salida sólo una: hacer frente, inventar, atacar a fondo; la única que desde los orígenes de la vida haya sacudido siempre a las crisis".
La violencia política y social, no es un fenómeno ni mucho menos actual, pero sí lo es lo que llamamos el terrorismo, que desde hace casi dos décadas castiga metódica y sangrientamente las sociedades occidentales. El terrorismo es un fenómeno mundial pero no todos los grupos se pueden incluir en un mismo saco: de ETA militar a los grupos armenios, del Sendero Luminoso peruano al IRA hay bastantes diferencias. Sin embargo, prescindiendo de los grupos palestinos y armenios que actúan en Occidente, las principales organizaciones rectoras del terrorismo europeo (IRA, Acción Directa, ETA-m, Brigadas Rojas, Primera Línea... ) comparten una misma matriz ideológica y sobre todo una mentalidad común, independientemente de su peculiaridad doctrinal o nacionalista.
Los grupos terroristas europeos en general nacieron tras el fracaso de la revolución del 68, que supuso el hundimiento de los ideales de la izquierda más radical. Después de ese momento sólo quedaron dos caminos para la izquierda revolucionaria: "el largo camino a través de las instituciones" o el camino desesperado del terrorismo.
En el caso del IRA o de la ETA estos orígenes quedan más oscuros debido al fuerte nacionalismo crueles que les caracteriza y que les confiere unos rasgos y reivindicaciones peculiares. En realidad, aunque este nacionalismo les proporciona una especie de mística patriótica, la conexión efectiva de medios y militantes y la formación ideológica común, como parece clara en la ETA, permite afirmar sin dificultad la unidad última de todo el terrorismo europeo.
El por qué de la negación terrorista
Si en los orígenes del fenómeno terrorista existía un idealismo revolucionario, hoy es mucho más difícil descubrir ese idalismo y podemos decir que se han convertido en auténticos profesionales del crimen: se ha perdido el horizonte de la verdad y de lo humano. Al proclamar la negación permanente y la destrucción como única actividad ética, el terrorismo es la negación más radical de los valores humanos.
El punto de partida de la negación terrorista se encuentra en el rechazo de las instituciones, para desde allí extenderse a la sociedad entera, al orden establecido, en una protesta absoluta contra la realidad vigente y una destrucción irracional de todo lo que la representa.
Los valores y sentimientos humanos se minusvaloran hasta el extremo de despreciarlos; de hecho la característica más notoria de la acción terrorista es la sangre fría ante la destrucción de lo humano. Aquí es donde se pone de manifiesto la contradicción de su opción: su lucha quiere ser un compromiso en favor de la humanidad, pero resulta muy difícil creer que se está realizando un sacrificio por el hombre cuando se le está destruyendo.
Esta respuesta violenta, irracional, desesperada la ha ido preparando la misma sociedad y su manera de vivir. Si profundizamos la verdad en el sentido del terrorismo, nos damos cuenta de que se trata de una radicalización de las mismas actitudes que constituyen la mentalidad dominante. Los modelos de conducta del terrorismo no están sin relación con los tipos de conducta vigentes en nuestra sociedad.
El pragmatismo, por el cual se debe llegar a cualquier precio al mayor bienestar; él consumismo, por el cual todo debe estar al alcance de nuestro deseo y todo lo que exige sacrificio es considerado irrazonable, son actitudes que están en la base del terrorismo: quien busca objetivos puramente pragmáticos, no encuentra barreras en la violencia; si sólo tiene valor aquello que está en función de lo que yo persigo entonces nuestra vida y la de los demás puede convertirse en objeto de desecho.
Si queremos salir de los tópicos que continuamente se manifiestan en torno al terrorismo, debemos buscar su raíz, en la experiencia de lo absurdo que vive nuestra sociedad como fruto de una cultura materialista. Por eso no es menos grave que el terrorismo, la disolución silenciosa de nuestra sociedad del bienestar a través de la droga, el alcoholismo, la insolidaridad cotidiana, etc. En el fondo de todas estas manifestaciones existe una mentalidad peculiar que es la misma que ha conducido a miembros de nuestra sociedad por el camino terrorista.
¿Qué hacer?
Desde luego la sociedad, tiene derecho a defenderse de quienes tratan de destruir su propia existencia, e imponer por la violencia un proyecto concreto de vida social. Por tanto la sociedad, debe articular medidas jurídicas y policiales para impedir la coacción terrorista; siempre desde el respeto a la dignidad humana, pues no es con medios inmorales, como habremos de luchar contra la inmoralidad terrorista.
Es necesaria a todos lo niveles y desde todos los estamentos, grupos y personas, una afirmación nítida de la libertad y la vida de todos los miembros de la sociedad frente al terror y la presión del miedo.
Ambas cosas ya se hacen en casi todos los países azotados por el terrorismo, pero es insuficiente. Los problemas no se solucionan en una reacción defensiva, en una negación de las causas de fondo. Nosotros creemos que con el esfuerzo continuado de todos los hombres que buscan la verdad, hay que hacer surgir una nueva posibilidad de vida, una alternativa cultural a los valores de la sociedad actual. Y es aquí donde se inscribe fundamentalmente el trabajo de los cristianos, que como tales, pueden ser propuesta de un ideal de vida más grande, y testimonio de los valores plenamente humanos. Es un trabajo a largo plazo, difícil, prolongado, pero que en definitiva es la única opción realista y profunda que se puede dar.
La sociedad, aburrida en su felicidad del bienestar está esperando la propuesta de una vida humana que dé sentido a los deseos más profundos de su corazón. La sociedad occidental ha llenado nuestros estómagos, pero ha dejado intacto nuestro corazón, y quizá aquí está una de las raíces más claras de la brutal protesta del terrorismo.
Estamos acostumbrados a mirar los acontecimientos desde fuera y no nos hemos parado a pensar dónde está el origen del hecho terrorista. Nuestro modo de vida, nuestros valores, los juicios que hacemos ante el mundo quizá no estén tan lejos de ese terrorismo que nos horroriza tanto.
Por eso creemos que fundamentalmente el terrorismo acabará como consecuencia de un cambio de mentalidad en nuestra sociedad; y en este sentido una cosa parece, desde nuestra perspectiva, bastante clara: la nueva sociedad no se puede crear desde la violencia sino desde la solidaridad y la cooperación, no desde la venganza y el odio sino desde el perdón que es el gesto profundo de la misericordia que sí toca y cambia el corazón del hombre y las estructuras sociales.
¿Y la Iglesia?
La salvación que ha traído Jesucristo no es sólo una salvación para el más allá sino para el aquí y el ahora. El cristianismo es propuesta de vida mejor. El Evangelio es el anuncio de una posibilidad de existencia más plena, la posibilidad de enfrentarse con la realidad desde una perspectiva verdaderamente humana.
Por eso es claro que la fe no es un problema de pura interioridad sino que es afectada por la realidad cotidiana en todos sus aspectos. La fe tiene, pues, profunda conexión con la política, la sociedad, el arte, la intelectualidad, la economía y toda reducción espiritualista es muy peligrosa. Del mismo modo, una fe tronchada, que redujese el sentido religioso a ideología transformadora del mundo sería siempre insuficiente y nunca constituiría una verdadera respuesta para el hombre.
Ambas actitudes...
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