Con un margen de 238 votos contra 9 la Conferencia Episcopal Católica norteamericana ratificó el texto definitivo de su Carta Pastoral en la que se condena la guerra nuclear. El texto se titula "El desafío de la paz: la promesa de Dios y nuestra respuesta" y hay que tener en cuenta que se trata del tercer borrador después de centenares de enmiendas y dos años de trabajo.
Los obispos con este texto "suavízaron" su postura anterior en la que declaraban taxativamente que las armas nucleares no podrían usarse nunca como forma de represalia. Hay que recordar que Juan Pablo II en la sesión de desarme de Naciones Unidas (1982) puntualizó que el uso de armas nucleares, como un medio de disuación de la guerra, es "moralmente aceptable mientras las naciones continúen trabajando por el desarme nuclear".
Los obispos norteamericanos dicen en su carta: "La era nuclear es una era de peligro moral y físico... Desde el Génesis somos la primera generación que tiene el poder de destruir virtualmente la creación de Dios. No podemos permanecer silenciosos ante tal peligro..."
En realidad los obispos apoyan claramente las peticiones de congelación nuclear y piden la detención a la fabricación e instalación de nuevas armas nucleares y expresan (a lo largo de las 150 páginas del documento) su aceptación de la disuación nuclear "estrictamente condicionada" a negociaciones serias de reducción de armamentos. Por otro lado rechazan la sugerencia de la Conferencia Episcopal Alemana de que el primer uso de armas nucleares podría ser moralmente aceptable si éste se orienta a contener un ataque masivo del Pacto de Varsovia; los obispos norteamericanos afirman que tal ataque debe ser resistido por medios diferentes a las armas nucleares y hacen ver la "seria obligación moral de desarrollar estrategias defensivas no nucleares tan rápidamente como sea posible".
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