LA FIGURA
Europeo de fin de siglo XIX (1881) nacido en Cataluña. Ambientalmente trabajador intelectual; psicológicamente aristócrata. Humanamente: obrero aristocrático ( "Noble es el que se exige y hombre tan sólo aquel que cada día renueva su entusiasmo"). Es doctor en Derecho, doctor en Filosofía y, más tarde, catedrático de Ciencia de la Cultura. Se casa y tiene tres hijos. Adopta una actitud combativa y revolucionaria: su Heliomaquia (lucha por la cultura, por el triunfo de la luz), La cultura para el pueblo: Institut d'Estudis Catalans, la gran Biblioteca de Cataluña, los seminarios de filosofía, psicología, fisiología, la Escuela de Bellos Oficios, etc, Primero es amado; después, derrotado. Siempre así: las izquierdas desprecian su aristocracia; las derechas, su populismo exigente. Ahora, en Madrid, intruso; en Cataluña, desertor. Viaja por Europa. Molestan su lucimiento y su sosegada conquista. Construye día a día el edificio de su pensamiento, dibujado desde joven: vida en la filosofía ("Lección de la gaviota: hay que volar a todos los vientos de todos los mares, pero hay que procrear en un nido"); filosofía en el que vivir ("elevar la anécdota a categoría").
Vio la necesidad de que "cada uno cultive lo que en él hay de angélico en amistad y en diálogo", porque "no hay más que una enfermedad, que se llama soledad", y "pensar es siempre pensar con alguien".
Su vida, presidida por un afanoso emperio de servicio a la "obra bien hecha". Por eso nos dice: "sé como un diamante; en el cuerpo del diamante la geometría se hace luz".
Piensa en su tierra y vuelve. Muere en 1954. Hasta el fin se consideró "mundano servidor de la causa de las luces; soldado impertérrito bajo las banderas de la unidad, de la inteligencia, de la ciencia, de las ideas claras, de la puntual objetividad, del conocimiento crítico y lúcido, enemigo siempre de las fantasmagorías a que tanto se ha dado el confusionismo so color de intuición, de vida, de impulso dinámico, cuando no de tragedia y de angustia".
LA OBRA
Toda la vida y la creación literaria y artística de Eugenio D'Ors ha de entenderse en función de su pensamiento filosófico, que se encuentra expresado a lo largo de ella. Gira entorno a una intuición capital y matriz (la libertad como sustantivo primario del hombre) de la que brotan nociones como la de forma, pensamiento figurativo... y binomios contrapuestos (potencia-resistencia, clásico-barroco...). Frente a la razón coloca D'Ors la razón íntegra, la Inteligencia, que cuenta no sólo con elementos racionales, sino con elementos de experiencia, de intuición, de sentimientos, de gusto. Es lo que él llamaría teoría del "seny". La razón se ha impregnado de arte. De ahí la necesidad de expresarse de las más variadas formas: desde el aforismo al tratado, pasando por la glosa, el cuento (filosófico casi siempre), la historia, la novela, el diálogo, el ensayo, la oración el discurso, la poesía, el teatro.
La glosa es su forma de expresión más característica. En ella aparecen desparramados los brotes conceptuales; quiere lograr un pensamiento cotidiano, que abarque toda la realidad hasta "no reputar nada humano ajeno a la filosofía". El mismo ve su Glosa como "metafísica para andar por casa". El Glosario son las glosas que día a día medio siglo va colocando para levantar su arquitectura, su pensamiento; en el edificio sobresalen algunas torres: la de la filosofía: El hombre que trabaja y juega, Secreto de la filosofía; la de la Cultura: La civilización de la historia, Ciencia de la Cultura; la torre de la política: Política de Imperio, Política de Misión; la del arte: Las ideas y las formas, Lo barroco y la continua crítica en el Glosario; la de biografía: Goya, Los Reyes Católicos; la de la novela: Las Oceánidas.
El edificio quedó inacabado, pero es hermosísimo: clásico en la estructura, barroco en algunos detalles ornamentales. Un palacio ahora abandonado, azotado por la lluvia y por un viento helador.
LA FILOSOFIA
Su vivacidad filosófica la logra mediante dos procedimientos: la ironía y el diálogo. Su reforma kepleriana de la metafísica comporta el establecimiento de un sistema con dos centros: la Razón y la Vida. En el orden de la Dialéctica esto le lleva a sustituir el principio de contradicción por el principio de participación, y el de razón suficiente por el de función exigida. En el orden de la Teoría del Conocimiento sintetiza y supera la lucha racionalismo-intuicionismo con su doctrina del pensamiento figurativo. Todo lo cual tendrá consecuencias sobre su filosofía de la personalidad, de la estética, de la ética, de la historia...
LA ESTETICA
Toda estética es filosofía. El arte nunca ha de ser "imitatio", servidumbre a la naturaleza, sino contemplación de la obra bella "sub especie aeternitatis". En la "forma" albergan la Idea y su belleza. Como todo pensamiento necesita diálogo, el arte necesita crítica; crítica que aporte claridad, orden y conocimiento. No que explique el significado (oponiendo fondo y forma, intentando explicarla al modo romántico, sociologista o psicologista por algo que no es de ella: la vida de quien la creó, el medio ambiente o la psicología, la nación, la raza de su autor). Sino que explique las formas (amor al sentido antropomófico y religioso de las proporciones, valor espacial frente al expresivo) y el sentido (dar una apreciación que desvele reverentemente el secreto de la obra, entrando con ella en una relación creadora.
Pero además de su estética filosófica, ejerce mediante su glosa el comentario de las realidades vividas del arte de su tiempo ( como las vanguardias, que él introduce en España), la crítica literaria y las teorías artísticas.
Para aquellos que no han leído entero el artículo.
Extractos de la conferencia:
"Aprendizaje y heroísmo, pronunciada en 1.915, en la Residencia de Estudiantes, por el maestro Eugenio D'Ors.
Voy a hablarte del heroísmo en cualquier oficio y en cualquier aprendizaje.
Aquel hombre, hijo mío, que vino a verme esta mañana -¿sabes? el de la cazadora color de tierra- no es un hombre honesto. A dulce, a fiado, a trabajador, a buen padre de familia, pocos le ganan. Pero este hombre ejerce la profesión de caricaturista en un periódico ilustrado. Esto le da de qué vivir; esto le ocupa las horas de la jornada. Y, sin embargo, él habla siempre con asco de su oficio, y me dice: "!Si yo pudiera ser pintor! Pero me es indispensable dibujar estas tonterías para comer. ¡No mires los muñecos, chico, no los mires! Comercio puro... "
Quiere decir que él cumple únicamente por la ganancia, y que ha dejado que su espíritu se vaya lejos de la labor que le ocupa las manos del espíritu. Porque él tiene su faena por vilísima. Pero dígote, hijo, que si la faena de mi amigo es tan vil, si sus dibujos pueden ser llamados tonterías, la razón está justamente en que él no metió allí su espíritu. Cuando el espíritu en ella reside, no hay faena que no se vuelva noble y santa. Lo es la del caricaturista, como la del carpintero y la del que recoge las basuras y la del que llena las fajas para repartir un periódico a los suscriptores.
Hay una manera de dibujar una caricatura, de trabajar la madera y también de limpiar de estiércol las plazas o de escribir direcciones, que revela que en la actividad se ha puesto amor, cuidado de perfección y armonía, y una pequeña chispa de fuego personal: eso que los artistas llaman estilo propio, y que no hay obra ni obrilla humana en que no pueda florecer. Manera de trabajar que es la buena. La otra, la de menospreciar el oficio, teniéndolo por vil, en lugar de redimirlo y secretamente transformarlo, es mala e inmoral. El visitante de la cazadora color de tierra es, pues, un inmoral, porque no ama su oficio.
Los psicólogos, al estudiar los hechos de la vida mental, han reconocido ya en muchos de ellos, no una sucesión de dentro a fuera, sino de fuera a dentro. Quiere esto decir que su origen no se encuentra en la misma mente, sino en lo exterior, en el corporal movimiento, en el gesto, en la actitud. Entonces aquellos afirman que el fenómeno de que se trata tiene un origen periférico. Así, en la teoría de las emociones, se ha popularizado ya la aparente paradoja de que no lloramos porque estemos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos. Así, en la cuestión de la creencia, la intuición formidable de Blas Pascal alcanzó ya a aquel "¡Lo primero, tomar agua bendita!", a que podría darse forma análoga a la anterior, diciendo que no tomamos agua bendita porque creamos, sino que creemos porque tomamos agua bendita. Así también, en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos, múltiples hechos alegados por los hombres de ciencia nos conducen a la tesis de la prioridad del conocimiento sobre el interés: porque es caso demostrado que, para que el interés se despierte por algo, es ya necesario, como previa condición, algún conocimiento de la que llega a interesar; no siendo acaso el interés sino la traducción afectiva de aquel conocimiento. Cabría afirmar, por consiguiente, que no sabemos las cosas porque anteriormente nos hayamos interesado en ellas, sino que nos interesamos por ellas porque antes las hemos, hasta cierto punto, sabido. Pero saber las cosas no quiere decir sino poder recordarlas en un momento oportuno. De manera que sustituiremos legítimamente la anterior fórmula por la que sigue: no recordamos las cosas porque ellas nos hayan interesado, sino que nos interesan por el recuerdo que ya tenemos de ellas. Es decir, que el movimiento de la actividad mental para llegar al conocimiento de un objeto, ha de ser de índole mnemotécnica. Tal vez es hora de rehabilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la voluntad, ligada, para decirlo de una vez, no a aquellos que place, sino a aquellos que desplace.
ASOCIACIÓN CULTURA NUEVA TIERRA
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