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Huellas N., Febrero 1984

CULTURA

"Eugenio D'ors" desde "Eugenio D'ors"

LA FIGURA
Europeo de fin de siglo XIX (1881) nacido en Cataluña. Ambien­talmente trabajador intelectual; psi­cológicamente aristócrata. Humanamen­te: obrero aristocrático ( "Noble es el que se exige y hombre tan sólo aquel que cada día renueva su entu­siasmo"). Es doctor en Derecho, doc­tor en Filosofía y, más tarde, cate­drático de Ciencia de la Cultura. Se casa y tiene tres hijos. Adopta una actitud combativa y revolucionaria: su Heliomaquia (lucha por la cultura, por el triunfo de la luz), La cultura para el pueblo: Institut d'Estudis Catalans, la gran Biblioteca de Cata­luña, los seminarios de filosofía, psicología, fisiología, la Escuela de Bellos Oficios, etc, Primero es ama­do; después, derrotado. Siempre así: las izquierdas desprecian su aristo­cracia; las derechas, su populismo exigente. Ahora, en Madrid, intruso; en Cataluña, desertor. Viaja por Euro­pa. Molestan su lucimiento y su sose­gada conquista. Construye día a día el edificio de su pensamiento, dibuja­do desde joven: vida en la filosofía ("Lección de la gaviota: hay que vo­lar a todos los vientos de todos los mares, pero hay que procrear en un nido"); filosofía en el que vivir ("elevar la anécdota a categoría").
Vio la necesidad de que "ca­da uno cultive lo que en él hay de angélico en amistad y en diálogo", porque "no hay más que una enfermedad, que se llama soledad", y "pensar es siempre pensar con alguien".
Su vida, presidida por un afanoso emperio de servicio a la "obra bien hecha". Por eso nos dice: "sé como un diamante; en el cuerpo del diamante la geometría se hace luz".
Piensa en su tierra y vuel­ve. Muere en 1954. Hasta el fin se consideró "mundano servidor de la cau­sa de las luces; soldado imperté­rrito bajo las banderas de la unidad, de la inteligencia, de la ciencia, de las ideas claras, de la puntual objetividad, del conocimiento crítico y lúcido, enemigo siempre de las fan­tasmagorías a que tanto se ha dado el confusionismo so color de intui­ción, de vida, de impulso dinámico, cuando no de tragedia y de angustia".

LA OBRA
Toda la vida y la creación literaria y artística de Eugenio D'Ors ha de entenderse en función de su pensamiento filosófico, que se en­cuentra expresado a lo largo de ella. Gira entorno a una intuición capital y matriz (la libertad como sustantivo primario del hombre) de la que brotan nociones como la de forma, pensamien­to figurativo... y binomios contra­puestos (potencia-resistencia, clási­co-barroco...). Frente a la razón co­loca D'Ors la razón íntegra, la Inte­ligencia, que cuenta no sólo con ele­mentos racionales, sino con elementos de experiencia, de intuición, de sen­timientos, de gusto. Es lo que él llamaría teoría del "seny". La razón se ha impregnado de arte. De ahí la necesidad de expresarse de las más variadas formas: desde el aforismo al tratado, pasando por la glosa, el cuento (filosófico casi siempre), la historia, la novela, el diálogo, el ensayo, la oración el discurso, la poesía, el teatro.
La glosa es su forma de expresión más característica. En ella aparecen desparramados los brotes con­ceptuales; quiere lograr un pensa­miento cotidiano, que abarque toda la realidad hasta "no reputar nada humano ajeno a la filosofía". El mis­mo ve su Glosa como "metafísica para andar por casa". El Glosario son las glosas que día a día medio siglo­ va colocando para levantar su arqui­tectura, su pensamiento; en el edifi­cio sobresalen algunas torres: la de la filosofía: El hombre que trabaja y juega, Secreto de la filosofía; la de la Cultura: La civilización de la historia, Ciencia de la Cultura; la torre de la política: Política de Imperio, Política de Misión; la del arte: Las ideas y las formas, Lo barroco y la continua crítica en el Glosario; la de biografía: Goya, Los Reyes Católicos; la de la novela: Las Oceánidas.
El edificio quedó inacaba­do, pero es hermosísimo: clásico en la estructura, barroco en algunos de­talles ornamentales. Un palacio ahora abandonado, azotado por la lluvia y por un viento helador.

LA FILOSOFIA
Su vivacidad filosófica la logra mediante dos procedimientos: la ironía y el diálogo. Su reforma keple­riana de la metafísica comporta el establecimiento de un sistema con dos centros: la Razón y la Vida. En el orden de la Dialéctica esto le lleva a sustituir el principio de contradicción por el principio de participa­ción, y el de razón suficiente por el de función exigida. En el orden de la Teoría del Conocimiento sinteti­za y supera la lucha raciona­lismo-intuicionismo con su doctrina del pensamiento figurativo. Todo lo cual tendrá consecuencias sobre su filosofía de la personalidad, de la estética, de la ética, de la historia...

LA ESTETICA
Toda estética es filosofía. El arte nunca ha de ser "imitatio", servidumbre a la naturaleza, sino contemplación de la obra bella "sub espe­cie aeternitatis". En la "forma" al­bergan la Idea y su belleza. Como todo pensamiento necesita diálogo, el arte necesita crítica; crítica que aporte claridad, orden y conocimiento. No que explique el significa­do (oponiendo fondo y forma, intentan­do explicarla al modo romántico, so­ciologista o psicologista por algo que no es de ella: la vida de quien la creó, el medio ambiente o la psico­logía, la nación, la raza de su au­tor). Sino que explique las formas (amor al sentido antropomófico y reli­gioso de las proporciones, valor espa­cial frente al expresivo) y el senti­do (dar una apreciación que desvele reverentemente el secreto de la obra, entrando con ella en una relación creadora.
Pero además de su estética filosófica, ejerce mediante su glosa el comentario de las realidades vivi­das del arte de su tiempo ( como las vanguardias, que él introduce en Espa­ña), la crítica literaria y las teo­rías artísticas.

Para aquellos que no han leído entero el artículo.
Extractos de la conferencia:
"Aprendizaje y heroísmo, pronunciada en 1.915, en la Residen­cia de Estudiantes, por el maestro Eugenio D'Ors.


Voy a hablarte del heroísmo en cualquier oficio y en cualquier aprendizaje.
Aquel hombre, hijo mío, que vino a verme esta mañana -¿sabes? el de la cazadora color de tierra- no es un hombre honesto. A dulce, a fiado, a trabajador, a buen padre de familia, pocos le ganan. Pero este hombre ejerce la profesión de carica­turista en un periódico ilustrado. Esto le da de qué vivir; esto le ocu­pa las horas de la jornada. Y, sin embargo, él habla siempre con asco de su oficio, y me dice: "!Si yo pudiera ser pintor! Pero me es indis­pensable dibujar estas tonterías para comer. ¡No mires los muñecos, chico, no los mires! Comercio puro... "
Quiere decir que él cumple únicamente por la ganancia, y que ha dejado que su espíritu se vaya lejos de la labor que le ocupa las manos del espíritu. Porque él tiene su fae­na por vilísima. Pero dígote, hijo, que si la faena de mi amigo es tan vil, si sus dibujos pueden ser llama­dos tonterías, la razón está justamen­te en que él no metió allí su espíritu. Cuando el espíritu en ella resi­de, no hay faena que no se vuelva noble y santa. Lo es la del caricatu­rista, como la del carpintero y la del que recoge las basuras y la del que llena las fajas para repartir un periódico a los suscriptores.
Hay una manera de dibujar una caricatura, de trabajar la madera y también de lim­piar de estiércol las plazas o de escribir direcciones, que revela que en la actividad se ha puesto amor, cuidado de perfección y armonía, y una pequeña chispa de fuego perso­nal: eso que los artistas llaman esti­lo propio, y que no hay obra ni obri­lla humana en que no pueda florecer. Manera de trabajar que es la buena. La otra, la de menospreciar el ofi­cio, teniéndolo por vil, en lugar de redimirlo y secretamente transfor­marlo, es mala e inmoral. El visitan­te de la cazadora color de tierra es, pues, un inmoral, porque no ama su oficio.
Los psicólogos, al estudiar los hechos de la vida mental, han reconocido ya en muchos de ellos, no una sucesión de dentro a fuera, sino de fuera a dentro. Quiere esto decir que su origen no se encuentra en la misma mente, sino en lo exterior, en el corporal movimiento, en el gesto, en la actitud. Entonces aquellos afir­man que el fenómeno de que se trata tiene un origen periférico. Así, en la teoría de las emociones, se ha popularizado ya la aparente paradoja de que no lloramos porque estemos tristes, sino que estamos tristes por­que lloramos. Así, en la cuestión de la creencia, la intuición formidable de Blas Pascal alcanzó ya a aquel "¡Lo primero, tomar agua bendita!", a que podría darse forma análoga a la anterior, diciendo que no tomamos agua bendita porque creamos, sino que creemos porque tomamos agua bendita. Así también, en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos, múltiples hechos alegados por los hom­bres de ciencia nos conducen a la tesis de la prioridad del conocimien­to sobre el interés: porque es caso demostrado que, para que el interés se despierte por algo, es ya necesa­rio, como previa condición, algún co­nocimiento de la que llega a interesar; no siendo acaso el interés sino la traducción afectiva de aquel cono­cimiento. Cabría afirmar, por consi­guiente, que no sabemos las cosas porque anteriormente nos hayamos inte­resado en ellas, sino que nos intere­samos por ellas porque antes las he­mos, hasta cierto punto, sabido. Pero saber las cosas no quiere decir sino poder recordarlas en un momento opor­tuno. De manera que sustituiremos le­gítimamente la anterior fórmula por la que sigue: no recordamos las cosas porque ellas nos hayan interesado, sino que nos interesan por el recuer­do que ya tenemos de ellas. Es decir, que el movimiento de la actividad mental para llegar al conocimiento de un objeto, ha de ser de índole mnemotécnica. Tal vez es hora de reha­bilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la volun­tad, ligada, para decirlo de una vez, no a aquellos que place, sino a aquellos que desplace.

ASOCIACIÓN CULTURA NUEVA TIERRA
Acude a la "charla-coloquio" que con motivo de la CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE se celebrará SÁBADO DÍA 11 DE FEBRERO
C/Tutor n32, a las 8 de la tarde

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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