De afrontar la vida cotidiana a proponer públicamente el Encuentro Santiago. Así esperan la Navidad en un país en llamas, donde «podemos colaborar si señalamos el fundamento de la confianza»
Lo que faltaba. Un bingo de cara a la Navidad. Un bingo virtual, como manda la pandemia. Estamos en Santiago de Chile y hay que recoger fondos para los pobres. Una parte de lo que se recoja la quieren destinar a población de origen italiano. «Por gratitud a tantísimas familias italianas que nos han ayudado», explica Juan Emilio Parada, director del Instituto San Pablo Misionero. ¿Pero vale la pena empeñarse tanto en estos tiempos? Es la pregunta que lanza Gerardo León, ingeniero informático, que no puede dejar de planteárselo. «Y respondo que sí», afirma. «No podemos poner la vida entre paréntesis. Eso significaría que la esperanza es una realidad que no existe aquí y ahora, sino un sueño, una ilusión. Y la Navidad es que la esperanza vuelve a hacerse presente».
“¿Qué esperanza?”. Es la pregunta crucial en un país despedazado, debido al incremento de las desigualdades y a que gran parte de su población se ha precipitado por debajo del umbral de la pobreza, disparando la desconfianza en la clase política. Un país agitado por las protestas, sacudido por la violencia que ha provocado en el último año al menos treinta muertos y tres mil heridos, destrozando medios de transporte, infraestructuras y edificios, saqueando comercios y hasta incendiando dos iglesias. En una de ellas se derrumbó el campanario. Fue el 18 de octubre, un año después del estallido de las protestas contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera, que en respuesta declaró el estado de guerra y desplegó al ejército. Santiago y otras ciudades fueron arrasadas por un torbellino de inseguridad y miedo. Era el año 2019. Luego llegó la pandemia, que añadió miedo al miedo y malestar al malestar. El referéndum para cambiar la Constitución, que se remonta a la época del dictador Pinochet, obtuvo una avalancha de votos favorables, el 78%. Si todo va bien, llevará dos años. La gente exige un presente digno y quiere una esperanza para el futuro. «Hasta que la dignidad se convierta en costumbre», se leía en las pancartas de las manifestaciones.
Luego se arriaron las pancartas, pero aquella pregunta nunca decayó en la comunidad chilena de CL, trescientas personas entre Santiago, Concepción, La Serena y Valparaíso, que reformularon el eslogan: “Donde la dignidad se convierte en costumbre”, y lo erigieron como lema de las vacaciones comunitarias del pasado mes de febrero. «Nosotros no somos quienes construyen la dignidad humana, es algo que nos viene dado y debemos ayudarnos unos a otros para reconocer su origen y afirmarla», decían. «Ya nos era familiar una cierta manera de estar juntos –oraciones, cantos, testimonios–, pero ha sido toda una sorpresa», testimonia Paula Giacosa, asistente social.
El gusto por los gestos varía según nos lleguen, si estamos distraídos y sin esperar nada, los damos por descontado. Pero si llevamos alguna pregunta o herida, nos ayuda a estar abiertos. No en vano Julián Carrón, en un mensaje a sus amigos chilenos que sufrían por los desórdenes de 2019, invitaba a aceptar «la provocación y la oportunidad para nuestra maduración». Primero fue la visita del Papa, en medio del clamor de la polémica por los casos de pedofilia en la Iglesia. Clamor y polémicas que no impidieron a Bárbara trabajar como voluntaria de orden. «Quería que todo estuviera preparado para que la presencia del Misterio pudiera hacerse patente y mostrarse esos días en mi país». Tampoco frenaron a Luis, conductor de metro, para hacer horas extraordinarias y trasladar al mayor número posible de peregrinos, y sumarse a la multitud, a dos pasos del Papa, y sentirse «mirado por él como Zaqueo por Jesús: nadie me había mirado así nunca». Volvían “cargados” después de haber visto una gran Presencia en aquellos hechos. Pero no basta con estar cargado, hay que reconocer que acontece aquí y ahora. Por eso, para ellos no es retórico afirmar ahora que esa Presencia es una experiencia real, un hecho concreto y experimentable.
El último Encuentro Santiago, el Meeting anual del movimiento en Chile, celebrado en octubre, fue para Gerardo como el viaje de los Reyes Magos, una peregrinación guiada «por el deseo de volver a verlo acontecer». El camino estaba lleno de dificultades y obstáculos, debido a la situación económica, el clima social, la pandemia, «pero todo ello, objetivamente, nos obligaba a profundizar en las razones», observa Juan Emilio. «La Escuela de comunidad se hizo más viva, con más participación. He visto a amigos que han vuelto después de haberse alejado, entre ellos una persona que llegó a darse de baja de la Fraternidad de CL. También hemos redescubierto el valor de gestos como el servicio en el comedor de los pobres, o la caritativa en dos cárceles femeninas de la capital, sorprendiendo nuestra libertad y disponibilidad para cambiar la forma». Así, por ejemplo, las mujeres implicadas en la cárcel empezaron a juntarse –en remoto– con otros amigos implicados en otras iniciativas de caridad para profundizar en El sentido de la caritativa, con la ayuda del padre Simone, sacerdote de la Fraternidad de San Carlos. Encontrarse con las presas y estar con ellas se hizo imposible, así que preguntaron a la monja responsable por las necesidades que tenían y se pusieron a buscar y recoger productos de higiene personal, caramelos y dulces para sus hijos, a los que ya no podían ver.
«La espera de Jesús», testimonia Paula Giovanetti, profesora, «es la razón por la que hemos vuelto a poner en pie Encuentro Santiago este año, a pesar de todas las dificultades. Jesús encarnado en un hecho humano es lo que permite mirar la vida con esperanza, porque nos da la certeza de que somos hijos del Padre. Lo digo porque lo he experimentado muchas veces. Especialmente con la enfermedad que tengo que afrontar y los dolores que me causa. La carne de Cristo son muchos amigos (no solo mi marido) que están conmigo, que se turnan para llevarme al hospital para la terapia y que me dicen, como hizo uno de ellos hace unos días: “Voy contigo porque quiero tener la misma esperanza que tienes tú”. Así vivo la sorpresa de ver cómo Él está conmigo».
Y los cambios saltan a la vista. Paula Giacosa forma parte del grupo dedicado al Encuentro Santiago y está muy agradecida por haber podido aprender qué tenía que cambiar de sí misma para ponerse delante del trabajo y de los demás. «Quería que el Encuentro no acabara nunca, igual que me pasó en las vacaciones». Maximiliano Parada es arquitecto y está implicadísimo en el Encuentro: «Siempre he deseado mostrar a los demás nuestra vida, nuestras iniciativas, nuestros encuentros, pero me he dado cuenta de que eso no basta. Hay que volver al origen que da sentido a nuestra relación con los hombres: hacer no para mostrar sino por amor al otro».
Lisette Seguel, publicista, madre desde hace un año, trabaja para Encuentro Santiago desde 2014, sin faltar ni una edición. «Ante todo es un lugar que me educa. Me reclama a ese sentido de pertenencia que crece con la Escuela de comunidad. Esta conciencia me ayuda a vivir mejor y también a cuidar a mi hijo, porque Cristo es la esencia de mi relación con él». «Algo excepcional, fuera de lo común pero dentro de la realidad: así es la Navidad», dice Macarena Maldonado, profesora. «Encuentro Santiago ha sido un signo de ello, un acontecimiento fuera de lo común que ha entrado en la vida concreta de nuestro país». Un país que, según Juan Emilio, «sigue siendo una olla a presión porque la confianza se ha destruido. Nosotros podemos colaborar para reconstruirla, señalando su fundamento y también ayudando a buscar un camino, como queremos hacer proponiendo un trabajo sobre la encíclica Fratelli tutti, que indica vías para afrontar de manera diferente la economía, la manera de trabajar, de estar con los demás, la amistad social o la familia».
La última palabra es «seguir». La documenta con gran sencillez y contundencia Ornela Gelfi, que trabaja en el sector turístico. «Camino siguiendo las propuestas que me llegan de nuestra vida: las vacaciones, la Escuela de comunidad, Encuentro Santiago… Adherirme al carisma también es la posibilidad que tengo de poder decir algo a los demás. No tengo la receta para resolver los problemas, que de hecho siguen ahí. Pero estoy segura de que Cristo acontece». Seguros de la Navidad.
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