Va al contenido

Huellas N.5, Mayo 2007

PRIMER PLANO - Obediencia es...

Política

a cargo de Alberto Savorana

Presidente de Lombardía, Roberto Formigoni explica las razones de su obediencia a la Iglesia. «La obediencia no es negación de la autonomía de juicio. El Papa pone de manifiesto lo que corresponde a las exigencias del corazón humano; por tanto, sus preocupaciones forman parte de forma natural de mi horizonte de juicio»

La obediencia es una ley de la existencia humana. Todos obedecemos a algo o a alguien, incluso, por ejemplo, los que reivindican orgullosamente su autonomía de juicio y de acción en la esfera política. ¿Qué opinas al respecto?
La obediencia es, en efecto, una ley de la existencia humana. En el sentido de que el hombre es él mismo, crece, puede aspirar a su realización y felicidad sólo si tiene a alguien que le ayude a comprender cuál es el significado auténtico y profundo de su persona, qué sentido y qué finalidad tiene su vida. Muy difícilmente podría el hombre conseguirlo por sí mismo, «a menos que –como se lee en un diálogo de Platón– no pudiera hacer la travesía sobre un transporte más sólido, con ayuda de la palabra revelada de un dios». Esto es profundamente humano y es ciertamente verdad para mí.
Por tanto la obediencia, el seguimiento, coincide con el crecimiento personal. Seguir me revela lo que soy de forma mucho más profunda de como podría hacerlo yo solo. Esto vale en todos los campos. Ciertamente también en política, porque me ayuda a comprender más y mejor qué es verdadero y qué es justo.
La obediencia no es negación de la autonomía de juicio. El problema es que mi juicio –autónomo y libre– se forma en este acercamiento a lo que es justo y verdadero, como acabo de decir.

La obediencia parece inversamente proporcional a la libertad. Un hombre libre es el que no tiene ningún vínculo, pues en caso contrario se pone de una parte y pierde representatividad y objetividad. En tu experiencia, ¿cómo se conjugan libertad y obediencia?
La obediencia auténtica es directamente proporcional a la libertad, pues a mi entender la libertad es la capacidad de realizarse a uno mismo; no es simple y llanamente hacer lo que quiero, sino poder elegir lo que me hace crecer, lo que va más al corazón de la realidad.
¿Acaso es libre el hombre que no tiene vínculos? Pero, ¿quién es el hombre? ¿Un ser desvinculado de cualquier lazo? No. Además el hombre biológicamente está ligado a su padre y a su madre, que le han hecho nacer. Está ligado a las personas con las que establece una relación de familiaridad, a la mujer, a los hijos. Y luego está ligado a los amigos, a otras personas... En realidad el hombre está ontológicamente ligado a otros. El hombre aislado es más frágil que el que está insertado en una trama de relaciones. Por tanto, una vez más la obediencia secunda la naturaleza humana y la hace crecer.

Entre los católicos que hacen política, hay quien dice: «Yo sigo a la Iglesia cuando me habla de Dios, pero en los asuntos del mundo sigo a mi conciencia; en la vida pública los políticos católicos no deben obediencia a autoridad eclesiástica alguna». ¿Qué significa para ti como católico seguir a tu conciencia?
¿Qué es mi conciencia? ¿Es algo que me he formado yo de manera completamente aislada? No. Yo me he formado escuchando, confrontando, verificando el dato de la experiencia, el dato histórico y de conocimiento con mis exigencias humanas fundamentales y con las exigencias que vienen de la historia. Y es dentro de la Iglesia donde se ha producido y se produce mi crecimiento humano. De forma que cuando la Iglesia habla, expresa lo que yo mismo pienso. La posición del Papa y de los obispos, cuando ejercen fielmente su misión, expresa no la “opinión” de la jerarquía a la que los católicos debemos amoldarnos extrínsecamente, sino –de forma clara y evidente– lo que los mismos católicos piensan, creen y advierten como bueno y justo con respecto a la vida pública. Obediencia y convicción van de la mano. Seguimiento y razón, también.

Benedicto XVI insiste en que “vida, familia y educación” son los principios no negociables para la vida y el destino de los hombres. Por el contrario, algunos consideran su llamamiento como una peligrosa injerencia y un atentado a la laicidad del Estado. El Papa les ha replicado: «Se nos dice que la Iglesia no debería inmiscuirse en estos asuntos; a esto nosotros sólo podemos responder: ¿es que acaso no nos interesa el hombre?». ¿Qué lugar ocupan las preocupaciones del Papa en tu quehacer político?
Insisto. El Papa expresa acerca de estos temas lo que yo siento como verdadero y que es verdadero en la vida y en la historia de millones de personas. Algo que corresponde al derecho natural. Y que por tanto corresponde a las exigencias del corazón, a las exigencias de la vida de millones de personas, incluida la mía. Por tanto, puedo decir que las preocupaciones del Papa forman parte de modo natural de mi horizonte de juicio.
Sólo con su razón el hombre puede incluso llegar a comprender que la vida es un principio sagrado e inviolable. Puede llegar a reconocer que la familia –fundada sobre el matrimonio, religioso o no, heterosexual, que tiende a ser estable y orientado a la procreación– es un elemento que hay que defender como un bien para la sociedad. También puede llegar a juzgar que la educación –una educación libre que procure madurar la libertad del hijo, ayudarlo en una relación auténtica con la sociedad y con los rasgos históricos del ambiente en el que está inserto– es algo absolutamente positivo y necesario.
Una legislación o una actividad política y administrativa dirigida a defender y a favorecer estos principios no negociables es una actividad laica en bien de la sociedad y de los hombres y no necesita ningún estigma clerical. Por lo demás, ¿qué es la laicidad del Estado? (que yo defiendo, naturalmente). Un Estado verdaderamente laico es un Estado no ideológico y no confesional, que no se casa con ninguna ideología y que respeta incluso operativamente los planteamientos culturales existentes en el país.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página