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Huellas N., Abril 1984

ACTUALIDAD

Sexo, droga y rock. La "marginal" actualidad del comic

Javier A. Restán

Desde hace unos años el cómic se lee. Se lee mucho. El número de revistas de este carácter se ha multiplicado por seis en los últimos tiempos. Y desde hace unos meses del cómic también se escribe mucho en la prensa. No es para menos porque en casi tres meses se han celebrado nume­rosas exposiciones de cómic de mayor o menor calidad, pero siempre con gran éxito de público, especialmente juvenil.

Hace unos años era conside­rado un producto editorial infantil, pero su relevancia estética, narrati­va e ideológica ha convertido a la mayor parte del cómic en una manifes­tación cultural para adultos. El Sa­lón Internacional del Cómic de Angule­ma, la II Exposición de Cómics y Fanzines de autores noveles ( que ha recorrido varias capitales españo­las), la posible exposición en Madrid de una importante muestra del comic francés (según nos aseguraba el encar­gado en la Dirección General de la Juventud), y la exposición, también en Madrid de la revista "El Víbora", hacen del cómic un tema de gran actua­lidad.

Se han escrito múltiples es­tudios entorno a este fenómeno, pero son escasos los análisis que se hacen de él desde una perspectiva cultural, ideológica. Es una producción hetero­génea, pero desde luego, el cómic que lee la juventud, el cómic de "adultos" (al que aquí nos referimos) tiene en su mayoría un carácter margi­nal, deliberadamente marginal.
Quizá por aquí podamos aden­trarnos en una comprensión justa de estas producciones que reflejan toda una manera muy extendida de entender la vida y a su vez ejercer una influ­encia creciente en la juventud. Por­que no basta con una inocente mirada estética y técnica a los dibujos de "El Víbora", "Totem', "1984" y una multitud de fanzines que de mano en mano se transmiten en el mundillo contracultural.
En realidad, unas de una forma más abierta y agresiva y otras más sutilmente, todas estas publica­ciones son expresión de una cultura. "Contamos lo que hablamos y lo que vivimos, por eso en nuestras historie­tas hay sexo, drogas y rock and roll.
Es el costumbrismo de nuestro tiempo" afirmaba hace unos días José Mª Beren­guer, editor de "El Víbora". No es de extrañar que una revista pretendi­damente marginal como ésta alcance actualmente 50.000 números de tirada, pues expresa la mentalidad desde la que está viviendo una gran parte de nuestra juventud y que en todo caso es una mentalidad dominante que goza de la benevolencia de la mayoría: una cultura de la droga, del sexo instrumentalizado, desvinculado de cualquier tipo de donación, de la desarmonía y el rechazo de todo com­promiso. Una cultura llena de cansan­cio y expresión radical de una profun­da crisis.
Movimientos, publicaciones y todo tipo de manifestaciones con este carácter pseudomarginal ya lle­van muchos años de vigencia en Euro­pa, donde el furor contracultural ha­ce tiempo que cedió. Se trata preci­samente de una literatura cansada de esperar un futuro mejor que no llega y que ha decidido instalarse en el presente para ver qué de bueno puede sacarse de él. Hay que gozar, gozar ahora, como sea. Nada de proyectos de libertad, ni siquiera de feli­cidad. Nada de cristianismo (¿qué es eso?), de marxismo, de políticas con­cretas o de utopías posibles. La úni­ca filosofía es la del aquí y del ahora: el goce inmediato.
Este movimiento con el que enlazan deliberadamente estas publica­ciones tuvo su apogeo en los 70, por lo menos en Europa. Son, o intentan ser, un rechazo de todos los valores de la sociedad en que viven y de todo el sistema social que les ago­bia. Y de paso se llevan todos los valores, los dominantes y los que no dominan para quedarse con uno sólo: yo. Porque en absoluto pretenden ofre­cer una alternativa al sistema sino vivir, simplemente vivir como me dé la gana.
En el fondo tienen una pre­tensión voluntaria de marginalidad: tomar una posición que en modo alguno pueda ser asimilada por el sistema. Pero esa marginalidad es muy relativa porque toda esta literatura "underground" con su exaltación de la dro­ga, de la perversión sexual (la homo­sexualidad, el lesbianismo y el tra­vestismo), de la violencia a veces sádica, del egoísmo insolidario, la destrucción y el feísmo no es otra cosa que un subproducto del neocapitalismo. No sólo eso, sino que su pre­tendida marginalidad se esfuma cuando se constata el nivel de difusión de algunas de sus publicaciones y aún más (¡oh paradoja!) del apoyo del poder establecido a todo este tipo se manifestaciones.
Pese a los intentos verdade­ramente serios de Roszak, el gran teórico de la contracultura, por defi­nir la dignidad ética de todo este movimiento (amplio, difuso, sin con­tornos) radicalmente opuesto a una visión científica del mundo, cuando nos ponemos delante de sus realizacio­nes no queda más remedio que afirmar que se ha caído en la pornografía grosera, el sadomasoquismo, la eva­sión burguesa y en definitiva el nihi­lismo absoluto (que conecta con el cariz romántico nihilista del nazis­mo).
A pesar de todo, y con to­das las variantes que el fenómeno del comic más o menos underground pueda tener, no posee toda la virulen­cia que tuvo en Europa y en USA hace tiempo. Ha entrado en connivencia con ese sistema que decía combatir y lo ha asimilado. La contracultura es un producto digerido y expulsado por el mismo capitalismo, por el mismo libe­ralismo consumista burgués. Y es que desde la raíz todas estas manifesta­ciones están enfermas, enfermas de muerte. La revolución que ha de venir está intacta, ellos no la han tocado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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