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Huellas N., Noviembre 1981

TEXTOS PARA ORAR Y PENSAR

Quered vos de mi lo que quisiereis queres

¡Oh Dios mío y mi sabiduría infinita! ¡Oh Amor que me amas más de lo que yo no puedo amar ni entender! ¡Para qué quiero, Señor, desear más de lo que Vos quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa ordenada por mi deseo,
pues todo lo que mi entendimiento puede concertar y mi deseo desear, tenéis Vos ya entendidos sus fines, y yo no entiendo cómo me aprove­char? En lo que mi alma piensa salir con ganancia, estará mi pérdida. Porque si os pido que me libréis de un trabajo y en aquél está el fin de mi mortificación, ¿qué es lo que pido, Dios mío? Si os suplico me lo deis, no conviene por ventura a mi paciencia que aún está flaca y no puede sufrir tan gran golpe; y si con ella lo paso y no estoy fuerte en la humildad, podrá ser que piense he hecho al­go, y lo hacéis todo Vos, mi Dios. Si quiero padecer más, no querría en cosas en que parece no conviene para vuestro servicio perder el crédito, ya que por mí no entienda en­ mí sentimiento de honra, y podrá ser que por la misma causa que pienso se ha de perder, se gane más para lo que pretendo, que es serviros.
Muchas veces me veo, mi Dios, tan miserable y flaca y pusilánime, que ando a buscar qué se hizo vuestra sierva, a la que ya le parecía tenía recibidas mercedes de Vos para pelear contra las tempestades de este mundo. Que no, mi Dios, no, no más confianza en cosa que yo pueda querer para mí; quered Vos de mí lo que quisiereis querer, que eso quiero, pues está todo mi bien en contentaros. Y si Vos, Dios mío, quisiereis contentarme a mí, cum­pliendo todo lo que pide mi deseo, veo que iría perdida.
¡Qué miserable es la sabiduría de los mortales e incierta su provi­dencia! Proveed Vos por la vuestra los medios necesarios para que mi alma os sirva más a vuestro gusto que al suyo. No me castiguéis en darme lo que yo quiero o deseo, si vuestro amor no lo deseare. Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir: El viva y me dé vida; El reine y yo sea cautiva, que no quiere mi alma otra libertad. ¿Cómo será libre el que al Sumo esté ajeno?
¿Qué mayor ni más miserable cautiverio que estar el alma suelta de la mano de su criador? Dichosos los que con fuertes grillos y ca­denas de los beneficios de la mi­sericordia de Dios se vieren pre­sos e inhabilitados para ser poderosos para soltarse. Fuerte es como la muerte el amor y duro como el infierno. ¡Oh, quién se viese en este estado, de donde ya no se esperase poder salir, o por mejor decir, no se temiese verse fuera! más ¡ay de mí, Señor, que mientras dura esta vida mortal siempre corre peligro la eterna!
¡Oh vida enemiga de mi bien, y quién tuviese licencia de acabarte! Súfro­te, porque te sufre Dios, y mantén­gote porque eres suya; no me sea traidora ni desagradecida. ¡Oh, li­bre albedrío, tan esclavo de tu li­bertad, si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crió! ¡Oh, cuándo será aquél dichoso día en que te has de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma verdad, donde ya no será libre para pecar, ni lo que­rrás ser, porque estás seguro de to­da miseria, naturalizado con la vida de tu Dios!
Alma mía, entrarás en tu descanso cuando te entrañares con el Sumo Bien y entendieres lo que entiendo, y amares lo que ama, y gozares lo que goza. Ya que vieres perdida tu mudable vo­luntad, ya no más mudanza; porque la gracia de Dios ha podido tanto que te ha hecho particionera de su divina naturaleza; con tanta perfección que ya no puedas ni desees poder olvidarte del sumo Bien ni dejar de gozarle jun­to con su amor.
TÚ, alma mía, ¿por qué estás triste y me conturbas? Espera en Dios que aún ahora me confesaré a Él mis pecados y sus misericordias, y de todo junto haré cantar de alabanza con suspiros perpetuos al Salvador mío y Dios mío. Podrá ser venga algún día cuando le can­te mi gloria, y no sea compungida mi conciencia, donde ya cesarán todos los suspiros y miedos; más entretanto, en esperanza y silencio será mi fortaleza. Más quiero vivir y morir en pretender y esperar la vida eterna que poseer todas las criaturas y todos sus bienes,­ que se han de acabar. No me desampares. Señor, porque en Ti espero no sea con­fundida mi esperanza; sírvete yo siem­pre y haz de mí lo que quisieres.

Sta. Teresa de Jesús
Exclamaciones - n.17

CENTRO CULTURAL DE LA VILLA DE MADRID
Conferencia de D. PEDRO SAINZ RODRIGUEZ

Panorama de los estudios teresianos en el IV Centenario
29 de Noviembre, Domingo
7.30 Tarde

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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