LO PEQUEÑO ES HERMOSO
E. F. Schumacher,
Ed. H. Blume, Madrid, 1978
Col. Ciencia, Tecnología y Sociedad
Pese al título, LO PEQUEÑO ES HERMOSO es un libro de economía. Y si la palabra "revolucionario" no se cotizase tan barata en el mercado uno diría que es un libro revolucionario. Lo es, en el mejor sentido de la palabra. No soy experto en economía, pero me alegro extraordinariamente de haber leído esta obra, una de las más refrescantes y clarividentes que han caído en mis manos en años. Sin demagogia de ninguna clase, pero sin aplicar cataplasmas al cáncer de avaricia que roe el desarrollo tecnológico y económico de nuestro siglo, LO PEQUEÑO ES HERMOSO ofrece ideas sugiere caminos nuevos, pone en marcha la imaginación del hombre de buena voluntad.
Y ayuda a pensar. Una de sus muchas ventajas es que su aportación va mucho más allá del estúpido binomio capitalismo-socialismo, que no sirve más que para uso y abuso de los políticos, y para enzarzar unos con otros a los imbéciles. Es un libro socrático, que se atreve a preguntar las preguntas básicas, inevitable, pero que nadie se hace; al menos, a la hora de montar un negocio o de sentarse a la mesa de un Consejo de Administración. ¿Puede un cristiano "pasar" de hacérselas, a la hora de los negocios? Una respuesta afirmativa, que, desgraciadamente es lo que uno oye de mil maneras todos los días, es simplemente un síntoma de lo pobretón y falta de vitaminas que anda nuestro cristianismo de merengue. De lo bajo que ha caído el nombre de cristiano. No ya un cristiano, un hombre de bien. ¿Cuánto tiempo falta para que el "progreso" económico, convertido en la medida suprema de la actividad humana, nos haga saltar a todos en pedazos? Tampoco hace falta mirar al futuro: el Molok moderno ha devorado ya a millones de hombres, arrancándoles la raíz de la esperanza, produciendo una castración espiritual en masa sin precedentes en la historia humana. Si para muchos de nuestros contemporáneos el hombre no se distingue de la cucaracha más que por su tamaño, y por la superior complejidad de ciertas operaciones químicas que tienen lugar en su mecanismo: o si muchas de esas víctimas son víctimas voluntarias, felices porque cómplices, porque esperan su tajada en el reparto, ¿qué más da? todo eso sólo prueba la extensión y la malignidad del tumor.
En definitiva, un libro altamente recomendable, para todos aquellos que quieren entender un poco nuestro mundo y que están convencidos de que un cristiano tendría que hacer algo más que ir a Misa los domingos (o incluso a diario), colocarse en la Telefónica o en el INI, ser una persona honrada y dar un cheque a Caritas una vez al mes.
Schumacher murió en 1977. No era un predicador o un moralista. Durante su vida, trabajó como asesor económico en toda una serie de importantes empresas europeas, y creó una serie de grupos e instituciones para reunir los esfuerzos de las personas interesadas en la reorientación humanística del pensamiento y la actividad económica. Cuando apareció la edición inglesa de LO PEQUEÑO ES HERMOSO, el Washington Post publicó capítulos enteros. Y su pensamiento ha influido seriamente en los planteamientos económicos de los últimos años si no en los círculos de la economía convencional, sí en muchos otros ambientes, creándole aquella un opositor decente.
Para que el lector de esta breve nota se haga una idea más clara de por donde van los tiros, me ha parecido útil copiar unos párrafos de la introducción que Theodore Roszak hace a la edición inglesa: "La gran mayoría de los economistas siguen empeñados en el ideal absurdo de hacer de su "ciencia" algo tan científico y preciso como la Física, como si no hubiera una diferencia cualitativa entre átomos sin mente y hombres hechos a la imagen de Dios. Schumacher nos recuerda que la economía sólo se ha convertido en una ciencia al precio de hacerse estadística. Pero en lo hondo de sus estadísticas bien sumergidas y fuera del alcance de la vista, hay un montón de presuposiciones desoladoras acerca de hombres como tu y como yo, de nuestras necesidades, de nuestras motivaciones y el significado de nuestras vidas. Una y otra vez, Schumacher nos recuerda que la ciencia económica, tal y como se practica hoy -lo mismo si es socialista que capitalista- es un conjunto de pensamiento "secundario", derivado de un montón de presupuestos discutibles y meta-económicos acerca del hombre y la naturaleza que nunca se someten a juicio, Y que nadie se atreve a cuestionar para que la economía siga siendo la ciencia que presume de ser, en vez de ser (como debiera) una visión social humanista que confía en la institución experimentada, toca de oído, y se arriesga a echar un sermón que otro.
¿Qué pasa si esos presupuestos son falsos? ¿Qué pasa si en todos esos millones de seres vivos que hay debajo de la superficie estadística científicamente cuantificados por los expertos, se despiertan un día deseos de creatividad, de generosidad, de cooperación fraterna, de armonía natural y de transcendencia, de todas esas cosas que la "ciencia'' económica convencional, por una banal misantropía a la que llama "realismo", trata de destruir? Si eso es así, uno no debe extrañarse de que las políticas que provienen de semejante economía tengan que llevarse a cabo forzando la resistencia de un material humano al que nadie consulta excepto por medio del falso plebiscito del mercado. Por supuesto, esa consulta siempre produce los resultados previstos, porque ese plebiscito está apañado por cínicos, votado por masas desmoralizadas y tabulado por oportunistas.
¿Qué clase de ciencia es esa que, para que sus predicciones tengan éxito, tienen que esperar y desear que la gente no de nunca lo mejor de sí mismo, sino que sean siempre unos avariciosos idiotas sin nada más que hacer que ganar y gastar, ganar y gastar?
En estas circunstancias, necesitamos una ciencia económica con más nobleza, que no tiene miedo a discutir cuestiones de espíritu y de conciencia, motivaciones morales o el valor de la vida, una ciencia económica que trata de educar y de elevar el nivel de la gente, y no sólo de medir el funcionamiento de sus instintos más bajos".
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