CONSTRUIR LA PAZ: UNA TAREA DE TODOS QUE COMIENZA YA
Descargarse de tópicos usados, rebasar la barrera del ámbito puramente abstracto y de los enunciados genéricos, es una tarea primordial a la hora de afrontar en propiedad, desde una perspectiva cristiana, el problema de la paz.
Ante todo, queremos sentar una tesis: es posible y además urgente, realizar un juicio cristiano serio y operativo alrededor del problema de la construcción de la paz. No es una evasión, no es una moda, no es un optimismo; se trata de una cuestión de fidelidad a nuestra propia identidad cristiana, y de sensibilidad evangélica, se trata de una acción más, encaminada a hacer de la fe y la vida una misma cosa.
Si hay un problema que atormenta a los hombres de nuestro tiempo, ese es el problema de la paz. Buena parte de las generaciones que pueblan hoy la tierra, han sido testigos de los horrores nunca suficientemente ponderados de esa hecatombe histórica que fue la Segunda Guerra Mundial. De entonces acá, si bien se ha conseguido esfumar terporalmente el problema inmediato de una reedición de aquel conflicto (con caracteres aún más dramáticos sin duda) ,
esa monstruosa manifestación del mal de que es capaz el hombre, se ha multiplicado en conflictos continuados y sistemáticos que no son sino la afloración localizada de un problema mucho más hondo.
Cuando escuchamos comentarios sobre el tema, siempre se manejan los mismos términos: potencias, estrategias, equilibrio, polos, compensación. Nuestra sensibilidad cristiana para afrontar las realidades del mundo nos sugiere que todo ello ( aún reconociendo la necesidad de un análisis incluso técnico que conduzca a soluciones posibles y prácticas) no hace sino echar tierra encima de la verdadera raíz del problema.
¡La violencia es una mentira!, la guerra es en su esencia misma la negación de la verdad más auténtica del hombre; es la afirmación de los poderosos según la carne, el sacrificio de la vida concreta e infinitamente valiosa de cada hombre a formulaciones que hablan de soberanía, hegemonía, independencia e incluso honor; es la máxima tergiversación de los valores, degrada la dignidad del hombre y prepara un futuro lleno de oscuridad a las generaciones venideras.
En nombre del pragmatismo, las naciones se entregan a la espiral que sustenta este horror en diversos lugares de la tierra, y que prepara un posible advenimiento de una situación permanente de tensa alerta en la que cualquier fallo puede dar lugar a una catástrofe irremediable.
Si plantear un desarme unilateral puede parecer una utopía simplificadora, afirmamos que plantear el afrontamiento de este problema en términos simples de equilibrio de fuerzas, sin incluir el indispensable factor moral, es una manera de perpetuar el actual y vergonzoso estado de cosas.
Al abordar el problema de la paz, tocamos necesariamente el fondo mismo del misterio de la existencia humana: el contraste entre su tensión hacia el bien, hacia la verdad, y su propensi6n a extraviar el camino, su miseria y pobreza radical expresada en el ejercicio de su libertad en contra de sí mismo.
Para nosotros, cristianos llamados a vivir en este momento histórico marcado por el enfrentamiento y la división (cuya máxima expresión es la guerra), el problema de la paz es un problema de construcción: construir la paz es una tarea posible y urgente que comienza ya.
A menudo pensamos que nada podemos hacer, que éste es problema reservado a hombres de Estado, o incluso, abrazando inconscientemente una dialéctica marxista, que el juego de las fuerzas económica, demográficas e ideológicas tiene una resultante inexorable a la que no se puede torcer con planteamientos de denuncia, con alternativas válidas y con posturas que broten auténticamente del Evangelio.
Pero nuestra vida no nace del azar o del amasijo incierto de un conjunto de fuerzas ciegas, sino del acontecimiento de Jesucristo. Él es la garantía de que es posible otra forma de vivir, de que no sólo es posible sino que estamos convocados a ella; no tenemos que aceptar nada como irremediable, porque nuestra vida brota de la Verdad única, que se convierta en verdad para el hombre concreto.
Pero estamos ante algo que desborda los límites de un análisis meramente humano; estamos ante un misterio, el misterio del mal, que nos deja perplejos y nos sume en la impotencia. Por eso nosotros, cristianos, experimentamos que la paz sólo es realizable en último término como don de Dios ; al igual que rechazamos la posibilidad de hacer presente la civilización del amor dejando de lado a Dios, tenemos la certeza de que una paz justa y duradera solo puede -- encontrar su punto de apoyo en el Dios que es la verdad profunda del hombre y que le revela su origen y su destino
YA CASI COMO INSTITUCIÓN -PERO NO COMO COSTUMBRE- SEGUIMOS CELEBRANDO LA CONVIVENCIA DE NAVIDAD, ESE DIA EN QUE NOS REUNIMOS PARA REZAR, RECORDAR CUÁL ES EL MOTOR DE NUESTRA VIDA, COMPARTIR NUESTRA ILUSIÓN Y REFLEXIONAR SOBRE LA VERDAD DE NUESTRA VIDA EN UN AMBIENTE DE ALEGRÍA Y AMISTAD VERDADERA, DE NUEVO, UN AÑO MAS, NOS VEREMOS PARA ESTAR JUNTOS UN DÌA LARGO EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
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