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Huellas N., Diciembre 1982

NUESTRA PRESENCIA

Navidad

Panatenea

¿Cómo no hablar de Navidad cuando la tenemos encima? Quizá os pueda parecer monótono repetir lo mismo cada año, pero es necesario para "mantenerse en forma" y, a fuer­za de repetirlo, hacer que no sea "lo mismo de siempre", sino una ilu­sión nueva renovada cada año. Cuando te lanzas, uno se da cuenta que no cae en el vacío, sino en los brazos de un Dios que es todo Padre para amarnos. Bueno, pues tornando a lo que estaba (como dice Sta. Teresa), la Navidad es la inversa de lo que he dicho, o sea, Dios se lanza y cae en nuestros brazos.
Lo malo es que nosotros la mayoría de las veces (o siempre) no somos ni parecido a un Padre como Él, ni siquiera a un padre cualquiera de la tierra. Pero Dios, que es demasiado bueno, se sigue dando a nosotros lo mismo. Así que podemos aprovechar la oportunidad de adelantar camino y hacerle sitio en nuestro corazón.
Lo que yo quería decir pa­ra esta Navidad es que no sea "fol­klore", que sea algo más que las luces de la calle, el turrón y la Misa del Gallo. Cristo ha nacido, pero no celebramos sólo su naci­miento el año 754 de la fundación de Roma. Cristo ha nacido hoy, en nuestras almas. Y eso no es literatu­ra, ni una expresión bonita. Cuando nosotros nos entregamos a Él, a su acción divina, nos toma la palabra y penetra nuestras almas, y se ense­ñorea de nuestros pensamientos, de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad. Si digo algo ahora no os escandalicéis: Jesús es un pillo (Re­pito que no lo toméis por lo malo) .
Por lo menos conmigo, juega al escon­dite, me reprende, me sonríe, me mira, se esconde, me toma el pelo, vaya, y como me puede, pues claro, no me puedo defender. Y conste que aunque pudiera, no quisiera defenderme ni resistirle. Y tengo por cierto que no hace conmigo distinto que con los demás. El cuando una le deja, viene a lo hondo del alma y se instala allí, y pasa como la lluvia esa finilla del norte, que cuando uno se quiere dar cuenta, está calado hasta los huesos. Así Él se adueña de nuestros deseos, pensamientos, ideales, recuerdos; se hace el centro donde convergen todos los momentos de nuestra vida. Cuando eso pasa, Jesús, ya dentro de nosotros, nos va transformando poco a poco en el amor, y nos hace como Él, Dios y Hombre en armonía perfec­ta. Y es entonces cuando las cosas se vuelven de otro color, y nada nos viene mal, sino que todo nos aprovecha para estar con Dios en cualquier sitio donde estemos o cual­quier cosa que hagamos.
Pero, me diréis, eso es muy difícil de conseguir. Os digo que no. No hace falta romperse los huesos para llegar, simplemente con­siste en dejarse hacer. Es Cristo Jesús quien nos va transformando po­co a poco, casi sin enterarnos. Sólo necesitamos decirle que sí. Y para esto tampoco es condición indispensa­ble tener muchas sublimaciones. Sólo decirle a Jesús que queremos que haga todo eso en nosotros, y que no tenga en cuenta nuestra debilidad o hasta el temor que podamos tener. Y esto se puede hacer sin gustos o sin alguna circunstancia especial; no, sólo decirlo, sin más.
Y si se dice con un poqui­to de sinceridad (aunque sólo sea un poquito), entonces es cuando Je­sús empieza a vivir dentro de noso­tros. Y es entonces cuando real­mente es Navidad, porque Cristo ha nacido para nosotros, y ya no es un suceso lejano. Cuando esto pasa (o empieza a pasar) es cuando a esa Navidad interior podemos añadir sin miedo los turrones, las cintas de colores, los belenes y los villan­cicos. Porque así es como todo esto sale de dentro. Y vivimos sin temor a nada, ni a la sequía, ni a la bomba de neutrones, ni al fin del mundo, si queréis. Cristo ha nacido para nosotros, y esa es nuestra ale­gría perpetua. Y nuestro gozo nadie nos lo podrá quitar, son palabras del Evangelio de San Juan.
Que nuestra Navidad sea Na­vidad, o sea, el nacimiento de un Niño que luego hemos de cuidar y que ya no nos abandonará jamás. Ese es mi deseo para todos los hombres del mundo.

Un relato histórico geográfico con fecha.
"En un país muy lejano había una vez un rey, que..." Así comienzan los cuentos. Pero los documentos que nos hablan de la Navidad dicen con precisión: En tiempo de César Augusto, en el año del censo general que tuvo lugar en tiempo de Quirino... en Belén.

El acontecimiento está situado.
César Augusto es el mayor emperador de Roma y fundador del Imperio Romano. Quirino es conocido por los historiadores.

Es un hecho histórico.
El nacimiento de Jesús pertenece de tal forma a la historia, que a partir de esa fecha contamos nosotros los años 1980, 81, 82, lo que equivale a decir que Jesús nació en Belén nace 1980, 81, 82 años.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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