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Huellas N.10, Noviembre 2020

PRIMER PLANO

«¿Y a mí que me pasa?»

Alessandra Stoppa

En medio de la pandemia, con el dolor de no tener hijos, irrumpe la felicidad de su hermana. «En su inicio veía el mío. Y lo echaba de menos». Letizia cuenta cómo ha podido volver a “ver”

«Si por arte de magia pudieras volver a antes del coronavirus, ¿lo harías?». De primeras Letizia respondería que sí, tal vez un poco escéptica, pero por otro lado tampoco es que haya pasado gran cosa estos meses en Neuchâtel (Suiza). Pero luego se para, tiene que admitirlo, al menos ante sí misma: no, no le gustaría volver atrás y reiniciarlo todo, porque a ella sí le ha pasado algo. Empezando por la persona que le está haciendo esa pregunta, Aurora, su hermana pequeña. Sigue siendo ella, pero desde hace un tiempo es otra.
Viven alejadas, ambas dejaron su ciudad natal, Padua. Aurora tiene veinte años y estudia en Trento, Letizia tiene treinta y vive desde hace cinco en la Suiza francesa con su marido. Están muy unidas, pero la pequeña siempre ha sido alérgica a la experiencia del movimiento que cambió la vida de la mayor. Una montaña de objeciones que luego se vino abajo por un hecho «en el que yo no he tenido nada que ver», precisa Letizia. Un encuentro que pilla a Aurora por sorpresa. Su compañía teatral llevaba a escena un espectáculo sobre Marco Gallo, un bachiller de Gioventù Studentesca que murió en un accidente de tráfico en 2011. Junto a otros actores, Aurora va a visitar a los padres de este joven y prepara varias preguntas para conocer su historia. Pero se encuentra delante de dos personas que se interesan por ella. Se lo esperaba todo menos eso. Aquel mismo día, al despedirse, les pregunta: «¿Dónde puedo encontrar gente como vosotros?». Le dan el número de una amiga de Trento y ella la busca enseguida. Es solo el comienzo de una historia hecha de campos magnéticos, donde alguien ve y permite a otros abrir los ojos, o reabrirlos a los que ya no ven.

Mirando a su hermana, Letizia piensa en sí misma. «En su inicio veía el mío. Y lo echaba de menos. Echaba de menos esa sencillez, ese asombro incontenible» cuando ella encontró el movimiento, hace ya diez años, al acabar el instituto, gracias a otros jóvenes. Fue una evidencia inmediata. «Por primera vez vi a alguien feliz. De hecho, la pregunta me salió literal: ¿pero quiénes sois?». Saltaba de alegría, hasta el punto de que cuando entró en la comunidad universitaria de CL y oyó hablar del riesgo de caer en lo “ya sabido”, no entendía a qué se referían. «¡Pero eso no puede pasar! Es imposible, todo esto es demasiado grande». Pero con el tiempo, sin ni siquiera darse cuenta, su camino de fe acabó así. «Empecé a pensar: “esto ya lo hemos dicho”, “siempre salen los mismos temas”, “esto ya lo sabemos”…».
Después se topa con esa hermana indiscutiblemente feliz, y con ella «no cabe duda porque no tiene un carácter muy fácil», dice entre risas. Aurora empezó a participar en la caritativa, en la Escuela de comunidad y, una llamada tras otra, se lo contaba entusiasmada a Letizia, que la escuchaba en silencio. «Lo que le estaba pasando a ella me planteaba una pregunta: ¿y a mí qué me pasa?». Empezó a darse cuenta de estas cosas en medio de un periodo complicado, con la pandemia, la tesis de doctorado y el drama sangrante de que ella y su marido aún no habían logrado tener hijos.
Un día, una pareja de amigos que viven en Ginebra y tienen una hija en enseñanzas medias, les invitó a un encuentro online, donde iban a hablar de la experiencia de los Cavalieri para chicos de esa edad. «Si nosotros no tenemos hijos». Letizia y su marido, Matteo, llevan cinco años dando catequesis en la parroquia pero aun así no
entendían el motivo de esa invitación, no se ven capaces de algo que en realidad les hace daño por otra razón. Acababan de empezar juntos una novena a santa Gianna Beretta Molla, pidiendo la gracia de un hijo. «Cuando nos dimos cuenta de la coincidencia entre ambas cosas, sentimos un dolor inmenso», cuenta Letizia. «Pensábamos: si esta es la respuesta a nuestra oración, no, gracias. Muy bonito, pero no, demasiado poco. Esto no es lo que pedíamos». Se descubren orgullosos, decepcionados por esa “presunta” respuesta, pero «no queríamos vivir así, no nos bastaba».
Por una decisión casi imperceptible, Letizia y Matteo van dejando espacio a esa sencillez que tantas veces han visto últimamente en su hermana. «Empezamos a dejar salir este dolor, sobre todo entre nosotros, y luego con algunos amigos, que no nos daban respuestas pero nos escuchaban y llevaban con nosotros esta pregunta».
Llegaron a aquel encuentro necesitados, abiertos, y todo les hablaba. Fue el comienzo de una amistad decisiva con «personas que hasta hacía un instante no conocíamos pero que se han interesado por nuestro camino. Para mí ha sido algo de otro mundo. Hemos empezado a acompañarnos en la vida. Y el método es solo uno: estar frente a lo que nos pasa y ayudarnos a mirarlo. Atreverse a compartirlo me ha hecho ver más. No porque el otro tenga la respuesta, pero yo sola solo consigo ver lo que entiendo y me conformo diciendo: estoy es lo que hay, punto».
Si ahora ella puede mirar lo que le está pasando, como los chavales que le piden quedarse una hora más en catequesis, no es por “presuntas” respuestas, sino por un deseo de vivir aún mayor. «El deseo de tener un hijo crece, pero puedo vivir con ello, no se convierte en rabia, no me cierra. Es el descubrimiento de una necesidad que va más allá del sufrimiento, que me lleva a pedir: “Pase lo que pase, quiero que Tú estés. Ven ahora”».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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